18: Sin opciones

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Lyon

Viajar con un loco no es buena idea, pero lamentablemente es la mejor opción que tengo. Huir en un camión por la carretera, pisar a nuestros perseguidores y aceptarlo tan fácil, es preocupante, Edwin Rockefelle no tiene límites.

―¿Me recuerdas por qué acepte venir contigo? ―Me agarro fuerte del asiento mientras conduce a gran velocidad el enorme vehículo.

Fuma un cigarro, mueve los cambios y sonríe sin dejar la vista del camino. Por lo menos se concentra en la carretera, pero no es muy fiable.

―Mira, esto es así, las personas que ayudaste con tu gran corazón, no lo consiguieron ¡Los mataron! ―Se ríe burlándose de los demás que estaban en nuestra misma situación pero que tomaron otro camino ―Y obvio que a mí esas cosas no me pasan.

―Porque tú eres un asesino ―digo molesto.

―Escucha ―Saca el cigarro de su boca y lo mantiene entre sus dedos mientras sostiene el volante ―quieres ver a tu chica ¿cierto?

―Obviamente ―Suspiro ―. Ha pasado mucho tiempo y también me gustaría ver a mi hermano, pero esta no es la forma.

―Lo siento, pero esta es la única amigo.

―No soy tu amigo ―Frunzo el ceño.

―Claro que no ―Se ríe ―pero me caes bien.

―A mí no, así que para un poco.

―Lo haré, lo haré ―Hace una carcajada más fuerte.

Bufo y agarro el mapa de una guantera para dejar de prestarle atención a él ¿Qué idioma es este? Ojala tuviera un celular o un traductor, me ahorraría mucho ¿Acaso no hay ni un poblado por aquí?

―¿No puedes leerlo? ―pregunta el insoportable.

―Está en otro idioma ―me limito a decir. Frena de repente y me sobresalto ―¡¿Qué te pasa?! ―me quejo ―¡¿Quieres matarnos?!

Se ríe

―Ya quisieras ―Pone el cigarrillo en su boca, para luego arrebatarme el mapa ―. A ver ―Lo observa detenidamente, mientras se escuchan los bocinazos de los vehículos, que no pueden pasar porque se está tardando demasiado ―. Ajá ―Cambia el cigarrillo de lugar, de derecha a izquierda, moviéndolo con su lengua.

―¿Te puedes apurar? No es seguro y es contra la ley estacionarse así.

―Cállate policía, estoy ocupado ―Me ignora, entonces ruedo los ojos y espero a que termine, hasta que al fin emite sonido ―¡Ya sé! ―grita ―¡Nos vamos al puerto! ―Me tira el mapa en la cara y arranca a toda velocidad.

―¡¿Estás loco?! ―Me alarmo ―¡¡Ni sabes en qué dirección vamos!!

―No, pero reconozco la cadena de hoteles que señala ahí, ahora solo tengo que adivinar.

Esto no tiene lógica, pero lo voy a tener que aceptar, no tengo opciones, no muchas, ni una y las que había se perdieron. Solo espero que al final del camino, pueda recuperar al menos algo de mi buena conciencia, porque ahora realmente no está muy tranquila. Voy perder la cabeza, estoy seguro.

Claire

Necesito asegurarme de que la información que me dio Jayce sea viable, no puedo quedarme con las dudas por una sola confesión, tengo que encontrar a Adelia Ender y si no es a través de Dean Rockefelle, será por otro. No pienso aceptar la alternativa que me dio el Señor Oscuridad así como así, voy arreglármelas de alguna forma, él tiene que ser mi última opción.

Voy con los pocos datos que tengo sobre la gente de Rosa Negra, por los pasillos del barco, hasta encontrar a los sospechosos que me vigilaron antes. Siempre están alertas, así que me pueden servir, quizás ocultan algo. Listo, estoy preparada para cualquier cosa. No creo que me digan nada, así que vamos a lo seguro. Entro al salón y noqueo a uno, reviso sus bolsillos para ver que tienen sus pertenencias. No encuentro nada, esto parece una pérdida de tiempo, como si buscara una aguja en un pajar ¿Realmente conocen a Adelia o solo trabajan sin saber cómo es su rostro? Es muy probable, por eso necesitaba a Dean, pero tampoco hay direcciones.

―¿Qué crees que haces señorita? ―Un hombre me apunta desde atrás, pero soy más rápida, doy un giro y le doy una patada en las bolas ―¡Ag, zorra! ―Le pego en la cabeza y se desmaya.

Lo reviso a él también, pero no hay nada.

Robo sus llaves y me fijo en sus camarotes, pero tampoco veo nada en absoluto. Vuelvo al salón y otro hombre me ataca, ya es el tercero que noqueo, pero tampoco me sirve. Hago tanto lío, que el problema se vuelve peor cuando me descubren y comienza un tiroteo.

Son demasiados.

Y no importa lo que haga, ninguno tiene información. Interrogue a uno mientras agonizaba, pero descubrí que como en la Logia, también hay algunos malditos fieles en Rosa Negra. Si no me hubieran descubierto, hubiera sido todo más fácil, eso me pasa por apurarme. Estoy perdiendo la paciencia. Encima esto ya se me fue de las manos, necesito que se calmen.

―Zorra, te metiste con la mafia equivocada ―Escupe uno.

Asqueroso.

―¡Ya cálmate! ―Me río ―Sé que no conoces a tu jefa ―Me giro de dónde estoy escondida, detrás de una mesa y doy varios disparos más.

Aunque he sido bastante precavida, recibo un tiro en el brazo, no sé si es muy profundo pero es bastante irritable, estoy perdiendo sangre, así que me oculto otra vez, cuando la vista se me borronea. Le disparo nuevamente a otros más, pero llega un momento que pierdo la conciencia escuchando los tiros en la escena.

Si se dan cuenta estaré en problemas.

Afortunadamente o por mi mala suerte, despierto en un camarote, ya no estoy en el salón, me encuentro recostada en un sillón y con un dolor de cabeza de infarto. Me inclino viendo la venda en mi brazo, entonces frunzo el ceño cuando veo a Jayce, sentado en la silla que tengo en frente, tomándose un vino.

―Vaya lío que hiciste ahí ―opina tomando un sorbo de su copa, la apoya en la mesa y se levanta de su asiento, caminando hasta mí, entonces se sienta a mi lado con su típica sonrisa burlesca ―¿Te dije que las mujeres que me rechazan luego vienen a mí?

―¿Y? ―Lo miro mal ―Yo no vine aquí ¿sabes?

―Cierto, te peleaste con todo un grupo de locos, te desmayaste, hable con ellos, se calmaron y luego te traje aquí. Qué fácil ¿no?

―¿Qué les ofreciste para que se tranquilizaran? ―Ruedo los ojos.

―Negocios, siempre negocios ―Apoya su mano en mi pierna ―¿Volvemos a los nuestros?

―Estás muy necesitado ¿cierto? ―me burlo sonriente.

―Viendo que hay muy pocas mujeres en este barco... ―Se lo piensa y luego se ríe ―Sí. Entonces ―Hace otra pausa ―¿Aceptas?

―¿Estás seguro? ―Sonrío.

―¿No debería hacer yo esa pregunta?

―Seré sincera, puede que lo que veas no te guste ¿Recuerdas? ―Frunzo el ceño ―Me quemaste viva ―Luego vuelvo a sonreír ―y si no me das la información, no me sirve de nada que me desnude en frente de ti ¿Entiendes o eres idiota?

―No creo que sea un problema para mí ―Continua tranquilo y se sube encima ―. Yo tengo otra pregunta ¿Prefieres la cama o el sillón? Ya sabes, me encanta complacer a mis acompañantes. 

Perversa Oscuridad: Claridad [#7]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora