- Capítulo 15 -

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Abrió los ojos al nuevo día en la cama del diminuto apartamento que era ahora su casa. La luz del sol entraba a raudales por la ventana y un gorrión se había puesto a piar a todo pulmón en el alféizar. Elise suspiró sin moverse aún y buscó con un sólo ojo el reloj redondo de la pared. Aún faltaban veinte minutos para que sonara la alarma de su despertador pero ya no tenía sueño.

Esa noche había sido la primera que podía asegurar haber descansado de verdad. A pesar de las dificultades de los últimos días y del miedo que había pasado, su extraña conversación con Hutter en la cocina de la casa de éste le había servido para exteriorizar una enorme cantidad de energía negativa y estrés. Plasmar en un papel cada uno de sus sentimientos, escribir los motivos por los que no podía ponerse en contacto con su hermana y liberar su mente del miedo, no había sido ninguna estupidez; había significado un gran paso adelante para Elise.

Por primera vez desde que toda aquella pesadilla comenzó podía decir que había cambiado de fase. Había asumido su situación y dejado atrás lo peor del trauma vivido y ahora estaba preparada para continuar luchando, para llegar hasta el final. Para vencer.

Y el día anterior, tras volver a su casa después de que Hutter le diera la tarde libre, esa determinación se había transformado en un cansancio tremendo, y la joven había terminado acostándose muy pronto.

Se incorporó en la cama, bostezó y se estiró todo cuanto pudo. Largos mechones rubios despeinados caían sobre sus ojos; los apartó y se rascó la cabeza, salió de entre las sábanas y se calzó sus horribles zapatillas para encaminarse al baño.

Tras la ducha y un desayuno que tomó con un apetito renovado y casi voraz, Elise se sentía llena de vitalidad. Ni rastro del desánimo que la había hecho arrastrarse de un lado a otro como alma en pena.

Y todo se lo debía a Hutter por su incansable afán de subir su moral, su humor tan particular, su modo tan estrafalario de ver la realidad y de hacerle dudar a ella de la suya propia y por supuesto, por su bondad.

Recostó los antebrazos en la mesa, pensativa, con el plato ya vacío del desayuno aún delante, y entornó los ojos.

Le disgustaba tremendamente y despreciaba todo aquel tema de las subastas ilegales, los robos de obras de arte y antigüedades. Eso no había cambiado. Pero al margen de esto, y al margen también de que Hutter fuera una pieza clave en la "Fiesta del Té" de nula legalidad, el hombre que lo encarnaba era buena persona. Elise no aprobaba lo que hacía pero agradecía su enorme amabilidad. Y a esas alturas casi le necesitaba. Se había convertido en una especie de aliado en su vida.

Tenía que darle las gracias, estaba claro. Pero siendo Hutter la persona receptora de su agradecimiento Elise sabía de que encontraría el modo de evadirla, de evitar el momento quizá incómodo para él en que ella le dijera gracias. Estaba segura de que el hombre que se escondía detrás de Hutter debía ser muy tímido.

Sonrió y se levantó de la silla. Decían que el movimiento se demuestra andando y ella había pensado en un buen plan: mejor que expresar un sentimiento con palabras era hacerlo con hechos. Llegaría antes de lo normal al apartamento, prepararía un estupendo desayuno para él, esmerándose especialmente en el té que tanto adoraba, y trataría de tenerle lo mejor atendido posible mientras Cedric estuviera ausente.

Pensó incluso en hornear croissants, pero descartó pronto la idea, dudaba que los suyos fueran a quedar tan deliciosos como los que hacía su madre...

Agitó la cabeza para no dejarse llevar por pensamientos tristes de nuevo y se levantó de la silla. Recogió los cacharros del desayuno y los lavó. Luego cepilló su cabello, que ya estaba un poco más seco, se puso el impermeable, tomó su mochila y se marchó.

HutterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora