- Capítulo 18 -

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La tarde, para Elise, había transcurrido más deprisa de lo normal, ocupada como había estado en las preparaciones apresuradas de la "Fiesta del Té" que iba a tener lugar de manera extraordinaria esa noche.

Cerca de las 10 de la noche la joven se hallaba terminando de prepararse ante el espejo bordeado de bombillas de su camerino, en el teatro subterráneo, vestida ya con su traje de Alice al que había añadido algunos detalles nuevos: guantes blancos, lazos plateados y medias a rayas azules y blancas.

Terminó de aplicarse el maquillaje añadiendo algo más de máscara a sus pestañas y observó su reflejo.

Suspiró y depositó el tubo de máscara de pestañas sobre el tocador. Desde esa mañana se había sentido idiota a más no poder.

¿Cómo había podido decir tantas tonterías seguidas en tan poco tiempo? Seguramente, ahora Thion debía pensar que era una estúpida incapaz de organizar sus propias ideas y aún menos de mantener una conversación lógica.

Pero por encima de todo, Elise no podía sacarse de la cabeza la expresión tan triste y deprimida que ese muchacho había compuesto cuando ella le había sugerido ser amigos, como con Hutter.

¿Por qué necesitaba tanto mantenerse oculto no sólo en aquel apartamento sino disfrazando su aspecto y su personalidad de aquel modo? ¿Cuál era el motivo por el que se aislaba del mundo? Y, ¿quién diablos era ese condenado Rey Rojo al que había hecho alusión días atrás y por el que temía tanto ser encontrado?

Elise ansiaba saber, MORÍA por conocer los misterios de Thion y Hutter.

Unos nudillos llamaron a la puerta, trayéndola de vuelta de sus tribulaciones.

—¡Alice! ¡Cinco minutos! —la reclamó desde fuera la voz cascada de Mortimer.

—¡Ya voy! —respondió ella.

Se levantó del taburete, alisó su falda recolocando también las enaguas debajo de ésta y caminó hacia la salida.

Una vez afuera divisó a Hutter en el pasillo, a medio camino entre la puerta de su camerino y el arco que conectaba la zona de bastidores con la parte trasera del escenario, justo al lado de una máquina de café.

La joven cerró la puerta y caminó hacia él.

Estaba apoyado con desgarbo en la pared. Tenía los ojos cerrados y no parecía percatarse de su presencia. Con una mano jugueteaba distraídamente con un botón dorado de su casaca y en la otra sujetaba un humeante vaso de café al que daba pequeños sorbos de vez en cuando.

Elise alzó las cejas. ¿Hutter tomando café? Eso sí que era nuevo.

Ni la gruesa capa de maquillaje era capaz de borrar la expresión de agotamiento que lucía en su rostro el personaje del Sombrerero esa noche. Elise no tenía idea de cuántas horas debía haber dormido los últimos días, pero estaba claro que no había descansado lo suficiente. Con todo lo que le había sucedido, a la joven no le habría extrañado que Hutter se cayera redondo al suelo en cualquier momento.

Elise redujo a cero la distancia entre ambos y acarició su brazo.

—¿Estás bien? —susurró, preocupada.

Él sonrió antes de abrir los ojos de color violeta y mirarla.

—Claro, querida. ¿Por qué no debería estarlo? —musitó amablemente, con aquel tono de voz cantarín.

Elise tenía infinidad de argumentos para replicarle, desde su falta de sueño a su mala alimentación, pasando, claro estaba, por el hecho de haber tenido que despertarle ella misma esa mañana para que pudiera encargarse de organizar la subasta. Pero no lo hizo, no hizo alusión alguna a Thion o a su encuentro con él esa mañana. Era voluntad de él que Elise actuara de aquella manera extraña, aparentando que Thion y Hutter eran amigos y no la misma persona.

HutterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora