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— No puedes irte y dejarme sola con Jimin... Es tu hijo también, Seung.—la mujer discutía con su marido, el cual tenía dos grandes maletas en las manos. El pequeño Jimin yacía escondido tras la puerta de su habitación, escuchando atento todo lo que sus padres decían.

— Sabes muy bien que no podemos seguir así, Haneul. No aguanto más, ¿vale? Y, para variar, mi trabajo no es muy favorecedor para la familia.—el hombre dispuesto a salir de la habitación, sintió el agarre de su mujer en su muñeca—. No... No hagas esto más difícil, por favor.

— ¿Qué le voy a decir al pequeño, eh? ¿Y qué va a ser de mí? Cariño, esto es una decisión muy... Precipitada. Por favor...—la mujer, con lágrimas en los ojos, intentaba todo lo posible para que su esposo no marchara. Pues tal y como dijo, ¿Qué sería de ella y del pequeño Park?—. No tengo un empleo estable, tengo que mantener la casa y cuidar a Jimin sola. ¿Crees que podré con todo? ¿¡Piensas eso!?

— Eres una mujer fuerte, seguro que puedes.—hizo una pausa—. Otra opción... Sería divorciarte de mí, y casarte con otro hombre con más dinero.

— ¿Te estás escuchando? O sea, ¿¡de verdad, te estás escuchando, Seung!?—limpió bruscamente las lágrimas de sus mejillas, para proseguir hablando—. Quieres... ¿Quieres que me case con otro hombre?—suspiró—. Si no querías tener una familia, haberlo pensado antes. Porque ahora tenemos un hogar que mantener, y un niño que alimentar.

— No, lo siento... Ahora lo tienes tú. Yo me voy de esta casa.—dio unos pasos hacia la puerta. Cuando su mujer prosiguió hablando, se pausó.

— ¿Hay otra mujer, no? ¿Es eso? Si porque hay una tercera persona, dilo. Será menos doloroso, ¿no crees?—Haneul empezó a llorar desesperadamente, tal y como hacía Jimin escuchando aquella conversación.

— No, no es eso, Haneul. No saques las cosas de sitio. Necesito despejarme de Seúl, ¿entiendes? Este viaje a Europa no lo hago por mí, lo hago por todos. Es lo mejor, y no me detengas. ¿Quieres mis razones? ¿Quieres un por qué? Te lo daré entonces, si así lo deseas.

— Está bien, dime el por qué. Sé que económicamente no estamos muy bien, pero no es como para irte a Europa.

— Estoy harto. Harto de las personas de aquí. Harto de mis compañeros del trabajo. De mi jefe. De ti, y de Jimin. Debí haberme planteado dos veces el haberme casado contigo y haber tenido un hijo. Que además no vale por sí mismo. Lo único que hace es incordiar y dar saltos, diciendo que es bailar. Y mientras, tú le das esperanzas de poder ser un gran bailarín.— bufó—. Por favor, seamos realistas. Tú y tu hijo ya no sois mi familia, ¿entiendes? Y no pienses que esto ha sido de la noche a la mañana, porque esto lo llevo pensando varios meses.— el hombre sacó de un bolsillo de su chaqueta una carpeta, y se la ofreció a la mujer. Y de nuevo agarró sus maletas—. El divorcio. Ten suerte en la vida, Haneul.

— No puedes... Hacer esto...— decía en un susurro Haneul, rendida en el suelo y llorando desconsolada, mientras veía a su marido irse de la habitación. Un gran golpe procedente de la puerta principal invadió todas las habitaciones de la casa. Jimin, quien estaba al tanto de todo, lloraba como nunca lo hizo. Para tener seis años, algo así era realmente doloroso.

Abrió la puerta de su habitación, y corriendo fue en busca de su madre. Fue corriendo hacia ella, a depositar un fuerte abrazo, mientras ambos seguían desprendiendo lágrimas por sus ojos.

— M-mami... ¿Papá se fue, verdad?—hablaba entrecortado por pequeños sollozos. Su madre, asintió, apenada—. ¿Fue por mí?

— No, cariño. Jiminie es un niño muy bueno...— la mujer abrazaba más fuerte a su hijo—. Saldremos de esta juntos, ¿sí? Te lo prometo, Minie...

[Querido diario...] *. YoonMin .*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora