Día número veinticinco

717 28 5
                                    

Pareja: Boomer y Blossom

|Cabaret|

25.

¿Saben qué era lo peor de mi trabajo?

Todo. Todo, todo, todo.

Desde el estúpido asiento, hasta los malditos clientes que vienen todos los asquerosos días de este putrido año.

Pero, (oh siempre hay un pero) todo cambió un día.

Todo empeoró con la llegada de ese idiota de ojos celestes.

El día en que entró por esa puerta, supe que algo iba a ir mal desde que sentí una presión en el pecho. Esa sonrisa inocente y maliciosa, esos ojos celestes puros e inquietos, su voz cálida y a la vez excitante según mis compañeras...

Sabía que ERA un problema (sí, en mayúsculas). Y era MI problema.

Tenía todas mis compañeras regaladas, pero no. Él me quería a mi. Quería 'la chica de ojos raros, esa que tiene un muy buen culo' (si no estaba trabajando, le hubiera dado una cachetada, ¿Como se atrevía?).

–Blossom– suspiró–. Un nombre tan común para alguien común.

–¿Tú tienes un nombre raro como para decirme eso?– pregunté irritada.

–¿Quieres saber mi nombre, chiquita?– rió–. Fuera de este lugar, tú y yo no nos conocemos. Tenlo presente.

–Ni siquiera dentro nos conocemos. Boomer.

–¿Cómo sabes mi nombre?

–Te ví. Eres un hipócrita. Te haces el inocente, santo y casto con tus hermanos, amigos y novia, pero después vienes aquí y demuestras todos tus deseos. Al fin puedes ser lo que eres en realidad.

–¿Y tú qué sabes de mi vida privada, chica pobre?

–No me interesa tu vida privada. No me importa todo lo que le haces a tu novia, como engañas a tus hermanos, nada de tu asquerosa vida me llama la atención. Pero tú, me pareces repugnante.

–¿Desde cuándo puedes hablarme así?– se levantó de la silla y gritó– ¡Yo soy tu amo, tú mi sirvienta!

–¡Nadie merece ser tratado como tú te dignas en tratarme!– grité– ¡No tienes ni un comino de empatía!

–¡Tú solo eres con lo que me divierto, no me interesan tus sentimientos!

–Todavía no pudiste acostarte conmigo, así que no te diviertes conmigo.

Rió. ¿En verdad se estaba burlando de mi?

–¿Crees que estoy haciendo esto porque sí? Es muy divertido verte enojada.

–Maldito canalla...

–Mañana, tú, yo, el parque. Cinco de la tarde.

–Dijiste que fuera de este lugar no nos conocíamos.

–Eres muy divertida. Tienes que ser mi amiga– me sonrió.

–¿¡Me estás haciendo una broma!? Porque no es nada graciosa.

–Es muy gracioso que alguien conozca mi secreto, que sepa que no soporto a mi tonta novia que sólo se preocupa si sus colitas están alineadas una con la otra, quien sepa que miento a mis hermanos haciéndome pasar por un chico virgen que está esperando el momento adecuado para por fin llevar a su novia a la cama, alguien que sepa que vengo a este lugar, que sepa que alguien me llama tanto la atención que no puedo dejar de molestarla para ver sus ojos brillar de furia, alguien que sepa que soy un hipócrita y aún así... No le dijo nada a mi familia.

Me quedé callada.

>>Blossom, en verdad, me llama demasiado la atención qué haces trabajando aquí teniendo un carácter tan fuerte.

–Dinero. Le llamo dinero– respondí.

–Te ofrezco un trabajo muchísimo mejor que esto, y un sueldo que no podrás creer.

–¿No es un cabaret?

–No.

–¿Un hospital?

–No.

–¿Drogas, bebidas alcohólicas, cigarrillos y/o derivados?

–No.

–Acepto.

–Bien, vámonos a...

–Déjame hacer algo primero, ¿sí?– me dirigí hacia la otra mesa, donde estaba el asqueroso viejo de setenta años quien siempre iba a exigir acostarse conmigo–. Sabe, viejo verde, que ya si antes no tuvo oportunidad ahora menos. Pudrase en el infierno. Usted y su puto sobrino de mierda.

–¡Blossom!– gritó Frederic, mi jefe– ¿¡Quieres ser despedida!? ¡Pídele disculpas!– exigió.

–Por supuesto que no lo haré. Tú también me tienes harta. Desde que llegué aquí, me vives prometiendo que nunca deberé acostarme con alguien y ¿Que crees? ¡Ya lo hice! Me obligaste a hacer algo que no quería, así que por mi ¡Que te jodan! Maldito imbécil.

Sentí como alguien me tocó el hombro.

–Escucha, Blossom...– y ahí estaba, mi próximo jefe–, ¿Podemos irnos?

–Vámonos.

–Esto no se quedará así.

–¿Quieres que te diga que ahora mismo podría meterte en la cárcel?– grité– Tengo pruebas de todo lo que hiciste. A todas. Así que cierra el maldito hocico.

Una vez fuera, lo único que pude hacer fue tirar todo mi vestuario, el típico de policía. Saqué las esposas, la gorra, despinte mis labios, saqué las pestañas postizas, quité mis zapatos y un gran suspiro de libertad salió de mis labios.

Por primera vez en toda mi vida, me sentí libre. Ya no tenía esas ataduras.

–Blossom...– sentí como ponía un saco en mis hombros.

¿Debería pensar que él era mi salvador? ¿La salvación de la que tanto me hablaron?

–Gracias– susurré–. Gracias...

Todo lo que le podía ofrecer, era mi amistad.

[Y la sonrisa más verdadera que le podría haber dado]

[Y la sonrisa más verdadera que le podría haber dado]

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

(...)

1 año más tarde

Blossom, eres mi mejor amiga.

Y ahí estaba.

Pasé de un cabaret, donde él sólo me usaba para tener diversión, a la jodida friendzone.

O eso creía yo.



n/a: está una mierda este capítulo, pero bueno ya tenía que llegar aunque sea al día veinticinco.

bye, bye.

30 días de azúcar, flores y muchos colores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora