"Disculpa los malos pensamientos"

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"De rojo te ves bien, combina con tus ojos y tu piel..."

Hace ya mucho tiempo que jugamos preguntas y respuestas por el simple hecho de estar aburridos y pasar el rato, todo por medio de WhatsApp.

En uno de tus turnos me dices:

- Cuéntame algo muy secreto de ti, algo que nadie sepa.

En aquella ocasión decidí hablarte a medias sobre lo que viví con Alex, nuestra pequeña aventura. En el primer texto de la carta "Todo es mental" te lo conté por primera vez a detalle y, en el hipotético caso de que lo nuestro haya sido importante para ti aunque sea en una mínima cantidad, espero que nunca lo sepas.

Cuando escribí esa carta no creí que tendría tanta relevancia como ahora, en la que resulta ser vital para explicarte ciertas cosas.

Por aquel entonces sólo te dije que había ciertas cosas que hacia con un amigo en la oficina del taller de ganadería en secundaria, incluso tu insistencia estaba a tope cuando me dijiste:

- Si, pero hay algo que no has dicho, omites algo... XD

Aunque era más que obvio, pero bueno. Después vine el reclamo:

- Vamos ¿Eso es lo más secreto que tienes? XD

La respuesta es no. Si bien es cierto que lo de Alex es algo que nadie supo nunca, también ocurrieron otras cosas.

¿Sabes qué? Voy a contarte nuestra corta pero significativa (para mí) historia.

Lo conocí en segundo de secundaria, el año en que tú ya no volviste más.
Era un chico flojo, arrogante. Fastidioso a más no poder. Pero me gustó. Creo que más por el hecho de compartir ciertas similitudes físicas contigo, una de ellas tu blanca piel.
Con el paso del tiempo, en tercer año, caímos en un juego que pronto nos llevó a ambos a experimentar ciertos placeres; llevarlos a cabo en un escenario escolar, hacía que se volvieran más que prohibidos. Si deseas que lo llame por su nombre vulgar, entonces la palabra es Faje.

No. Nunca tuvimos sexo. Tenía quince años y por supuesto que no iba a tomar la oportunidad de correr riesgos innecesarios para mi edad. Pero fajábamos. Tocaba y permitía que él me tocase a placer. Amigos con derechos.

Pero detrás de eso hay algo más. Por fin sabrás aquello que es en verdad prohibido de mí. Algo que nadie más que yo lo sabe y que hasta hace apenas un par de días ha adquirido nombre.

Alex solía ser una persona con muchos problemas familiares y sociales. Era un chico bastante problemático que, aunque su medio para canalizar la ira, desde la infancia, es la práctica en las artes marciales, también era un adicto a la auto lesión. Sus brazos estaban cubiertos de cicatrices prominentes hechas por navajas (o vete tú a saber con qué otros utensilios), algunas incluso de varios años.
Me gustaría que hubiera tenido la confianza de contarme la historia detrás de cada una de ellas. Era/es una persona tóxica. Me encantaba. Mediana estatura, cuerpo esculpido por varios años de dedicación al Kárate, ojos verdes ambarinos, exquisitos labios y lo una piel de porcelana que era mi perdición.

Un día intentamos algo nuevo. Dentro del taller aguardamos por casi tres horas a que llegaran nuestros compañeros (día de cosecha). Se despojó del suéter y la camisa del colegio y dejó al descubierto la inmaculada piel de su espalda. Se quedó de espaldas a mi.
Me pidió que buscara en el fondo de su mochila hasta dar con un estuche negro y me dio instrucciones de abrirlo. Dentro encontré un pequeño objeto de instrumental médico: un bisturí. Lo tomé con cuidado y le di vuelta entre mis dedos.

- ¿Esto qué significa?

Esperó un momento antes de responder.

- Significa que quiero que me cortes...

Eso me descolocó por completo. ¿Cortarle? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Yo? ¿Quería que yo lo hiciese? Supongo que intuyó mis pensamientos por que se apresuró a aclarar:

- Quiero cuatro cortes diagonales, dos en cada omóplato. De 5 centímetros aproximadamente. - Ladeó un poco la cabeza hacia la izquierda y me sonrió. - Es que no alcanzo a hacérmelos yo mismo.

Cuando era niña le tenía fobia a la sangre. Los vasos sanguíneos en el interior de mi nariz se rompen con mucha facilidad, más que nada a causa de la exposición prolongada bajo el sol, por lo que era una de las causas por las que me ponía a gritar como una histérica.
Al llegar a la adolescencia le fui tomando el gusto a verla. Incluso llegué a probar su nada desagradable sabor.

Recordarlo me dio valor para proceder con su encomienda. Comencé con el omóplato derecho. Sostuve el bisturí lo más firme que mi temblorosa e inexperta mano me permitió y lo clavé la punta con cuidado en su carne. Escuché un suspiro entrecortado de fascinación. Tracé dos líneas paralelas diagonales en dirección a la columna vertebral. Después fui a por el izquierdo.

Te juro que nunca vi nada semejante. Esa tarde, en ese taller vi arte. Vi a un ser humano poniendo en mis manos su integridad física, y a mi disposición su propio placer. Placenteramente doloroso para él. Fascinante de presenciar para mí.

Acerqué mi nariz y recorrí la piel de su espalda e inspiré profundamente, inspirando el dulce aroma de su fragancia mezclado con sudor. Me acerqué demasiado a las heridas infligidas hace apenas unos segundos y, cuando no pude resistir más la tentación, por fin le pregunté:

- ¿Puedo beberla?

Sé con certeza que es una pregunta que no se esperaba y de nuevo espero unos segundos antes de responder, afirmativamente.

Ver aquellas gotas de líquido carmesí bajando por ese pálido lienzo me provocó mil emociones. Acerqué mis labios a esos pequeños cortes superficiales y los humedecí con aquél néctar de la vida.

Sentir su sabor en la punta de la lengua fue... Fue como alcanzar el éxtasis...

Es... Una sensación exquisita, imposible de describir con palabras...

Lo repetimos unas cuantas veces más. Cada una más adictiva para mi libido que la anterior.

Después de casi tres años preguntándome si este peculiar gusto por la sangre era "normal", hace un par de días finalmente encontré el nombre del mismo; es una parafilia y se denomina Hematofilia.

Según un portal en Internet "La Hematofilia, como su nombre indica, se trata de la atracción por la sangre, y en muchos casos, de la excitación sexual al ver la sangre y al beberla y chuparla. Es por esto, que muchos relacionan esta filia con el vampirismo, aunque parte de los que la padecen no se consideran a sí mismos vampiros.

En la gran mayoría de los casos, cuando estas persona tienen una pareja, la someten a cortes y rasguños (o se los hacen a sí mismos), para poder saborear la sangre mientras tienen relaciones sexuales. Además, suelen sentir más atracción hacia la sangre sobre personas desnudas o que estén casi desnudas."

Si bien podría poner en práctica dicha parafilia con cualquier amante que me lo permitiese, no me gusta hacerlo. La piel pálida es mi delirio. Es como un nuevo lienzo en cual pintar. Por eso te deseo. Tu inmaculada piel de porcelana siempre fue objeto de fascinación para mis ojos. La deseo, te deseo. Incluso desde la tercera vez que se lo hice a Alex no dejé de desear que fueras tú. Que voluntariamente te entregases a mis manos como lo hizo él en su momento.

Cortar esa piel tan blanca y perfecta que posees sería mi delirio. Beber de tu sangre mi perdición. Sólo Dios sabe si me volvería más loca de lo que creo que estoy. La deseo... Te deseo... TE DESEO, MALDITA SEA... Por favor, déjame hacértelo...

Para Mi Amor ValienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora