Capítulo 26.

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Me despedi de Mía y caminé hasta la puerta de su casa. Su padre estaba ahí sólo, no se si eso era bueno para mi plan o malo para la estética de mi cara.

Cuando me paré frente a la puerta de la casa Gold, después de estar indesiso sobre si hacerlo o no, me sentí seguro.
Miré la ventana rota de mi novia, miré el jardín seco y gris, miré las paredes descoloridas y la cerradura de la puerta maltratada.
Esa no era la casa que el señor que vi llorar anoche quería para su hija, y quizá con esto que planeo hacer él se convenza que ambos tenemos el mismo objetivo y queremos darle comodidades a la misma persona.

Entonces tomé valor, me paré derecho y llamé a la puerta.
En cuanto di los primeros golpes a la madera gastada escuché pasos apresurandose a abrir.

–Mía, me asustaste. Yo se que estás enojada conmigo pero no me des sustos así...–El señor Gold abrió la puerta y me vio parado ahí frente a él.–¿Tú?.

–Buenos días, señor. Quería...

–¿Dónte está mi hija?.–Me tomó del cuello de la camisa.–¿A dónde te la llevaste? Si piensas que la podrás alejar de mi estás muy equivocado, niño.

–Nada de eso, yo sólo quiero hablar con usted.–No me molesté. Jamás lo haría ahora que lo vi sufrir por los verdaderos motivos que lo hacer tratarme de esta manera.–Mía escapó desde temprano, yo no tenía idea. Pero si quiere puedo llevarlo con ella, sólo necesito que me escuche.

No fue fácil para él, pero poco a poco fue aflojando su agarre y suavizando su expresión de enojo.

–Habla ya antes de que te parta la cara.–Dijo seco.

–Gracias, señor.–Me acomode la ropa.–Anoche...no me dio la oportunidad de hablar civilizadamente sobre mis intenciones con Mía, pero yo sé que es uno de los temas que más le interesan puesto que ama a su hija. Esa es la razón por la que la cuida tanto, ¿No es así? Tiene miedo de que mis intenciones con ella no sean buenas o serias y quiere ahorrarle un sufrimiento.

Él permanecía serio, pero ya no tenia los pulos apretados. Quizá estaba enojado pero tenía la disposición de hablar para que lo llevara con Mía.

–Solo quiero lo mejor para ella.–Dijo.

–Y eso es justo lo mismo que yo vengo a decirle hoy.–Sonreí y él fruncio el ceño.–No desconfíe, de verdad. Desde que conocí a Mía quedé cautivado con ella, no es lo que se espera de una chica común, es muchísimo más interesante.

–¿Interesante?.–Se cruzó de brazos.–¿Así les dicen ahora a las jovencitas aburridas? ¿"interesantes"?.

Trata de hacerme decir algo malo de ella o de darle esa interpretación para convernserse a si mismo de que soy un mal chico.

–Claro que no. Creame que soy una de las personas a las que les han dicho más veces "aburrido" en su vida de las que puedo recordar. Pero su hija no me llamó la atención por eso, sino por la tristeza que jamás dejaba de reflejar en su rostro, supongo que lo habrá notado alguna vez.

Él asintió.

–Mira, que Mía esté triste todo el tiempo no es culpa mía. Paso más tiempo preocupandome porque tenga agua con que bañarse y comida para alimentarse que escuchando cada una de sus penas y dándole afecto.

Eso es justo por lo que vine.

–Usted tiene razón.–Dije con ambos dedos indice en alto.–Quiere que a su hija no le falte nada, pero en el proceso de mantenerla sin preocupaciones, descuida su felicidad. Es un verdadero desperdicio, Amelia tiene una sonrisa muy bella.

Toqué la palabra clave. Toqué el punto bajo del señor Gold. La felicidad de Mía.

–Muchacho, sólo soy un padre cuidando de su pequeña. Quizá se me pasen algunos aspectos y no pueda darle una bonita casa pero jamás le falta que comer, eso es lo que importa.

–De eso justo estoy hablando.–Sonreí ampliamente.–Usted y yo no somos tan diferentes, ambos morimos por hacer feliz a la misma persona. No veo porque atacarme, sólo trato de alegrar un poco los días de Mía.

–Con tu dinero no la vas a comprar.–Dijo serio.

–Lo sé, pero si puede comprar un par de cosas más para que usted pueda darse un descanso y pasar un agradable rato con su hija.

No pude haber pedido que la decoradora y su equipo llegaran en un mejor momento.

–¿Qué es eso?.–Preguntó él viendo al enorme camión estacionarse frente a él.

–Es un regalo para la familia.–Dije.–No lo tome como dinero, tómelo como algo que podrá feliz a su pequeña. Imagine su sonrisa cuando vea que no tiene que pasar frío con la ventana abierta para ver hacia la calle. Imagine que su techo esté adornado con estrellas brillantes y su cama tiene un colchón sin resortes salidos que la lastimen...Piense en que si acepta mi ayuda, juntos podemos volver toda esa tristeza que siente Mía en alegría.

–No pongas su felicidad como pretexto para que acepte, muchacho.

–¿Y porqué no?.–Pregunté.–Yo hago feliz a Mía y me encanta poder hacerlo. ¿Por qué razón me permitiría compartir con ella mi amor si no es para verla feliz?.

Entonces la decoradora bajó del camión y caminó por la calle hasta llegar a donde nosotros estebamos parados.

-¿Ely?.-Dijo levantando un tabla con papeles y muestras de telas y colores.

-Soy yo.

-Bien, por primera vez estos inútiles no se equivocaron de dirección. Soy la decoradora, aun que creo que ya lo notaste. Si nos dejan entrar ahora podemos comenzar a trabajar y terminar con la remodelacion exprés por la que generosamente pagaste.

Antes de decirle algo mas a la decoradora mire al señor Gold como esperando a que el le abriera las puertas de su casa.

-Necesitas que yo los deje pasar.-Dijo serio. Yo asentí.-Para que dejen mi casa y sobre todo el cuarto de mi hija como de ricos.-Volví a asentir.

-No todos los ricos tienen casas bonitas ni todos los pobre casa feas pero si, algo así.-Puse mi mejor sonrisa de niño bueno.

El tardo unos segundos pero después de todo asintió y los obreros junto con la decoradora entraron a la casa. 



Que seas mi alegría.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora