20: Recuerdos (1/2)

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Me levanto temprano, me pongo mi ropa y cuando estoy lista, salgo por el pasillo hacia la proa, observando al mar. Apoyo mis manos en las barandas, viendo a lo lejos el lugar al que se acerca el barco. Siento un leve escalofrío cuando veo sus manos sostenerse, justo al lado de las mías.

―Jayce ―Bufo ―no necesito que me sigas.

―Es que me aburro ―Apoya su cabeza en mi hombro y una de sus manos baja a mi trasero.

―Pronto vas a dejar de aburrirte, llegaras y buscaras un montón de mujeres que satisfagan tus necesidades ―Le agarro la muñeca, alejando sus dedos de mi cuerpo ―. Así que no toques ―digo arisca.

Me abraza por la cintura y siento su entrepierna por detrás.

―No seas mala ―susurra en mi oído y se me eriza la piel ―. Déjame que te ayude ―Me muerde la oreja. Le doy un codazo ―¡Auch! ―Se ríe, pero al fin se aparta.

Me doy la vuelta y lo observo enojada, aunque luego sonrío.

―Ya no me sirves para nada.

Se ríe nuevamente.

―¿Y si te acompaño?

Frunzo el ceño.

―¿Para qué?

―Para que no te metas en problemas ―Mueve las cejas ―como hace poquito ―me recuerda.

―No soy tan estúpida cómo crees, además no voy acostarme contigo otra vez ―Muevo los dedos ―por tus "favores".

―Era gratis.

―No me importa ―Ruedo los ojos.

―Te acompañare igual ―expresa con confianza.

―¿No tenías negocios o una falda que seguir?

―Diría que la tuya, pero usas pantalones ―Se ríe ―. Así que me decanto por la falda de Adelia, que también son negocios.

―Touché ―Le doy la razón.

Una vez que acepto, ya que no puedo negar su ayuda, porque él decide que vamos en la misma dirección, entonces el vehículo desembarca en el puerto. Al bajar del barco, tengo a Jayce caminando detrás de mí. Alquilo una habitación en uno de los hoteles, al igual que mi acompañante, y dejo mi equipaje a un lado cuando salgo de allí. Entonces me encuentro con el castaño en frente de mi cuarto, el cual me sonríe.

―Entonces Lucecita, ¿Buscamos a Adelia?

―¿Estás seguro que la vamos a encontrar aquí? ―Levanto una ceja.

―Totalmente ―Jayce amplía su sonrisa, estando lleno de confianza ―¿O olvidas quién soy?

―Creí que ese apodo te molestaba ―Señor Oscuridad.

―Los tiempos cambian y la razón por la que me molestaba, no se encuentra muerta ―Me sonrojo al darme cuenta de que se refiere a mí ―. Ay qué bonita ―opina y frunzo el ceño.

―Cállate, te recuerdo que ese sobrenombre te lo puso Cross ¿Quién sabe por qué? Te lo aclaro desde ya, él sí quiere vengarse de ti, no es solo por casualidad que lo eligió.

―Se nota, su obsesión por ti, es bastante fuerte ―opina serio.

―Ni te imaginas ―Comienzo a caminar y me sigue.

Al llegar a recepción, Jayce consigue un número, entonces nos dirigimos a la sala dónde podría estar Adelia. Debo admitirlo, que me ayude me facilita mucho las cosas. Lo peor, las estúpidas mariposas están en mi estómago, no puedo sentir esto por él, es tan tóxico. Necesito volver a ver a Lyon, no quiero confundirme más, no quiero. Jayce Markov está fuera de discusión. Es la calamidad en persona y me quita toda la moralidad que me queda.

Me encuentro tildada cuando llegamos a la zona de comidas, el restaurante del hotel. Visualizo ese cabello oscuro y largo, entonces como una ráfaga de viento la reconozco enseguida.

Es ella, Adelia Ender.

Un dolor en mi cabeza crece y Jayce me agarra del brazo antes de que me caiga. Uno de los recuerdos sobre ella comienza a surgir. No, corrección, es de alguien más la situación.

Años atrás.

Me beso con intensidad con aquel hombre, cuando me monto sobre él, completamente desnuda. Es deliciosa la excitación que estoy sintiendo ¿Quién diría que me quedaría con todo lo que le pertenece a la puta de Adelia? Su poder, sus influencias, Rosa Negra e incluso su macho.

En este momento me debe estar odiando, pero eso le pasa por estúpida. En la mafia no te puedes equivocar, simplemente debes darte cuenta de todo en un santiamén, porque te lo pueden robar.

―Oh Sergio ―gimo mientras mis pechos siguen rebotando y me abrazo fuerte alrededor de su cuello.

Horrible el nombre para un amante, pero que lastima que no se lo puedo cambiar, me conformaré y lo aceptare, no puedo hacer nada.

El imbécil se corre, no pudo aguantar más, así que solo me queda aceptar que es un aburrido y que Adelia tiene los peores gustos de la vida entera.

―¡Jefa! ―grita uno de mis hombres entrando a la habitación y lo miro mal, él baja la vista ―Lo siento, es solo que... es urgente ―Se avergüenza al igual que el idiota con el cual acabo de tener sexo y me levanto a vestirme.

―¿Qué? ―Me pongo una bata y ordeno ―Habla.

―Adelia... Adelia escapó ―Me aclara nervioso.

¿Qué mierda acaba de decir? Debí haberla matado cuando tuve oportunidad, ese ha sido un error grave, demasiado estúpido. Mis ansias de torturarla, me jugaron en contra. Soy mala, oscuridad pura, pero mi sadismo no es buen aliado al momento de encargarme de algunas personas.

Es obvio, Adelia Ender buscara venganza.

Actualidad.

Mi cerebro explota de información, obvio, Adelia es mi enemiga, quiere matarme ¿pero cómo hizo para recuperar todo? Claro, me olvide de ello, su venganza está a punto de ser revelada en mi mente. Aunque este no es el lugar, ni el momento para recordar y menos tener este fuerte dolor de cabeza.

―Lucecita, agárrate de mí ―aclara Jayce ―. Estamos rodeados.

―Oh, ¿pero qué tenemos aquí? ―exclama ella y los recuerdos siguen surgiendo como ráfagas de viento que inundan mi mente. 

Perversa Oscuridad: Claridad [#7]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora