- Capítulo 3 -

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"L'Enfer de Dante"

El letrero rojo de neón parpadeaba incesante sobre las pesadas puertas dobles. Pero a pesar de su distinguido y literario nombre, todo el mundo lo conocía como El Dante, a secas.

Montecarlo era, desde hacía décadas, uno de los lugares de reunión preferidos para la realeza, estrellas de cine y magnates, que eran atraídos principalmente por su Casino, uno de los más antiguos del mundo. Hablar de Montecarlo era sinónimo de hablar de glamour y, como era de esperar, su vida nocturna era dominada por una aura de distinción que únicamente podía encontrarse en ese barrio de Mónaco. De los yates de lujo anclados en el puerto o frente a la bahía, desembarcaban centenares de personas influyentes cada atardecer, dispuestos a disfrutar de tal ambiente y a gastar miles de euros en la ruleta y en los locales de moda. Y entre esos locales destacaba, por su peculiar atmósfera, L'Enfer de Dante, porque si algo lo caracterizaba era su disparidad respecto al aura habitual de Montecarlo.

Se hallaba en el barrio de Monaco Ville, el más antiguo del Principado, bastante alejado del Casino y los hoteles de lujo. Aunque eso no impedía que algún miembro de la crême de Mónaco se perdiera por allá. Era reconocido por su cuidada ambientación bohemia del siglo XIX, sus espectáculos de música y danza en directo y, por supuesto, la absenta.

Elise pasó junto al portero esbozando una sonrisa que fue correspondida con un corto asentimiento por parte de éste. Empujó una de las dos puertas y se sumergió en el local. Antiguas lámparas de araña colgaban de sus techos. Mesas redondas tan antiguas como la misma taberna original que albergaba ahora el negocio, se hallaban dispuestas desprolijamente por la extensión. 

La sala tenía forma rectangular y era muy amplia, y el escenario (de dimensiones suficientes como para albergar una orquesta de cámara) se ubicaba en uno de los lados más estrechos; mientras que en uno de los lados largos se encontraba la barra

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La sala tenía forma rectangular y era muy amplia, y el escenario (de dimensiones suficientes como para albergar una orquesta de cámara) se ubicaba en uno de los lados más estrechos; mientras que en uno de los lados largos se encontraba la barra.

El Dante era famoso por la absenta que se servía de forma tradicional: en copa de cristal con una cucharilla hueca cruzada en el borde y un terrón de azúcar sobre ésta. Como dijo Oscar Wilde: "después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fueran. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y esto es lo más horrible que puede pasar".

 Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y esto es lo más horrible que puede pasar"

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