- Capítulo 12 -

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Vestida ya con su ropa habitual y despojada de las molestas pestañas postizas, Elise se mordía las uñas frente a la puerta del diminuto camerino donde aguardaba impaciente a que Hutter acudiera a buscarla.

Cedric no se movía de su lado pese a desconocer qué era exactamente lo que la había sumido en tal estado de nervios. Elise no podía, no debía explicar detalles del motivo que la mantenía "presa" en el Parisienne, Logan así se lo había recalcado cada vez que había hablado con ella. Pero ojalá no lo hubiera hecho porque Elise necesitaba de verdad desahogarse con alguien, compartir su miedo y sentirse comprendida en su verdad.

Porque, en aquel momento, para todos los que convivían con ella en aquella vida forzada, Elise era una simple histérica que había sucumbido al miedo escénico.

Desde aquel pasillo estrecho oían las voces de los "tramoyistas" de Mortimer, hablando en ruso entre ellos; los aplausos del público y la voz de Hutter, lejana, en el escenario.

—¿Cuánto debe faltar para que termine? —preguntó Elise. No podía más de ansiedad. No entendía porqué exactamente, pero tenía la impresión que cuando viera la siniestra cara maquillada de Hutter se sentiría más tranquila. Hasta entonces tan sólo sabía que Vantaggi estaba sentado en la segunda fila del auditorio—. ¡Mierda! ¡Leblanc me dijo que jamás iba a pisar su hotel!

—Cálmese, señorita Berner —le dijo Cedric. Ella dio un respingo al notar la mano del buen hombre posada en su hombro en gesto de sosiego—. El señor Hutter estará aquí muy pronto: esa que suena es la música del final del evento —afirmó.

Ella asintió a Cedric, respiró profundamente y fijó la mirada en el final del pasillo. Por aquel recodo debía aparecer él.

Y no tardó en hacerlo. Tal como Cedric había anunciado, el evento había llegado a su fin y no transcurrieron ni diez minutos desde la clausura cuando Hutter hizo su aparición en aquel punto, sonriente igual que siempre y portando una especie de manta en una mano.

—Ya estoy aquí, querida —musitó él

A Elise le temblaron las piernas y se dejó envolver en la manta, que resultó ser una capa larga con una amplia capucha, tan amplia que no permitía adivinar ni un atisbo de sus facciones. Y así, con el rostro y su silueta completamente ocultos, Elise se dejó guiar por Hutter por el pasillo de bastidores hasta la puerta trasera que comunicaba con el lateral del auditorio. Al salir a aquel corredor y torcer a la izquierda las voces de la gente le llegaron con claridad y Elise entró en pánico, sus pies se detuvieron y estiró del extremo de la chaqueta de Hutter con desesperación, negándose a continuar por aquella ruta.

Él la miró un instante y sonrió.

—¿Temes que esté el Rey Rojo por aquí? —preguntó con misterio. Su jerga en clave ya no era más un rompecabezas para ella y Elise asintió con la cabeza—. De acuerdo, tomaremos otro camino, pues.

Torció a la derecha entonces, con Elise acurrucada bajo su brazo, y caminó con pasos ágiles hasta la escalera de emergencias, desierta en aquel momento. Alcanzaron el nivel de plateas por una de las puertas dobles y entraron deprisa en la zona VIP, la misma que Elise visitara junto a él durante la primera "Fiesta del Té".

Y entonces ella, cuya cabeza había estado embotada hasta aquel instante, comprendió a dónde la llevaba Hutter y deseó poseer la serenidad suficiente para agradecérselo, pero el temblor no le permitía ni dejar de castañetear los dientes.

Atravesaron una puerta de madera oscura y, tras esta, Leblanc les miró con ira.

—¿Qué coño ha pasado? —preguntó directamente, completamente desprovisto de tacto.

HutterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora