Capítulo 2.

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Estaba en mi habitación acomodando mi corbata para la cena que mi madre planeó, al parecer de verdad quiere ser amiga de los nuevos vecinos de enfrente que se mudaron hace unas semanas atrás, creo que tienen una hija pero apenas la he visto. Sea como sea creo que ya va siendo hora de que me empiece a rodear yo también de nuevas personas.

El timbre sonó y bajé las escaleras corriendo.

- Drew, no corras, por favor- pidió mi madre caminando con elegancia a abrir la puerta.

- Lo siento.

La puerta se abrió y pude ver entrar a una pareja bien vestida, pero eso no era lo que quería ver. Quería ver a la chica.

- Este es mi hijo, Andrew- habló mi madre acariciando mi cabello.

Y luego la vi aparecer unos pasos atrás. Era muy hermosa, era la mujer más hermosa que había visto en mi vida. Casi toda su piel estaba cubierta por pecas, en su delgado rostro tenía unos grandes ojos turquesa y su cabello fue lo que más llamó mi atención, era tan rubio que parecía blanco. De verdad era bellísima.

- Hola, un placer- me presenté al terminar de observar a la chica.

- Ya veo que miras mucho a mi niña, esta es Jillian- habló la madre de la joven. - Pero puedes llamarla Jill.

Jill.

- Puedo presentarme sola, mamá- murmuró mientras atravesaba completamente la entrada, y la vi de pies a cabeza. Usaba un vestido negro sin mangas que llegaba sobre sus rodillas y unos zapatos de tacón no muy altos.

El resto de la cena no pude apartar la mirada de Jill, ella evitaba mirarme a toda costa pero a mí ni me importaba que se sintiera incómoda, podría verla toda la vida. Era preciosa.

Una vez acabado el postre mi padre habló.

- Drew, ¿por qué no le muestras el jardín a Jillian?- preguntó con una sonrisa cómplice y burlona.

- Claro, ven Jillian.

Jill se levantó y me siguió en silencio hasta la puerta corrediza que daba al jardín. Al atravesar, el aire frío golpeó mi rostro y sentí un escalofrío recorrer mi espalda, al girar a ver a Jill esperé verla temblar pero eso no fue lo que vi, su rostro estaba notablemente rojo.

- ¿Tienes frío?- me quité la chaqueta aunque me estaba muriendo y se la extendí.

- No, al contrario... Tengo calor.

- ¿Tienes calor?- pregunté con ironía. - Estamos como a 5 grados.

Me acerqué a ella y pude observar que sus manos temblaban, ella también lo había notado, por eso puse mi chaqueta sobre sus hombros y tomé sus manos, al sentir lo caliente que estaban me aparté enseguida.

- Jill, estás hirviendo.

- Ay no, no otra vez- comentó mirándome por primera vez. Luego se desplomó en el césped sin algún motivo aparente.

Y fue en ese momento donde mi vida se volvió un desastre.

- Jill- la llamé y empecé a sacudirla, estaba sudando y yo estaba empezando a entrar en pánico. - ¡Mamá, papá!

Me giré a ver a nuestros padres que entraban de prisa al jardín y señalé a Jill en el suelo, pero ya no estaba ahí. Levanté la mirada y la encontré de pie, con los brazos ardiendo en llamas y como no podía ser de otra manera, grité.

- ¡Oh por Dios, se está incendiando!- la señalé como si nadie más pudiera ver lo que sucedía.

- Te lo dije...- murmuró la madre Jill a su marido.

- Mamá, esto nunca había pasado...- susurró Jill mirando sus manos. - ¿Qué me pasa?

Al momento en que elevó la voz las llamas se hicieron más fuertes y sentí que iba a explotar.

- Cariño, baja la voz por favor... tenemos que entrar y...- comentó el padre de Jill mirando en todas las direcciones antes de ser interrumpido por su hija.

- ¿Acaso quieres que explote la maldita casa?- gritó Jill escandalizada.

- Drew, ven aquí.

Mi madre me empujó al interior de la casa y me tomó por los hombros. Nunca en mi vida me había sentido tan confundido y las cosas no parecían mejorar afuera con Jill que estaba más alterada cada vez.

- Hijo, calmate...- la miré y vi sus ojos bañados en lágrimas.

- ¿Qué está pasando, mamá? ¿Por qué lloras?

Mi mamá hizo un intento por sonreír y me abrazó con fuerza, definitivamente no entiendo nada.

- ¿Sabes de EURUS, verdad? Jill es uno de ellos, ella es adoptada al igual que tú, pero a sus padres EURUS los eliminó tiempo después de nacer... Ella y varios otros jóvenes alrededor del mundo están empezando a desarrollar sus habilidades y tu también lo harás.

- ¡No entiendo nada!

- ¡Tienen que irse ahora, ambos!- intervino mi padre que bajaba con una mochila café y me la lanzó.

- ¿Por qué?- grité a punto de perder la cordura.

- Porqué sino nos matarán a todos, es la única manera de que sobrevivamos.

En ese momento Jill entró acompañada por sus padres y se veía aún peor que yo.

- Los dos tienen que irse ya, nosotros estaremos bien. Tienen que ponerse a salvo enseguida sino...

La madre de Jill dejó de hablar cuando a lo lejos se escucharon helicópteros y sirenas. Los padres de Jill la abrazaron juntos y mis padres hicieron lo mismo conmigo.

- Ten, no dejes de conducir por nada del mundo, y cuídala, es lo único que tendrás ahora- mi padre colocó con sus manos temblorosas las llaves de la camioneta en mis manos y me sonrió.

- ¡Afuera ahora!

Jill y yo nos miramos confundidos y salimos corriendo hacia la camioneta que estaba en la calle. Entramos de prisa al vehículo, lancé la mochila al asiento trasero y miré rápidamente a mis padres en la ventana antes de encender el motor y acelerar.

¿Qué acababa de hacer?

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