Introducción

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Su padre había llegado a América en barco desde Alemania, como muchos otros. Siempre comentaba que lejos de sentirse reconfortado al ver la estatua de la libertad al llegar a la Isla de Ellis, sintió asco y desesperación, pues no era esa la libertad que estaba buscando, ni siquiera la que Hydra le había prometido. Reventar aquella nación desde dentro le había parecido un plan brillante cuando lo había ideado en Berlín, pero de la teoría a la práctica había un gran paso.

Todo el mundo desconfiaba de los alemanes, de su acento y sus antecedentes. Si quería destruir los Estados Unidos debía empezar por convertirse en un ciudadano modelo que hubiera olvidado por completo sus raíces. Su color de piel no bastaba para granjearse el favor de los peces gordos norteamericanos de modo que lo que le quedaba era disfrazarse. Era su don, lo que mejor se le daba. Primero tendría que cambiarse el apellido por uno que fuera anodino, común. Insoportablemente estadounidense. Después ya pensaría en algo.

Consiguió su objetivo cinco años después. Cambió sus gestos, su forma de hablar. Se volvió extrovertido y simpático con los vecinos. Hizo amistad con brokers de Wall Street y se formó en finanzas durante principios de siglo. Finalmente compró una casa en Brooklyn y se casó con una debilucha mujer de Queens cuyo vientre engendró durante nueve meses a su hijo, y el futuro azote del país. O eso creía él.

El odio que le insufló su padre por su país desde que tuvo uso de razón, no le bastó para volverse fuerte durante sus primeros años de vida. No iba a cambiar el hecho de que Steve era el chico más enfermizo de todo el barrio. De esta manera, el padre se volvió violento con él y con la madre por haberle dado un hijo inservible y de porte mediocre. Los azotes con el cinturón se volvieron frecuentes y los golpes y patadas comenzaron a desfigurar la dulce sonrisa de su esposa hasta convertirla en una permanente mueca de terror.

Steve era mudo testigo de la ira de su padre. Pese a los gritos de súplica de la esposa, jamás se interpuso y permaneció en silencio mientras el hombre a cometía los terribles castigos contra ella. De haberlo hecho, le habría matado como hizo con ella tres años después. Steve lo encontró en el patio trasero de su casa cavando un hoyo muy profundo en la tierra poco cuidada. Junto al montículo de tierra, tenía un saco de tela negra por la que transpiraba un espeso líquido oscuro. Steve, con temor reverencial, se acercó hasta su padre y le preguntó:

-Padre, ¿qué hace? -El hombre se volvió y le dirigió una mirada a su hijo que le hizo retroceder aterrorizado.

-Abonar la tierra -respondió volviendo a la faena.

-¿Y madre? -preguntó él con osadía. El padre se volvió iracundo pero una sonrisa desdeñosa poblada de dientes amarillentos apareció al contemplar este a su hijo enclenque.

-Se ha ido pero créeme, hijo, ya no nos molestará más.

Lo que Steve no sabía es que tras la ausencia de su madre, todas las palizas se las llevaría él y su padre se cebaría con su débil cuerpo de gorrión. Durante su infancia fue obligado a comer grandes cantidades de carne, a estudiar mediante castigos matemáticas y mecánica, y a soportar torturas físicas y psicológicas que, en teoría, debían curtirle para la misión que más adelante le sería encomendada.

El padre llegó incluso, con esta excusa de volverle fuerte, a intentar ahogarlo en la bañera. Y el pobre muchacho aguantaba con estoicismo todo aquello pues se había olvidado ya de su madre, de su ternura y de todo lo que implicaba ser un niño normal. Hasta aquel día en que cumplió diez años y conoció al que más adelante le cambiaría la vida para siempre.

Había salido al destartalado porche de la casa en un descuido de su padre y su inflexible vigilancia debido a que se había emborrachado más de la cuenta. Tras jurarle lealtad al pequeño estandarte de su habitación, una siniestra calavera de la calavera de la que salían tentáculos, bajo las escaleras con el sigilo de un gato y se deslizó hacia la entrada mientras el hombre roncaba con una botella vacía de bourbon en su regazo. Cuando salió, la luz del sol bañó su pálido rostro y su calidez lo reconfortó de manera momentánea.

Phantom (Stucky) (Stony) HiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora