Capítulo 8

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Estuvimos hablando un rato más. Le conté de donde venia y todo lo relacionado con mi vida y mi familia.

–¿¡De verdad hizo eso!?.–Preguntó sorprendida.

–Por más de dos meses y yo fue el complise.

–¿Y nadie notó que podía ver?.

–Pue en realidad no. Tenía buena motivación par que nadie lo descubriera.

Le conté la historia de mi hermana y Connor. En todo ese tiempo ella no paro de sorprenderse pero nonpude lograr ni una vez que sonriera.

Cuando nos quedamos callados por un minuto me atreví a preguntarle.

–¿Te puedo hacer una pregunta?.–Dije.

–¿Tengo otra opción?.

–No.–Suspiró.–Bueno, la haré aun que ya sé la respuesta. ¿Jamás sonríes?.

Mis palabras hicieron que bajara la cabeza.

–Supongo que no tengo razón para hacerlo.

–Una persona que dice eso es una que no aprecia las cosas que le pasan.

–¿A sí?.–Asentí.–¿Cómo qué? ¿Como que en la escuela todos se rían de mi? ¿Como que mi padre no quiera que le hable a nadie? ¿Como el lugar donde vivo?...

–Como que nos conocimos.–La interrumpí.

Guardó silencio como si lo que hubiera dicho fuera muy incómodo para ella y se levantó del sofá.

–Ya es tarde.–Me dijo.

–Eso creo.–Me levanté también. –Vamonos.

Regresamos al auto y conduje a la mansión en total silencio. Estacioné el auto y la acompañé caminando a su casa a pesar de que me pidió que la dejara irse sola.

–Hasta aquí, galán. Recuerda que los vecinos hablan.

Me paró antes de cruzar la calle para llegar a su puerta.

–Bueno, hablamos mañana...

–Claro, no creo que vayas a rendirte.

–Por supuesto que...

–¡Amelia Gold!.–Escuchamos que alguien gritó desde el otro lado de la calle.

De la nada salió un hombre de la casa de Mía y se acercó a nosotros casi corriendo. Me miraba con ganas de matarme y con eso caí en cuenta de que podía ser el padre de Mía.

–¿Qué haces aquí, papá?.–Le preguntó ella asustada tratándo de interponerse entre él y yo.

–¡Entra a la casa, hablaremos dentro!.

–Papá, dejalo irse, él no es...

–¡Adentro!.–Cuando él le gritó y ella tembló frente a mí, fui yo quien se interpuso entre ambos.

–Señor, le pido que se calme. Mi nombre es...

Y lo siguiente que sentí fue un golpe muy fuerte en el rostro justo en mi ojo izquierdo.
Mis lentes salieron volando y yo en el intento por regojerlos me caí al suelo.

–¡Papá!.–Lo llamó Mía con la voz quebrada. Estaba llorando.

–Vamos a dentro, hija. Ahora.

A ella no le quedo de otra más que dejarme en el suelo para que su papá no se molestara más.

Demonios. Eso salió muy mal, ¿No?. No es así como esperas conocer al padre de la chica que te gusta.

Logré alcanzar mis anteojos en el suelo y me los puse. Descubrí que les hacía falta el cristal izquierdo.
Tendría que cambiarlos cuanto antes pero en el momento no me importó, lo único que quería era correr a llamar a Mía para asegurarme de que estaba bien.

Rodeé el cerco de la mansión y entré. Corrí a mi habitación y la llamé mientras veía por mi balcón si estaba en su habitación.
No me contestaba y tampoco se veía movimiento.

Se escucharon unos cuantos golpes secos como si hieran lanzado algo contra la pared y el teléfono dejó de darme tono.
Lo siguiente que vi fue como ella entraba a su habitación y azotaba la puerta llorando para después esconderse en una esquina del cuarto donde no podía verla.

–¿Qué fue todo ese ruido?.–Nina se asomó por mi puerta.

–El padre de Mía.–Dije entrando a la habitación.–Creo que le hizo algo.

–¡Te hizo algo a ti!.–Susurró sobresaltada acercandose para tomar mi cara entre sus manos.–Mira tu ojo, Ely.

–Eso es imposible, ¿Te das cuenta?.–Me quitó los anteojos ignoradome.

–Quedaron inservibles.–Los lanzó lejos.–Tu ojos se va a inchar y poner morado.

Miré hacia arriba mientras lo tocaba pues ya comenzaba a dolerme.

–Curalo. No quiero que lo noten nuestros padres.

–Porque sabes que si saben lo que pasó van a prohibirte que veas de nuevo a esa chica.

–Y no voy a hacerles caso. Tampoco a ti porque estoy seguro que también me lo dirás.

–¡Por supuesto! ¡Su papá es capaz de matarte!.

–No seas exajerada.

–Es muy violento. No puedo creer que te golpeara sólo por llevarla a su casa.

–Sólo cuida de Mía. Yo estoy seguro de que si me conoce sabrá que de mi no tiene que cuidarla.

–Y mientras eso pasa te golpeará cada que los vea juntos.–Se alejó. –No seas tonto, Ely, ¡Eres popular ahora! Todos te quieren conocer y tú te empeñaste con esa chica.

No podía creer que ella me dijera esto.

–No me importa hablar o convivir con ninguno de los estudiantes de esa escuela que no sean Connor, tú y Mía. Los demás pueden juntarse entre ellos.

Nina suspiró con las manos en su cintura.

–Siempre me llevaste la contraria en todo.–Dijo.

–Es mi deber.–Sonreí.

–Está bien, iré a buscar hielo y algo para tapar el moretón.

Después de todo ella sie ayudó a cubrirlo.
Me curó y quedamos en decirle a todos que mis anteojos see habían caído en una fiesta a la que había ido y por eso rambién había llegado tarde ya que todos dormían.

–Gracias.–Le dije antes de que saliera de mi cuarto.

–Como sea. Si mamá lo descubre yo no estuve de acuerdo.–Me apuntó con el dedo amenazador.

–De acuerdo.–Me levanté detrás de ella y cerré la puerta.

Me puse la pijama de Star Wars y me preparé para dormir cuando pasé por un lado de la puerta que llevaba a mi balcón y me entró la duda.

Volví a salir un segundo para asegurarme de que estaba bien o de si podía verla y me sorprendí al verla mirando hacia mi desde su ventana.

Levante la mano y la salude animado por que estuvoera bien pero ella se quedó seria. No alcanzaba a verla bien pero seguramente había estado llorando.

Saqué mi celular para enviarle un mensaje pero no le llegó. Levanté la vista hacia ella y me reí al verla sostener una hoja de papel con un celular roto dibujado en ella.

Eso explicaba lo de los tonos.

Busqué yo también una hoja y escribí en ella: ¿Estás bien?. Lo más grande que pude.

Ella la vio y asintió desganada. Entonces escribí al reverso: Mañana hablamos.

Casi me entra un ataque de pánico cuando ella negó lentamente y cerró sus cortinas.

Que seas mi alegría.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora