34.

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Santiago.

Emiliano se había ido físicamente y aunque yo no lo conocía y tampoco tenía un motivo para coincidir con él, la tristeza que me causó ver a Aitana sentir su partida fue suficiente para tener empatía y respetar sus sentimientos, dejé de lado la conexión que semanas atrás me atosigó y acompañé a mi novia con lo único que podía darle, mi abrazo y compañía. Ella lloró cuando el llamado irrumpió nuestra irrealidad, se lamentó y su corazón se contrajo con un dolor profundo, pero entendió y después de un rato, pudo decirme que sentía paz y de la misma forma creía que él la tenía.

Esperamos el tiempo suficiente y fuimos junto a Jime y Guido, a la clínica donde aún estaba su mamá y esperaba firmar papeles, lo que ayudó para que se encontrara con Aitana y se dieran un abrazo sentido, la simple sonrisa amarga de la señora al agradecerle su presencia en la vida de su hijo el tiempo que compartieron juntos, a mí me hizo sentir bien, ella era un diamante de persona y estaba seguro que Emiliano se sintió igual de afortunado que yo de haberla cruzado en el camino, solamente nosotros dos podíamos saber lo que era encontrarse con alguien como Aitana y me alegraba que a pesar de su corta vida y su desafortunado final, a él también le haya tocado.

—Creo que va a ser mejor que vayamos.

—Pero acabamos de llegar Aitu.

—No podemos hacer más Jime, ella necesita estar tranquila y con su gente.

—Y Pedro quedó en avisarme cualquier cosa, me va a decir cuando sepan dónde lo van a velar. —dijo Guido coincidiendo. —es mejor que nos vayamos, y pasemos en el día un ratito a saludar.

—Bueno, como quieran.

No fue oportuno volver a sensibilizar a la madre y como estaba de un lado para el otro y mucha gente comenzaba a acercarse, nos fuimos a descansar ya que eran las cuatro de la mañana y dentro de tres horas yo debía levantarme. Dejamos a los chicos en su casa y fuimos a la de Aitana de nuevo, teníamos poco tiempo para dormir antes que mi mamá y Lupe se despertaran, por lo que nos acostamos intentando conciliar el sueño lo más rápido posible.

— ¿Te dormiste?

—No... no puedo. —le dije refregándome la cara, a pesar de tener el cansancio de todo el día anterior y estar por cumplirse casi todo un día sin dormir, la adrenalina no me dejaba cerrar los ojos y descansar. —No puedo ir a trabajar así.

—Yo tampoco, pero aunque queramos quedarnos Lupe va a estar descansada y no vamos a poder dormir.

—Sí, es verdad... creo que voy a tener que llamar a mi jefe y preguntarle si me da el día, porque no puedo ir así.

—A mí seguramente me lo dan, podemos ir a buscar a Lupe, llevarla al jardín y venir a dormir un rato, después la buscamos.

—Bueno, entonces quedémonos despiertos hasta que se haga la hora, total falta... —me levanté un poco y agarré el celular de la mesa de noche para encenderlo, la luz me cegó un poco y me di cuenta lo mucho que me ardían los ojos por el cansancio pero no tenía sentido que los cerrara. —una hora y media para llegar a lo de mi mamá, despertarla y prepararla.

—Está bien, igual no me puedo dormir así que ni lo intentemos. —dijo y se levantó pasando por encima de mí para bajarse de la cama e ir a encender la luz, al volver noté de cerca cómo sus ojos estaban chiquitos por el llanto y el cansancio acumulado, por lo que la abracé fuerte y nos mantuvimos un rato de esa forma. — Qué difícil es para los que se quedan, afrontar la inexistencia de alguien que quisiste mucho... prefiero quedarme con la sensación de haber terminado nuestra historia porque merecíamos encontrar a nuestros amores verdaderos,... me hubiese hecho muy bien enterarme que encontró la misma felicidad que yo.

Más de Dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora