Momento incómodo

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La actitud del curso de héroes estaba extraña, desde que Deku había vuelto de los baños seguido poco después por Bakugo lo que mayormente podía escucharse eran murmullos que sólo para los oídos de los receptores eran posibles de captar, era un intento burdo de los interlocutores que ni el profesor, en ese momento Aizawa, los castigara, ni que los involucrados escucharan, pero Bakugo podía oírlos, la voz de Kirishima no era nada baja, mucho menos si hablaba con Kaminari, seguramente Aizawa también los oía pero hacía oídos sordos porque le daba demasiada flojera hacerlos callar. 

Quizás la única que no sabía era Uraraka, que parecía demasiado incómoda para el gusto de Bakugo, ni siquiera escribía algo, es más, estaba un poco doblada en su asiento, como si algo le molestara mucho, ni siquiera pudo concentrarse él en su propio cuaderno por estarla mirando, la notaba pálida, de vez en cuando notaba algún gesto de incomodidad en su rostro y eso no le gustaba nada. Quizás ella sólo intentó ser una maldita considerada con el pobre bastardo que fue secuestrado y torturado, lo típico de la entrometida.

Desde ese pensamiento Bakugo no volvió a subir la mirada en toda la tarde, sólo esperó que las clases terminaran, al final iría a esa mierda, sabía que ella no le dejaría irse y tampoco tenía ganar de aguantar a los demás bastardos que le reclamarían por no aceptar lo que sea que le haya dicho la urraca esa. 

Frunció los labios con los ojos cerrados, esperando que todos se fueran, esperaba que ella también se fuera, pero no fue así, no cuando sintió frente a él una presencia que le hizo abrir los ojos y fruncir el ceño rápidamente, ella estaba demasiado cerca para su gusto... y demasiado pálida para su gusto. Pensó en preguntar si estaba bien, quizás le dolía el estómago por pensar en pagar, la conocía y sabía su situación, por eso no pensaba dejarla pagar nada, pero ¿No era demasiado ridículo?, simplemente debió negarse, pero sintió que se traicionaría a si mismo si lo hacía. Se puso de pie, de claro mal humor, dispuesto a salir del salón sólo, pero justo cuando llegó a la puerta su mirada le traicionó para buscar a la doncella ruda que comenzaba a considerar una amiga, lo que más le sorprendió es que ella estaba justo a su lado, siguiendo sus pasos como si fuera lo más natural del mundo, y así mismo lo sintió Bakugo. 

Ahora se encontraban en una cafetería, sorprendentemente muy calma, le gustaba a Bakugo. Habían personas mayores, otros jóvenes leyendo unos libros, un hombre con una computadora y un café en una taza blanca sobre la mesa, también había una mujer hermosa que Bakugo no pude evitar mirar apenas entraron al café, pero no porque le gustara, sino porque parecía ser sacada de un libro que le gustaba, un cabello rojo fuerte que era corto, a la altura de los hombros, ojos de color del alma del bosque, una piel ligeramente rosa, labios delicados pero no delgados, una calma que poseía un hada, si, porque el último libro que Bakugo leyó era la historia de un hombre que se enamoraba de un hada, una hada muy parecida a esa joven. Bakugo no entendía al hombre, lo encontraba ridículo, pero aún así no pude detenerse de terminar el libro, no pudo evitar acelerar su corazón cuando el hombre se daba cuenta que no podía seguir amándola si quería que ella fuera feliz, él era un monstruo y ella una doncella pura, tal cómo se veía esa chica, pero para Bakugo, si alguien fuera un hada en su vida no sería esa doncella de cabello rojo, más bien sería esa chica, ruda, mal hablada, con unos putos dedos que cada vez que se descuidaba hacían volar algo, con una persistencia de mierda que le causaba dolor de cabeza, y una voz que le hacía rodar los ojos porque siempre podía oírla, para Bakugo la hada del libro no era la chica que brillaba por la luz del sol de la tarde, si no aquella que ni siquiera brillaba, si no que parecía derrumbarse frente a él con la pequeña porción de postre que les estaban sirviendo, cabe decir que era muy cara incluso para su gusto. 

—Deja de poner esa maldita cara y come de una vez — 

Con su usual mal humor Bakugo intentó quitar la tensión que se había formado en el aire, desde hace mucho que la notaba extraña, la veía sudar más a pesar que no hacía tanto calor, incluso podía asegurar que hacía algo de frío, también la veía agarrarse el vientre de vez en cuando muy disimuladamente, porque claramente Bakugo podía notar todos los detalles que tenían que ver con Uraraka en ese momento, no porque quisiera, más bien porque simplemente pasaba. 

El poder de dar fin. 『Kacchako』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora