- Capítulo 23 -

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Thion observaba su reflejo con atención mientras se ponía la americana negra ante el espejo del vestidor. Su cabello, indomable por naturaleza, mantenía la humedad que la rápida ducha le había otorgado y más allá de aquello no había nada más por ajustar o retocar, las ondas se encargaban de evitarlo. Pero acostumbrado a encarnar a Hutter, estar listo tan deprisa le dejaba con la sensación de que le faltaba algo y no sabía qué podía ser. Bueno sí, en parte: el sombrero de copa.

Respiró hondo y movió la cabeza con incomodidad. Se desabrochó el botón del cuello de la camisa y entornó los ojos.

Por último, tragó fuerte y volteó para dirigirse al dormitorio.

Pasó junto a la cama desde la que su gata le reclamó con autoridad y un potente maullido.

—Lo siento, Chessy —se disculpó, regateando los intentos de la felina por frotarse contra él—. La chaqueta es negra, la dejarás perdida de pelo...

Un último maullido que sonó como una bocina le despidió desde el lecho cuando Thion abandonó el dormitorio, y en el salón, Cedric aguardaba con un ramo de gardenias en el brazo. Lo depositó en las manos de su jefe y Thion le miró con aire interrogante.

—¿Qué tal me veo? —inquirió. Alzó ambos brazos hacia los lados para facilitar al mayordomo la tarea de evaluarle y Cedric le miró impasible.

—De no ser por esos jeans y las deportivas parecería usted un lord inglés —contestó.

—Maravilloso... —gruñó Thion. Y Cedric rió.

El mayordomo sacudió de la solapa de la chaqueta de Thion algunas motas de polvo que su ojo clínico había detectado y preguntó sin mirarle:

—¿Qué ha opinado el señor Leblanc de todo esto?

Thion esbozó una media sonrisa y miró a Cedric de soslayo.

—Eres un mayordomo un poco metiche, ¿no te parece?

El interpelado alzó las cejas y respondió con calma:

—Probablemente no lo sería si no me hallara yo también incluído en el proceso de cambio, señor Hatter.

La sonrisa de Thion se amplió y Cedric finalizó su meticulosa tarea.

—A Alain no le ha sorprendido mi decisión, pero sí que, según sus palabras, me "haya dado tan fuerte por Elise". Por lo visto estaba convencido de que había perdido la esperanza en las mujeres.

—Bueno, no podemos culparle por pensar de ese modo —comentó Cedric.

—No podemos —murmuró Thion. Y volvió a respirar hondo. De vez en cuando sentía su propio corazón galopar como loco—. Voy a dar el gran salto, Cedric, y casi no puedo creerlo... —musitó—. Puede que me dé un batacazo monumental...

Cedric chasqueó la lengua y le encaró con serenidad.

—Quien no se arriesga no consigue jamás nada, señor. El "no" ya lo tiene —dijo en un intento de animarle.

—Supongo que tienes razón —respondió Thion, pensativo.

Cedric titubeó un momento, como si dudara en decir lo siguiente que tenía en mente. El rostro de inocente nerviosismo de su señor casi le había hecho descartarlo pero tras pensarlo un momento se decidió.

—Señor, al conocer sus planes decidí tomarme unas licencias cuando salí a buscar las flores para la señorita, espero que no le moleste —Cedric retrocedió hasta la mesa de caoba, sobre la que había depositado una pequeña bolsa de plástico al regresar de la floristería.

HutterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora