Capítulo XV: La Pesadilla

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Camino por los pasillos de la universidad buscando a mis amigos, pero cada aula y cada oficina a la que entro, está vacía, voy a la recepción, no hay nadie, es entonces cuando me percato de que las puertas principales están cerradas, estoy atrapado en la universidad, no hay escape, recorro los pasillos nuevamente, antes de que pueda llegar al final del pasillo de abajo, se aleja más y más, me canso, dejo de correr, una voz a mi espalda me alerta – Andrés – volteo y es Aranza – Te amo – sus palabras hacen un fuerte eco que me atormenta, camina hacia mí, intento correr pero, algo sujeta mis pies, observo, estoy en arenas movedizas, me hundo poco a poco, ella ya está sobre mí y me roba el aliento con otro beso, no se despega de mí, al menos no hasta que mi cabeza está casi hundida sobre la arena – Te amo – repite haciendo otro eco que atormenta el lugar, intento pedir ayuda pero estoy mudo, cada palabra que digo es vacía y me hundo totalmente en las arenas.

Todo está totalmente oscuro, una pequeña luz ilumina el lugar, está todo azul, es cuando me doy cuenta de que estoy en medio del mar, ahogándome, no hay aire, se va el aire, las burbujas salen de mi boca quitándome poco a poco el aire, escucho voces en medio del océano, son mis amigos, son todos, llaman mi nombre – Andrés, ¿Dónde estás? – dicen cada uno de ellos, observo a mi alrededor, una pistola 9mm está flotando cerca de mí, una voz totalmente desconocida retumba en mis oídos – Los sueños mueren cuando muere el soñador, y tú ya estás muerto – el arma me apunta por sí sola y se dispara, la bala va muy lenta en el océano, intento esquivarla, pero parece que más lento soy yo, no puedo esquivarla, el aire se me está acabando, la bala atraviesa mi pecho, justamente donde está mi corazón, el dolor hace que abra la boca y se termine de ir todo el aire que me quedaba, cierro los ojos lentamente.

Me doy un fuerte golpe contra el suelo, parece que caí desde muy alto, me levanto del suelo mirando alrededor, estoy de nuevo en la universidad, estoy en un aula, pero las luces están apagadas, y es de noche, examino mi cuerpo en la oscuridad, tengo un agujero en el lugar donde debería de estar mi corazón, y una herida en la cabeza por la cual estoy desangrándome, escuchó un ruido, un llanto, veo a mi alrededor nuevamente, se escucha una voz familiar – Lo siento – me acerco a ella – Lo siento – se vuelve a escuchar – Lo siento – finalmente encuentro el origen de la voz, es Daniel, está oscuro pero lo veo, sentado en una silla mientras repite esa palabra – ¿Daniel?, ¿Qué haces aquí? – está llorando – Lo siento, Andrés – me dice – Perdóname – Extrañado le pregunto – ¿Por qué te voy perdonar? – Se seca las lágrimas – Por fallarte – Entra una violenta brisa por una ventana abierta, Daniel comienza a desintegrarse y cada partícula de él, se la va llevando el viento – ¡DANIEL! – corro para cerrar la ventana, pero la brisa me ataca y me golpea contra la pared, intento luchar contra ella, pero es más fuerte que yo, observó a Daniel, sonreír mientras derrama lágrimas de sangre – Adiós – él se desintegra totalmente mientras que la presión de la brisa hace que rompa la pared y salga hacia el pasillo, golpeándome contra la pared del pasillo.

La brisa deja de soplar y caigo muy adolorido al suelo, es enserio estoy muy adolorido, no soporto el fuerte dolor en mi pecho, me coloco de pie e intento llegar a la recepción, mientras camino, las paredes se llenan de recortes de periódicos que anuncian una muerte... la mía quizás, también dicen que desaparecí... un anciano barbado vestido con traje blanco y corbata roja me espera sentado en la recepción, apoyando sus brazos sobre su bastón – ¿Quién es usted? – el anciano me mira – La pregunta no es quién soy yo, sino, ¿Quién eres tú? – Lo miro muy extrañado – Soy Andrés – el anciano me mira emocionado – ¡Oh Andrés!, la gente habla mucho de ti, te buscan – este anciano es muy misterioso – ¿Quién me busca? – El anciano observa hacia el frente – Todos – el anciano suspira y se levanta de su silla, tomando su bastón – Acompáñame, Andrés, hay un último lugar que tienes que visitar antes de irte – Sin saber porque, comienzo a seguirlo, es un anciano muy extraño, pero me inspira confianza – ¿A dónde vamos? – El anciano me dirige la mirada – Alguien te está esperando – continúo caminando – ¿Quién? ¿En dónde? – le pregunté al anciano – A veces, solo tienes que dejar que las cosas fluyan, confía en mí, jovencito – Sigo al anciano hasta el final del pasillo, hay una puerta allí.

Hace un minuto mencionó sobre que tengo que irme, ¿irme a dónde? – le pregunto al Anciano – Pronto lo descubrirás – me responde aquel anciano dejando el suspenso en el aire – bien, es aquí – Dice observando la puerta al final del pasillo, coloca la mano en la manilla – ¿Listo? – pregunta el anciano – No – el anciano hace caso omiso a mis palabras y abre la puerta, todo es tan claro, la claridad me ciega brevemente, pero al recuperar mi vista veo un hermoso campo de flores blancas – Adiós, Andrés – El anciano me empuja y cierra la puerta, caigo sobre las flores, observo bien el lugar, una mujer vestida de blanco me espera, analizo bien el lugar, este lugar lo conozco, es el risco del Club de Golf de Zarabón, sólo que con muchas flores, y esa espalda, la de la mujer que me espera al borde del risco, también la conozco, la he visto antes, la veo cada noche al dormir, es Ysabel.

¿Porqué lo hiciste? – preguntó Ysabel – ¿Qué hice? – pregunté muy confundido – Eso no importa ya, ya hiciste el daño Andrés, no quiero saber de ti nunca más – ella estaba aguantando un nudo en la garganta – no comprendo nada de esto – ella se voltea mientras que las flores comienzan a marchitarse – Aléjate de mí, Andrés – comienza a caminar hacia atrás, va a caer, corro para salvarla – Adiós – Ysabel se deja caer, logro llegar a tiempo para tomar su mano y salvarla, pero escucho la misma voz desconocida que escuché en medio del mar – No podrás salvarla – otro disparo suena, esta vez la bala pega en mi brazo, obligándome a soltarla – Te amo – es la última palabra que dice al soltarla, todo pasa en cámara lenta, veo como suelto su mano lentamente, como sus dedos y los míos se separan, lágrimas caen de mi rostro, miro a mi alrededor, todo el campo de flores se marchito, y el faro que estaba allí, cayó.

una fuerte lluvia comienza a caer, y el anciano aparece con un paraguas sobre mí – Dime Andrés, ¿Qué harías por amor?, ¿Irás por ella? O ¿te quedarás aquí sufriendo? – miro al anciano – Ya es tarde, cayó – el anciano sonríe – nunca es tarde para el amor, volveré a preguntártelo Andrés... ¿Qué harías por amor? – Estoy desorientado, no sé que está sucediendo, pero tengo claro lo que haría por amor – Me tiraría de este risco para salvarla – El anciano arquea una ceja – ¿Aun sabiendo las consecuencias? – me coloco de pie – Si, aun sabiendo las consecuencias, lo haría – El Anciano me sonríe nuevamente – ¿Entonces que haces aquí todavía?, tienes una chica que salvar – me coloco al borde del risco y le hago una última pregunta al anciano – ¿y si no lo logro? – el anciano aun manteniendo la sonrisa me dice – Entonces la habrás perdido para siempre – Observo el risco, Ysabel está suspendida en el aire – Pero mira el lado positivo, si eso es así, entonces tendrás toda la eternidad para intentarlo – Continúo mirando al fondo del risco – ¿Intentar qué? – el Anciano comienza a desvanecerse y me dice unas últimas palabras – Reconquistarla, para tenerla por siempre junto a ti, ve por ella – Él se desvanece, y yo vuelvo la mirada al risco, ¿Qué locura es esta?, no lo sé, pero no lo dudé ni un segundo más, me lancé, todo pasa en cámara lenta, veo como un rayo cae entre nosotros dos iluminándolo todo...

06 de Octubre de 2019

Abro mis ojos nuevamente, como cada mañana y están los de ella observándome mientras sonríe – Buenos días, mi feo durmiente – me dice con una sonrisa – Buenos días, mi bella madrugadora – su mirada y la mía demuestran todo el amor que nos tenemos – Soñé contigo otra vez – Ella sonríe - ¿Y esta vez que soñaste? – ¿Como decirle que soñé que la perdía?, no podía – Que me tiré desde un risco solo para salvarte – Ella se rio de mí – Eso si que es ser un loco – Sonreí – Lo sé – le dije mientras acariciaba sus mejillas con la punta mis dedos.

La Melodía del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora