Ares, el dios de la guerra

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Llamaron a la puerta justo cuando salía de la ducha.

Oh, cierto. Había ordenado comida.

Al bajar las escaleras me di cuenta de unos cuantos floreros y cuadros flotantes, moviéndose de un lado a otro de forma frenética.

Bill sigue enojado.

Volvieron a llamar a la puerta y suspiré.

—¿Ares?—Mi voz salió en un susurró al verlo a él en vez de al repartidor de comida italiana.

Él abrió los ojos de par en par al verme.

—¿Estas bien?—Preguntó preocupado.—Te noté extraña en la escuela y me preocupé... ¿Has... Has estado llorando?

—No es nada.—Le resté importancia.

Por lo que escuché, Ares no tenía idea de las intenciones de Hades hacía mi.

—No fue algo que dije, ¿Verdad?—Preguntó con una sonrisa tierna de lado.—Y si lo fue, perdón.

—¡¡¿QUE?!!—Escuché el grito de Danielle y suspiré cansada.

Ares por su parte se había sobresaltado.

—Tu hermana si que tiene pulmones.—Sonreí un poco por su comentario.—Así esta mejor, con una sonrisa.—Desvió la mirada.—¿De verdad estas bien?

No mucho, pero saldré de esta, no te preocupes dios guerrero.

—Me he librado de una docena de gatos furiosos... Estaré bien.

Ares iba a comentar algo, pero el verdadero repartidor de comida italiana llegó y después de pagarle me dejó tres no muy ligeros platillos. Las heridas en mis hombros dolían mas por la fuerza al estar sosteniendo algo.

—¿Necesitas ayuda?—Negué temiendo que me fallara la voz.

Lo escuché suspirar.

Con paso rápido, caminé a la sala y dejé la comida sobre una pequeña mesa en el centro de la sala y regresé a la puerta.

—Listo.—Sonreí un poco, provocando que Ares negara mientras bajaba la mirada.

—Me iré un poco mas tranquilo.—Miró a todos lados. Fruncí el ceño al ver como suspiraba.—Judi... ¿Me podrías hacer un favor?—Asentí.—Por favor, no confíes mucho en mi hermano... Puede que parezca alguien perfecto, pero nadie lo es... Aunque no lo creas... He perdido muchas amistades por él, y no quisiera que lo mismo ocurra contigo. Eres una gran chica, con tu propia personalidad que te hace encantadora, alguien que no necesita cambiar para gustarle a alguien. Por que alguien puede gustar de ti hasta...

—¡Que bien, es hora de comer!—Di un salto al escuchar el gritó de Bill interrumpiendo a Ares.—Danielle no tardará en bajar, ¿Vienes, Little Apple?

Ares frunció el ceño mirando detrás de mi... A Bill posiblemente, después me miró a mi y volvió a suspirar.

—Nos vemos mañana.—Se despidió revolviendo un poco mi cabello.—Y buen provecho.

Bajé la mirada y di un suspiro mientras Bill cerraba la puerta azotándola. Gruñendo, se sentó en un sillón de la sala.

—Danielle, la comida...—Dejé de hablar al verla bajar las escaleras con su bate de béisbol en manos.—Hoy no tienes entrenamiento.

—Lo sé.—Se sentó en el sillón mas grande y palmeó a su lado, indicándome que me sentara con ella.

Al tomar los platos y servir pude darme cuenta que la mitad de la cara de Bill estaba levemente roja.

¿Cuarta pared? ¡Ja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora