Capítulo 38.

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Esa noche me acoste temprano, pero no pude dormir hasta muchas horas después.
Pasé mucho tiempo mirando el techo con las manos en la nuca pensando una solución; pensando en algo que pudiera hacer para remediar esta situación. Pero no podía imaginarme nada.

Por un lado estaba el hecho de que Mía se quedaría sin estudiar si no pagaba la escuela. No iba a aceptar mi dinero, así que estaba en problemas.
Además, de poder solucionar eso, de cualquier no estaríamos juntos. Yo tendría que irme de la ciudad quizá enbunos días y eso no iba a cambiar con nada.

—Vamos, Ely, piensa— me dije a mi mismo mientras me levantaba de la cama.

Dejar a Mía no era una opción, pero tampoco podía hacer que mi familia cambiara toda su vida porque me enamoré de ella.

Puse mis codos sobre mis rodillas y me alborote el cabello.

No estaba pensando claramente, sólo quería quedarme con ella. Llegue a imaginarme una escena descabellada donde ella...Un minuto...¿Estaría tan mal esa opción?.

Di un salto y corrí hacia mi computadora.

—¿Cómo no lo pensé antes?.

Abrí la laptop y comencé a teclear rápidamente.

Amelia Gold Viotti.
Expediente escolar.
Excelencia académica...

¡No había razón para que esto no funcionara!.

Pasé entonces toda la noche moviendo los dedos sobre el teclado y charlando por correo electrónico con personas influyentes.
Todo funcionaría si su padre lo permitía.

.-.-.-.-.-.-.-.

Para cuando todos se levantaron en la mañana yo corría de un piso a otro en la mansión sacando copias de documentos e imprimiendo algunos otros.

Mi padre se quedó de pie en medio de las escaleras esperando a que yo me detuviera, pero eso era imposible, así que me tomó de la camiseta y me regreso al escalón donde él estaba en una de mis muchas vueltas.

—Buen día, padre. Espera, tengo que ir a...

—¿Qué estás haciendo, hijo? ¿Tarea?.

Suspiré y me quedé quieto. De cualquier manera tendría que decirle tarde o temprano.

—Tengo una idea...

—Muero por escucharte.

—¡Una magnífica idea que resolverá dos de mis grandes problemas!.

Mi padre miró hacia otro lado y se tocó el tabique.

—Ya hablé con tu madre sobre el psicólogo. No pensé que fuera a pedirte que fueras de verdad...

—Un momento, ¿Qué?.

—Oh, ¿No te referías a eso?— volvió a mirarme y negué. —Bueno, ¿Entonces de qué hablas?.

Ignoré el peligro qie corría de ir involuntariamente al psicólogo y me centre en mi idea.

—La beca de Mía en la preparatoria fue revocada y no quiere aceptar que le pague su educación...

—Como toda mujer independiente. Me lo esperaba— se rió. —Por supuesto que no te quedaste tranquilo.

—¡Por supuesto! Yo acepté su decisión...y despues me pasé toda la noche planeando como recurrir a un plan diferente, pero no importa— le entregué los papeles que tenía en la mano. —Lee esto y dime que no soy un genio.

Se acomodó los anteojos y los leyó. Con el simple cello supo de qué se trataba.

—¿En qué momento firmé la carta de recomendación?.

—Oh, es entré a tu cuenta de negocios desde mi computadora con un programa que yo mismo hice y después la firme electrónicamente como lo haces con todos los documentos de tu trabajo.

Me miro sorprendido.

—Impresionante— me entregó los papeles. —¿Preferiste hacer todo eso a esperar a que me levantara por la mañana?.

—¡No tenía tiempo para eso! ¿Qué opinas?.

Soltó una carcajada.

—Dire que te pondré a trabajar conmigo en la empresa si logras que Mía acepte tu propuesta— me dio una palmada en el hombro. —Suerte con eso, hijo.

—¿Entonces estas de acuerdo con esto?— por un momento me hizo dudar, pero después de suspirar asintió lentamente.

—Hagamoslo.

Supe que tenía su apoyo, entonces tenía una cosa menos de qué preocuparme.
Sólo faltaban los Gold.

Corrí de nuevo a mi habitación y me cambié. Corrí hacia abajo y pasé por la cocina para tomar una galleta y salir de la casa con los papeles bajo el brazo.

Ni siquiera me molesté en encender el auto, sólo hice lo mismo que había hecho toda la mañana para llegar a la casa de Mía.

Llamé a la puerta y espere paciente. Después de un rato, su padre me abrió.

—Ely.

—Buen día, señor. Me alegra que haya sido usted quien me abra la puerta.

—¿Pasa algo?.

Claro.
Su hija no puede seguir estudiando por falta de dinero y yo me tendré que ir de la ciudad.

—Supondré que Mía le contó sobre su problema en la escuela.

—Si. Perdió la beca— se pasó una mano por la cara y sólo entonces me percaté de lo demacrado que lucía. —No sé que haré ahora, muchacho.

Sus ojeras habituales crecieron el doble y estaba muy pálido. También un olor a cerveza salía de su boca cada vez que hablaba.
Estaba asustado por el futuro de su hija.

—Por favor, no se altere, pero yo tengo la solución para todo esto.

—No puedes hablar en serio por más que lo quiera, chico. Ella me dijo que le ibas a dar el dinero pero te lo negó, yo hubiera hecho lo mismo.

Por supuesto, ella es identica a el.

—Sólo deme una oportunidad de entrar y mostrarle todo esto— levanté el montón de papeles. —Le aseguro que quedará con la boca abierta.

Esperó un momento en la puerta mirándome, pero después me abrió camino.

—Sólo no te fijes en las botellas. Estaba algo deprimido anoche.

Entré la casa y efectivamente había botellas por todas partes, pero fingí no verlas.
Pensé en Mía contandole a su padre y después en el marco de su puerta escuchando como su padre luchaba por no perder la cabeza ante tal problema.

Jamás estuve en su lugar; jamás sufrí por falta de dinero ni renuncié a nada, pero puedo imaginarme lo que debió estar sintiendo anoche el padre de Mía.

Me gire hacia las escaleras.

—¿Cree que podríamos hablar antes de que despierte? Quiero que usted me escuche antes.

Suspiró y se sentó en el sofá.

—Claro. Habla, muchacho.

Que seas mi alegría.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora