Aitana.
Internamente deseaba que llegara al fin el día en el que volviera a ver su nombre en la pantalla de mi teléfono, aunque fuese un poco desesperante yo necesitaba que pasara y al fin lo hizo. Emiliano me escribió para encontrarnos y poder hablar acerca de los bienes, me dijo que no tenía intenciones de que fuera con abogados y solamente estuviésemos nosotros, lo cual me pareció correcto y acepté de verlo el martes por la tarde, cuando ambos termináramos de trabajar, en la que era nuestra casa.
Al principio del día me sentí un poco ansiosa que llegara ese momento, pero a medida que iba llegando, más nerviosa me ponía y peor me sentía, tenía un nudo en la boca del estomago y aumentaba una extraña necesidad de vomitar, me temblaban las manos, las piernas no las podía mantener quietas mientras esperaba en el auto y el corazón iba desenfrenado, sentía enorme ganas de llorar y gritar, el aire parecía faltarme y hasta llegué a morderme las uñas cuando no era un hábito para mí desde los diez años hacerlo. Lo peor, fue cuando lo vi entrar al edificio y supe que llegó, recibiendo un mensaje de su parte avisándome para que se diera el encuentro. Frío, calor, no sabía en qué fase estaba mi cuerpo, pero lo estaba descompuesto incluso cuando me puse de pie en la calle y me reafirmé a hacer lo que debía ocuparme como la adulta que era.
Tragué y respiré hondo, toqué estúpidamente el timbre y cuando me abrió, apreté los puños buscando estabilidad, al saludarme con un beso en la mejilla recordé cómo se respiraba pero incontrolables ganas de llorar me vinieron y mi mejor opción fue recordar la sonrisa de Santiago, lo que me trajo calma y estabilidad por más cruel que fuera para el momento.
—Hola.
—Hola... pasá. —me dijo y entré a la que era mi casa. Había estado hace pocos días así que recordaba exactamente cómo estaba todo, por lo que ni me ocupé de revisar los detalles porque era en vano. — ¿Cómo estás?
—Bien, ¿vos?
—Bien, me fui unos días a la isla para desconectar un poco, vine ayer.
—Qué bueno.
—Sí, necesitaba unos días para mí, pensar un poco.
—Me imagino, bueno...
— ¿Vos cómo estuviste?
—Muy bien por suerte, estoy con Jime pero buscando un departamento para mí, ¿te parece si arreglamos esto, me puedo sentar?
—Sí Aitu, es tu casa... todavía lo sigue siendo.
—Ya no la siento mía. —hice una mueca sentándome en la que era mi silla, probablemente sí lo era porque había pagado por ella pero quería asegurarme de lo que me iba a quedar o no con rapidez. —Bueno este juego de sillas y la mesa la compré yo.
—Está bien podés llevártela, pero como imagino no viniste con un flete, cuando me digas podés venir a buscarla, en eso yo voy a comprar uno.
—Ok, el auto como está a mi nombre pensaba que podía darte la mitad, no tengo ya la plata pero si me das dos meses te la deposito toda.
—Bueno.
— ¿Querés la cocina o la heladera?
—Prefiero la heladera, estoy poco acá...—dijo sentándose frente a mí pero no lo dejé terminar, no me interesaba cuánto tiempo pasaba en la casa porque ya lo sabía.
— ¿El lavarropas o el microondas?
—Elegí vos.
—El lavarropas, yo me puedo llevar la tele y vos quedarte con la Play si te parece.
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Más de Dos.
Teen FictionSantiago tenía pocos objetivos que cumplir en la vida para considerarse satisfecho, terminar el colegio, trabajar, terminar una carrera y seguir la línea de vida de cualquier chico de su edad, pero su plan se vio afectado cuando su novia, a los diec...