El Regalo de James

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« Metió la mano a su bolsillo y sacó una luchadora Snitch dorada.

-¿De dónde la sacaste?

-La hurté- contestó James en tono casual.

Empezó a jugar con la Snitch, dejándola volar como a un pie de distancia antes de atraparla nuevamente; sus reflejos eran excelentes.»

—Sirius Black y James Potter.

Harry Potter y La Orden del Fénix, capítulo 28. 

El Peor Recuerdo de Snape.

El Regalo de James

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Cumplí los 15 años a un día de comenzar las vacaciones Navideñas. Marlene y Lily me habían despertado con un pastel de burbujas chispeantes que habían adquirido en Honeydukes. Estaba a mitad del "Happy Magic Birthday" cuando de pronto una serie de picoteos comenzaron a golpear la ventana.

¿Qué hacía una Lechuza fuera de nuestra habitación? El correo usualmente llegaba a la hora del desayuno y se entregaba en el gran comedor. Con la preocupación de que la pobre ave no se helara con la nieve decembrina, Lily se apresuró a abrir el portillo.

El animal entró volando con un paquete entre las garras. Lo soltó sobre mi cama y fue a posarse sobre el pomo del dosel. Era una lechuza de un enorme tamaño, que se sacudió la nieve esparciendo gotitas de agua helada sobre la cobija.

—Pobrecilla, la han obligado a volar con este clima—manifestó preocupada Marlene.

Me acerqué al paquete, estaba envuelto en hojas de papel viejo y cordones deshilachados. Amarrado en un nudo había una pequeña nota...

"Ya puedes deshacerte del vejestorio que llamas escoba."

Desenvolví el paquete intuyendo, por su figura, de lo que se trataba. Una Cometa Platinum. De pedales de plata y ultra ligera. El último modelo en el mercado.

¡Wow! —Expresó la rubia examinando el vehículo con maravilla—Tienes un amigo bastante generoso.

—¿Quién habrá sido?—Preguntó desconcertada Lily revisando la nota y posteriormente el envoltorio sin encontrar el remitente.

Sonreí. Sabía perfectamente quién había sido.

Bajé a la sala común aun con el pijama puesto. Le encontré frente a la chimenea, alistado con sus ropas casuales y su maleta lista para abordar el expreso, y (cómo no podía ser de otra manera) charlando con Sirius Black.

—¡James!—dije desde sus espaldas. Sonreía de oreja a oreja. —¡Gracias¡, ¡Gracias!, ¡Gracias! —. Le correspondí con un abrazo entusiasta, como el que sólo le daría a uno de mis hermanos. James también había crecido varios centímetros, los suficientes como para notar que me superaba por una cabeza.

Amiga de James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora