2.

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Santiago.

En la circunstancia de vida que me encontraba la resaca no tenía ni que hacerse notar, debía bastarme con tomarme algún calmante fuerte y darme un baño rápido para quitarme la pesadez que me imposibilitaba estar cuerdo. Pensar en dormir era como un sueño, y si lo lograba, más de dos horas iba a ser imposible, por lo que asumí mis consecuencias y las enfrenté al terminar de cambiarme, hacerme presente en la cocina mientras todos desayunaban, inclusive mi hija.

— ¡Papi! —chilló más efusiva de lo que hizo en cuanto me vio hacía veinte minutos atrás, lo que agradecí porque por un momento, no medí la gravedad de la situación, era la primera vez que me veía dormir al lado de una chica que no conocía, eso podía ser tema en cualquier momento entre nosotros y debía prepararme, sin embargo su humor mañanero no le permitió hacerlo en el momento y fue casi la gloria.

—Buen día bebé. —la levanté en brazos y besé su mejilla, ella se aferró a mi cuello y me apretó fuerte, amaba aferrarse de esa forma a mí y me encantaba, pero con tanto dolor de cabeza, lo soporté unos pocos minutos y la besé yo para sentarla nuevamente en su sillita. — ¿Dormiste bien con la titi?

Ti.

—Lulú preguntale a papá si él durmió bien. —le dijo Lucho y yo lo fulminé con la mirada, él se rió y le insistió a Lupe que me preguntara.

¿Domite ben papi?

—Sí mi amor, gracias.

¿Y la nena?

— ¿Qué nena?

La nena papi. —me dijo como si fuese obvio. Lucho y Juan estallaron en carcajadas, logrando que ella centrara su atención en sus tíos y re riera también, sin entender por supuesto. Rodé los ojos y me masajeé las sienes de camino a la heladera, Caro estaba concentrada en la cocina y ni siquiera me miró, tampoco me alcanzó como siempre mi taza, por lo que me acerqué a agarrarla por mí mismo.

—Qué onda Caro.

—Mmm.

— ¿Durmió bien?

—Ajá.

—Perdón que no te la haya ido a buscar, me quedé re dormido. —le dije mientras me preparaba un café con el agua que parecía estar caliente, no respondió pero cuando la miré simplemente asintió concentrada todavía en lo que estaba haciendo, cocinando el almuerzo ya que le tocaba a ella.

Pa, titas. —me pidió Lupe cuando me senté a su lado, le alcancé las galletitas y al querer enfocarme en mi desayuno, no pude evitar sentir la mirada de los dos estúpidos que tenía como amigos, los miré y ambos volvieron a reírse en código, como si no entendiera de qué se reían. Mi hija les habló con poca claridad. — ¿Qué ríen titi?

—De nada, de nada amor, un chiste.

Ahh.

—Basta. —determiné yo y volví a mi café. No llegué a tomar ni dos sorbos que Lupe quiso bajarse, así que aprobé que hubiera terminado todo lo de su taza y la bajé para que fuera a jugar. Fui estúpido en realidad porque sabía que era rienda suelta para ellos y ni pude terminar de poner en el suelo a mi hija que comenzó el cuestionario.

—Cada vez te las elegís mejor eh.

— ¿De dónde la conociste?

— ¿Es necesario ahora? Se me parte la cabeza.

—Sí obviamente, ¿cómo te animaste a traerla? —preguntó extrañado Lucho y respiré hondo encogiéndome de hombros. —Me pareció tan raro...

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