Yo estaré para ti.

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Hanna y Ennoshita sacaron la comida china, que la mujer había traído, de sus cajas y la acomodaron en bandejas para luego llevarlas a la mesa y finalmente cenar. Lo primero que probó Ennoshita fue el pollo agridulce y con una sonrisa dijo…

—Gracias Hanna, es mi primer antojo y en verdad no creí que fueran así —la mujer río por el comentario y el pelinegro agregó—, en verdad cuando llamaste estaba a punto de llamar para ordenar esto.

—Ahh mi  niño, prepárate porque los antojos son así, también tendrás que tener cuidado hay a quienes le dan antojos muy raros, a mi Yū en un momento se le dió que tenía que tomar agua de charco, menos mal que Asahi lo conocía muy bien y podía sacarlo de esas ideas fácil, pero siempre volvía a tener ese antojo —comentó Hanna entre risas y suspiros.

—Por dios, espero que no me den antojos así.

—¿Cómo has estado, muchos malestares?

—Lo normal, algún que otro mareo, náuseas, vómitos matutinos, rechazo a algunos alimentos… Suga me ayuda mucho y Shoyo está al pendiente de si estoy bien y si está bien el bebé —respondió Ennoshita con una enorme sonrisa antes de llevar otro trozo de pollo agridulce a su boca.

—Shoyo es un amor… ¿Que tal está el local?

—Va excelente, mañana podemos ir a verlo si quieres, solo falta que traigan los últimos aparatos para la cocina y podremos abrir.

—Genial, los chicos en el café te extrañan mucho te mandan saludos y los pastelillos que te traje.

—Yo también los extraño —dijo el pelinegro con una sonrisa algo triste antes de bajar la mirada—… ¿Hanna… ?

—¿Si? —preguntó la mujer al ver que el doncel no continuaba.

—¿... Ryu… ?

—Ha ido cada día al café, pregunta por tí, se molesta, amenaza, se disculpa, se va, vuelve… vuelve a preguntar, espera frente al local y luego solo se va…

—Yo… lo siento Hanna… siempre soy una molestia —murmuró Ennoshita con un ligero temblor en la voz.

—Chikara, ya te he dicho que no te disculpes —lo regañó la mujer poniéndose de pie y acercándose para abrazarlo—, no eres ninguna molestia, no vuelvas a decir eso o me enfadaré contigo —concluyó la mujer antes de dejar un sonoro beso en la mejilla del doncel.

—Ok… pero igual lamento que Ryu sea una molestia… no creí que haría eso, aunque no ha dejado de enviar mensajes a mi antiguo número cada día —replicó Ennoshita mordiéndose el labio inferior antes de soltar un suspiro—… siempre se disculpa, pregunta cómo estoy, dónde estoy, se excusa… dice que me extraña y me ama…

—Chikara ¿Que vas a hacer? —preguntó hanna volviendo a sentarse y tomando la mano del doncel.

—Lo amo y lo extraño muchísimo…  pero eso no cambia nada, no quiero que a mi hijo le pase lo mismo que a mí, sí Saeko es lo más importante para Ryu, que se quede con ella yo me quedaré con mi hijo —la firmeza y decisión brillaron en los ojos del doncel.

Hanna pareció dudar un momento y finalmente volvió a ponerse de pie, se acercó al sillón de la sala, sacó un sobre de su cartera y volvió a su lugar junto a Ennoshita, quien no le había quitado los ojos de encima y ahora la miraba con algo de curiosidad. La mujer centró sus ojos en el sobre y luego de soltar un suspiro se lo ofreció a Chikara, quien inmediatamente reconoció la letra de Ryu.

—Cada día dice que yo sé dónde estás y no haya forma de convencerlo de lo contrario… hoy cuando salí del café, se acercó a mí y dijo “Sé que me merezco lo que me está pasando, no supe apreciarlo, no lo cuide y no cumplí mis promesas… estás en todo tu derecho de negarte pero solo quiero una cosa, que le entregues esto…”

Mi hijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora