10.

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Santiago.

Probablemente mi actitud acompañada de mi sonrisa era evidente para mis amigos aunque solía ser un chico alegre, muy pocas cosas en la vida lograban amargarme y como no era mi normalidad, mi predisposición siempre era la misma, sin embargo para ellos había una diferencia desde la noche a la mañana, y no negué ni afirmé nada a pesar de que sus apuestas ya estaban en sus mentes. Una vez que Lupe se durmió la siesta, les conté y el misterio se acabó, sabían cómo y con quién se originaba mi sonrisa y pudieron molestarme con razón, excepto Caro, ella no me dijo nada y comenzaba a inquietarme su indiferencia, pero darle más trascendencia de la merecida era en vano, no me servía para el momento que estaba pasando.

Me sentía bien conmigo mismo y con muchísimas ganas de ver a Aitana de nuevo, desde la noche anterior que llegué a mi casa no pude dejar de pensar en las posibles adversidades que se nos cruzaran y hasta para eso estaba entusiasmado de resolver. Mi hija sin duda no era una, pero que ella lo tomara con la misma importancia, me compraba mucho más porque se notaba que era sincero, y desde entonces fabulaba con un posible encuentro entre ellas después de ver con más claridad el camino que íbamos a tomar, que sin duda esperaba que fuera el correcto. Ella me gustaba, y no sólo físicamente hablando porque era hermosa, de eso no tenía nada para decir, pero su increíble personalidad y lo bien que me sentía cuando pasábamos el tiempo juntos me dejaba encandilado, y apostaba a eso sin preámbulos.

—La última vez se quedó perfecta, espero que esta vez sea igual.

—Sí seguro se queda, ¿o no Lulú, te vas a quedar toda la peli sin querer salir de la sala? —le pregunté y ella me miró sin entender. —En el cine hija, ¿te vas a quedar toda la película?

Ti.

—Por favor no hagas renegar a la abuela, la peli que vas a ver está buenísima, te va a re gustar.

Ti papi.

—Bueno vamos yendo que el abuelo nos espera en el auto, dale un beso y un abrazo a papi que te va a ir a buscar mañana Lu. —le dijo mi mamá y yo me agaché para extender mis brazos y recibirla, ella contenta se tiró y se rió cuando la apreté con fuerza.

—Ay por favor cuánto te voy a extrañar, voy a llorar mucho sin vos.

No papi, babie queda. —me dijo señalándome nuestra pieza, yo miré hacia atrás y en la cama estaba su Barbie, la que siempre me dejaba cuando dormía con su abuela. —esa con vos.

—Bueno voy a dormir con Barbie entonces para no extrañarte tanto. —hice puchero y ella me sonrió ampliamente, lo que me hizo volver a agarrarla para comérmela a beso. —Ay te amo, te amo, te amo.

¡Papi no! —chilló entre risas y me agarró la cara para que no siguiera. —No comas.

—Bueno no te como más, portate bien eh, a la noche te llamo... ¿te amo sí?

Ti, te amo. —dijo y dándome el último beso, se agarró de la mano de su abuela para caminar hacia la puerta.

—Tengan cuidado, Lupe siempre de la mano de la abuela, no corras adelante.

—Tranquilo, nos vamos a portar re bien. —dijo mi mamá y se acercó a saludarme. —chau amor, nos vemos mañana.

—Chau ma.

—Decile chau a papi Lu.

Tau papi.

—Chau mi vida, te amo. —le tiré besos hasta que se subió al auto y mi papá la aseguró en la sillita que le habían comprado para cuando la llevaban a pasear. Arrancaron el auto y ella siguió saludando y tirándome besos, lo que me hacía sonreír y sentir en el pecho un vacío enorme, el mismo que sentía cada vez que se iba y sabía que no iba a dormir conmigo en la noche.

Más de Dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora