Él.

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Desde el primer error que cometió Uraraka había tenido mucho cuidado en sus acciones, por eso, apenas abrió los ojos, lo primero que hizo fue por preguntar por Bakugo, estaba segura que se estaba culpando de todo.

No le quisieron responder, y eso le llevó a enojarse muchísimo, confiaba a ojos cerrados en Deku, y Todoroki también se había ganado parte de su respeto, pero, ¡Era muy injusto que no quisieran decirle cómo estaba Bakugo!.

Allí fue que cometió el primer error, intentar ponerse de pie.

Terminó en el suelo, notando lo delgada que estaba, como sus huesos se miraban a través de su piel, y quizás entendió el porqué no querían decirle nada, el porqué Deku había llorado apenas la vio abrir los ojos.

Se enteró con más calma que había estado en coma casi tres años.

Fue bastante difícil de asimilar, primero pensó en sus padres, todo lo que debieron sufrir por su culpa, por las cosas que debieron pasar al verla no despertar cada día,  y luego, un segundo después estaba pensando en Bakugo, en la culpa calcomiendolo, si se mostraba así frente a él quizás sería lo peor que le hiciera, porque quería asegurarle que nada de lo que le hizo logró lastimarla, lo que más le hacía era falta, solo eso, quería tenerlo a su lado de nuevo, abrazando su cuerpo, repitiendo las palabras que fueron dichas en el parque como un embrujo cada día para recordarle que estaba vivo.

Esperaba que estuviera vivo.

Se dio cuenta que era muy cuidada al ahora tener un cabello largo que le llegaba a la cintura, bien cuidado, desenredado, con su flequillo bien cortado, seguramente esa fue su madre, dios, quería verla tanto.

La fuerza fue lo que jamás le abandonó, siempre tuvo el objetivo de volver a caminar, de hacer su vida normal y alcanzar a los héroes que eran sus compañeros, ¡Jamás pensó en dejarse vencer! Y solo allí se podía permitirse verlo, porque, había averiguado que seguía con vida, gracias a Kirishima, quién destrozado la abrazó cuando la vio con los ojos abiertos, agradeciendo que su amigo no la había matado.

El propósito de su vida fue volver a caminar, en recuperarse, en verle, sabía que Bakugo estaba luchando de una u otra manera, Kirishima a veces le contaba de las charlas que tenía con Bakugo cuando lograba verlo, y a pesar que no era siempre, esperaba cada día esa cabellera roja que venía con una mirada llena de alegría al ver cómo cada día se recuperaba, jamás creyó convertirse en alguien tan cercana con Kirishima, pero agradecía tanto serlo ahora, más porque sus tontos amigos se negaban a decirle del estado de Bakugo, y a pesar que Kirishima sí le hablaba del rubio, jamás le dijo más allá de sus emociones. 

Le ayudaba a pasar cada día. 

Fue un año, un largo año que le llevó a recuperar su peso normal, un largo año dónde recuperó todas sus funciones motoras, ¡Y mucho más que ellas!, se volvió fuerte, apenas logró caminar de nuevo comenzó a entrenar, quería que Bakugo le viera fuerte, que le viera a los ojos sin tener culpa alguna, porque él no tenía culpa de nada. 

Sólo allí se permitió verlo. 

Peinó su cabello con sus manos por tercera vez mientras esperaba, estaba nerviosa, le costó mucho conseguir el permiso para entrar a la institución dónde tenían recluido a Bakugo, ¡La conocía!, claro que sí, era la misma dónde tenían a All for one hace tiempo, le costó mantenerse quieta, movía los pies, los golpeteaba contra el suelo, y a veces, sin querer hacía volar la lata de café que tenía entre las manos, ¡Sí que era difícil de enfrentarlo!. 

¿Tendría el cabello largo?.  Quizás más alto, más musculoso... ¿Seguiría con esa mirada fiera en su rostro?. Se le coloreó un poquito el rostro, a lo que se tocó las mejillas con las puntas de sus dedos, nerviosa, teniendo una sonrisa tonta en los labios de puros nervios y expectativa, dios, quería tanto verlo. 

Un guardia le dijo que ya podía pasar, dejando su celular y comunicadores fuera, y así lo hizo, cualquier cosa por verle. 

Sintió ganas de llorar apenas le vio. 

Su cabello era corto, uno de sus ojos estaba cubierto por un parche, su cuello tenía vendas, sus brazos tenían vendas, todo él era vendas, su cuerpo era delgado, a pesar que tenía musculos, no eran los músculos que esperaría de él, además, sus ojos.. esos bellos ojos rojos estaban apagados, incluso cuando le miraron, incluso cuando sus ojos se conectaron, no hubo una real respuesta, era cómo si estuviera ausente, cómo si su Bakugo no estuviera frente a ella. 

Pero mantuvo la sonrisa, una tenue y firme sonrisa, caminando lentamente hacía el vidrio, sin llegar a tocarla. 

  — Bakugo-kun, estoy en casa — 

Dulce, suave, como un susurró para evitar que su voz se quebrara, habló, mirando directamente a Bakugo, ese que pareció reaccionar, volteando su único ojo visible hacía ella, pareciendo querer enfocar, y luego, luego de unos segundos pudo ver como de ese ojo, incluso del cubierto las finas lágrimas comenzaron a brotar, una tras de otra, formando un río en su rostro que cruzaba las marcas de golpes, que cruzaba también los parches, que caían al suelo, y allí, con pasos torpes, Bakugo caminó hacía el vidrio, dónde apoyó su mano, huesuda, delgada, con cortes por todos lados, incluso pálidas, y Uraraka no dudó ni un segundo en apoyar la suya en el mismo lugar, ahora ambos derramando lágrimas, ahora ambos apoyando sus frentes en busca de sentirse incluso con el cristal de por medio. 

Pero Bakugo era bajo, casi tan bajo como ella, la altura que esperaba jamás pasó, en su caso era natural, no se movió en tres años, pero él... sólo indicaba lo mal que lo pasó, ojalá hubiera ido antes. 

Bakugo cayó al suelo de rodillas y Uraraka bajó junto a él, deslizándose con cuidado por el vidrio, siempre queriendo ver sus ojos, pero los ojos de Bakugo estaban cerrados, como si no quisiera ver. Y así era, porque no quería abrir los ojos y ver que de nuevo era un sueño. 

 — Kirishima bastardo, debiste decirme —  

Gimió en un gruñido de dolor, a lo que ella se rió porque Bakugo estaba sonriendo, una sonrisa apenas y visible, pero allí estaba, iniciando una vida nueva. 

  — Después le golpearemos juntos, porque a mi tampoco me lo dijo — 

Se quejó Uraraka en una pequeña risita, limpiando su nariz con el dorso de su mano para retirar la mucosidad que se había apilado, ambos no podían dejar de mirarse, Bakugo sin abrir los ojos pero sin despegar su frente y Uraraka apenas pestañando para no perderse ni un segundo de él.

Porque de ahora en adelante, jamás dejaría que se le escapara una oportunidad de estar junto a él, porque él era su vida, exactamente como ella era la suya.  

El poder de dar fin. 『Kacchako』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora