Y así concluye esta crónica. Como se trata exclusivamente de la historia de un muchacho, debe terminar aquí; el relato no podría proseguir más lejos sin que se convierta en la historia de un hombre. Cuando uno escribe una novela acerca de personas mayores, sabe exactamente dónde debe detenerse: con una boda. Pero cuando escribe de chiquillos, tiene que pararse donde mejor pueda.
La mayor parte de los personajes que intervienen en este libro viven todavía, prósperos y felices. Algún día quizás valga la pena retomar otra vez la historia de los más jóvenes y ver en qué clase de hombres y mujeres se han convertido; por consiguiente, será lo más prudente no revelar por el momento nada de esa parte de sus vidas.