Brote.

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El amor es un sentimiento extraño,  tiene tantas definiciones que al mismo tiempo es difícil catalogarlo, pero entre esas miles siempre hay algo que concuerda: "Es hacía una persona muy importante para ti".

Amaba a su padre, amaba a su madre; amaba a sus profesores, amaba a su mejores amigos, amaba a sus mejores amigas; pero... ¿Amaba también a Bakugo?.

Bakugo se había vuelto alguien indispensable en su vida, había comenzado a creer en las palabras de Deku con "él es más que eso", había intentado ver dentro de la bestia y lo logró,  llevándose una agradable sorpresa, Bakugo era hemorso. No habla de su exterior,  sí no su recóndito interior, esa pequeña caja de pandora que en vez de contener males y desespero encerraba la bondad, la amabilidad, la empatía,  la tranquilidad. Uraraka poseía la llave,  lo supo cuando Bakugo le dio la espalda y le dejó abrazarle, cuándo la consoló, cuándo lo escuchó reír... cuándo le abrazó cómo queriendola no compartir.

El sólo recordarlo le acaloraba las mejillas; no era la primera vez que abrazaba a un chico, más porque eran amigos, y aunque quizás no había abrazado a nadie más de allí simplemente no podía compararlo, Bakugo era especial, por eso, no lo amaba, no en su infantil definición de amor; ¿Cómo podía amar a alguien que le causaba temor...?

Habían veces que Uraraka veía algo más en los ojos de Bakugo,  antes veía un brillo hermoso que le hacía querer verlo más,  pero después del secuestro temía verlo, no creía que Bakugo hubiera cambiado tanto,  y aunque pasó una horrible experiencia Bakugo se mantenía cómo siempre,  quizás ligeramente más abierto al resto, pero seguía firme, ella creyó tontamente que Bakugo estaba bien.

Por supuesto que no lo estaba,  lo supo desde el momento que él se explotó el brazo, pensó en estrés post traumático,  All Might había perdido todo por rescatarlo y Bakugo parecía culparse por ello, las palabras de Aizawa tampoco ayudaron, pero Bakugo se mantenía digno, cómo un corcel indomable, entonces, ¿Qué era eso que le picaba en el pecho y no la dejaba tranquila?.

Sentía una horrible necesidad de siempre verlo, de asegurarse de escuchar su voz y notar el más pequeño gesto en sus expresiones, buscaba que Bakugo siempre le estuviera mirando, que le tuviera en cuenta por cualquier cosa, por eso dolió tanto decirlo, por eso, cuando esas palabras salieron de su boca dolió tanto, porque a ella no le gustaba Bakugo,  porque eso ya no era gustar.

No lo amaba, claro que no, el amor no nace de la noche a la mañana,  la actitud de mierda de Bakugo que poseía a veces tampoco,  pero eran esos pequeños detallitos que él tenía con ella que estaban germinando dentro de su cuerpo desde una pequeña semilla en forma de luz,  porque sus sentimientos eran puros,  darse cuenta que Bakugo era indispensable en su vida no le hizo sentir mal, todo lo contrario,  había ampliado a quiénes quería,  lo que le había hecho daño fue saber que le había hecho daño a quién quería.

Uraraka no lo entendía,  y por eso temía,  no entendía lo que sentía,  no entendía porqué usaba siempre a Deku en temas entre ellos a pesar que sabía que Bakugo lo odiaba, quizás por eso mismo lo decía,  porque mientras Bakugo lo odiara jamás habrían cambios, y a ella eso le asustaba, no quería aceptar, no quería verlo, porque estaba mal, porque no era debido, porque era imposible.

Pero allí estaba, negándose a secarse dentro de su pecho, una pequeña semilla germinada que comenzaba a dar raíces a su cuerpo,  que le llenaba de calidez, que le hacía sonreír tontamente cuando escuchaba su nombre salir de los labios del rubio, que le hacía siempre buscar su nuca, porque su brote era de esperanza, de vida,  todo lo contrario que creía que nacía en el cuerpo de Bakugo, y quizás no estaba tan equivocada, porque ella era su cura, pero también el detonante de su maldición.

El poder de dar fin. 『Kacchako』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora