Capítulo 4. Sin sentido.

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Tuve la suerte de seguirla en las clases. En casi todo mi horario ella estaba a un lado o enfrente de mi. Eso era, claro, porque decidí sentarme con ella en todas las clases.

Me agrada, y quizá sea porque es la única aquí que no parece ser una chica pretenciosa.

En la última clase antes del almuerzo me senté unos lugares a la derecha de ella pues era lo más cerca de su lugar.

Me dediqué a observar cada detalle de su rostro. Su piel blanca se miraba tan delicada como el papel donde escribía y sus finas facciones la hacían ver adorable. Su cabello cubriendo sus ojos aún me parecía muy lindo.
Oh, y sus ojos, eran del verde avellana más bonito que había visto jamás.

En un punto de la clase se dio cuenta de que la miraba y se giró cautelosa. La saludé con la mano y ella volvió a ignorarme haciéndome sonreír pues ya esperaba que lo hiciera.

De vez en cuando ella me miraba también para asegurarse de que la dejara de ver, cosa que no fue así ni una de las veces.

Cuando llegó la hora del almuerzo me acerqué a la mesa donde estaba Nina.

—¿Cómo te fue?— le pregunté.

—Bien. Ya sabes, cuando saben que te mudaste a la casa que todos quieren en la ciudad te haces popular de inmediato. ¿Cómo te fue a ti?.

—No estoy seguro.

—Uh, eso suena a que hay problemas— llegó diciendo Connor. Se sentó con nosotros con una bolsa enorme de Carl's Junior.

—Pues conocí a una chica. Creó que no les agrada mucho a los del grupo y que ella me odia pero en sí no me lo ha dicho entonces seguiré insistiendo.

Connor me dio una bolsa pequeña que sacó de la bolsa grande y dentro estaba mi comida.

—Fui en el auto por ella afuera. La comida aquí es horrible— dijo él. —Con respecto a la chica, no creo que tengas problemas con agradarle, sólo no le digas lo hipster y raro que eres.

Le lancé una papa frita a la cara.

—Muchas gracias, hermano.

—Yo solo digo que los moños y anteojos gruesos pasaron de moda al mismo tiempo que los adolecentes dejaron de bailar Rock and Roll.

Me reí de su referencia, pero no me molestaba mi estilo.
Si bien no usaba moño y tirantes todos los días, me gustaba usarlos de vez en cuando.

Dejé la bolsa a un lado pues no tenía mucha hambre y los vi comer cuando levanté la vista.
Ahí estaba la chica formada para tomar su comida gratis del día cuando me acerqué a ella alegre para saludarla.

—¡Hola de nuevo!— dije asustandola. —Tranquila, soy yo.

—Por eso me asusto.

—Oh, que cruel— bromee. —¿Cómo estás?.

Ella me miró.

—¿Qué quieres? No me dejaste terminar el trabajo y ahora tengo más tarea por tu culpa— dijo agachada.

—¿Entonces si estabas mirandome mirándote?.

—Claro que sí. Era muy incomodo— por primera vez desde esta mañana pasó su cabello por detrás de su oreja y pude ver por completo su rostro.

—Mira eso, eres muy linda.

Y en el momento que dije eso de nuevo se escucharon las risas burlonas.

—Por favor, dejame tranquila— me pidió.

—¿Por qué todos se ríen cuando te doy un cumplido?.

—Porque jamás nadie lo hace y todos saben que no lo merezco.

—Eso no es verdad...

—Oye, ¡vete ya!.

—Bueno, bueno. Si dices que tienes mucha tarea por mi culpa yo mismo te ayudo con eso, ¿De acuerdo? Soy un matado. Pero eso sólo si aceptas ser mi amiga— ella se río.

—No hablas en serio.

—Claro que si. Eres la única hasta ahora que me agrada. ¿Aceptas?.

Levantó la vista y yo sonreí.

—¿Si digo que sí dejarás de mirarme durante las clases?.

—No lo creo, tú... Eh...¿Cuál es tu nombre?— dudó un momento en decírmelo, pero al final cedió.

—Amelia— dijo bajo.

—Perfecto, te diré Mía, ¿Te gusta?.

—No.

—¡Más perfecto aún!— bromee. —¿Qué te parece si te invito a la mesa donde esta mi familia?.

Justo ahí, llegó la chica a la que había hablado en el salón.

—¿Por qué mejor no vines con nosotros? Hay un lugar para ti y tus hermanos en nuestra mesa— dijo ella.

—Yo quería sentarme con Mía...

—¡No!— gritó ella y todos la miramos. —Digo, con ellos estarás mas cómodo que conmigo.

—Exacto. Ella es muy rara, con nosotros estaran bien. Vamos.

—Pero yo...— no pude decir nada más porque la chica ya me estaba arrastrando de la camiseta a su mesa con sus amigos.

Traté de no ser antisocial con todas las letras de la frase, de verdad, pero ellos eran insoportables. Unos más pretencioso que los otros y sospechaba que me querían con ellos sólo porque había dicho que me mudé a la mansión Weel.

No aguantaba un segundo más de sus estresantes platicas sin sentido. Prefería estar discutiendo con Mía o sentarme con mi hermana y con Connor pero sería grosero levantarme e irme, ¿No?...

—¿Es verdad que tu familia compró la mansión Well?— de pronto me preguntó uno de los chicos.

—Eh, si— yo estaba más concentrado en ver donde estaba Mía. —Tengo una pregunta, chicos.

—Pues hasla— dijo Lucas, uno de los chicos.

—¿Por qué les parece gracioso que le hable Mía?— todos comenzaron a reír. —¿Lo ven? No los entiendo.

—Mira, Ely, ella siempre ha sigo muy oscura, triste y rara. Jamás veras a alguno de nosotros hablando con Amelia.

Me reí.

—Eso es ridículo. Ella parece amigable— me rasque la nuca.

—Nosotros no pensamos eso. Nos daría vergüenza que nos vieran junto a ella. Por eso nos causa risa que quieras convivir con ella. Nadie había tenido el valor.

Me molestaba tanto lo que decían me preferí mirar hacia otro lado.
Busqué con la vista a Mía, pero no podía encontrarla.

Me levante de la mesa.

—¿A dónde vas?— me preguntó la chica.

—A buscar a Mía.

—Ella no come en la cafetería— volví a mirarla.

—¿Entonces en dónde come?.

—No lo sabemos. Nadie lo sabe— levantó los hombros indicando que no le importaba. —Le gusta esconderse de todos.

Yo también me escondería su hablaran de mí como lo hacen de ella y se rieran de que un chico quiere mi amistad.

—Entonces voy a ir con mi hermana y Connor. Sólo no quiero seguir escuchando sus platicas sin sentido.

Que seas mi alegría.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora