Amiga de James Potter

James Potter y el Príncipe Mestizo

"Durante la Primera y Segunda Guerra Mágica, los Lestrange apoyaron a Lord Voldemort y al menos unos pocos miembros de la familia eran mortífagos. Voldemort nombró a Bellatrix, Rodolphus y Rabastan Lestrange entre sus más leales seguidores"

Harry Potter Wiki. La Familia Lestrange

Mis miembros apenas respondían. El cuerpo me temblaba de pies a cabeza y procuraba dominar mi ritmo cardíaco que parecía estar desbocado, pero debía obligarme no flaquear, necesitaba interpretar bien el papel.

Sabía que había sufrido. James proyectaba una imagen exangüe: Su cara estaba crispada de ira, bañada en sudor, labios decolorados y un cuerpo derrengante. Parecía que invertía sus últimas fuerzas en mantenerse de pie. No obstante, le veía vivo. Como un león salvaje al que acabaran de enjaular, sus ojos fulguraban una cólera profunda y desafiante, como jamás se los había visto antes. Sus fosas nasales inhalaban y exhalaban aire cálido con un halo de fiereza, listo para atacar a la menor provocación.

Elevé mi varita a su pecho. 

—Confía en mí, James.

Su par de pupilas canela, titilantes y contraídas, se clavaron en las mías, escrutándome en una ordalía fugaz entre la intuición y la suspicacia. «¿No me reconoces Potter? » le dije con una diáfana mirada. Desde luego que no podía hacerlo, no cuando sólo podía ver frente a él a su eterno y declarado enemigo, Severus Snape.

—"Elvendork"—Entonces me delaté con apenas dos sílabas muy débiles, en un sutil movimiento de mis labios que emitía más aliento que voz.

Su rostro se desbarató ante la palabra que proferí. Esa respiración salvaje se detuvo de golpe, cautelosa y perpleja.

—¿Lanzadora? —. Apretó el gesto.

—¡PETRIFICUS!

En el lapso de un suspiro, giré la empuñadura de mi varita. Expulsé de aquella la maldición de parálisis contra la mortífaga ubicada al otro lado de la habitación, a espaldas de James.Para cuando la bruja reaccionó la maldición ya le había pegado en el pecho, dejándola petrificada en una horrenda expresión de sorpresa.

Antes de ejecutar un segundo movimiento, una serie de vertiginosas acciones acontecieron en una fracción de segundo:

El mortífago tras de mí había reaccionado al instante. James se abalanzó con brusquedad contra mí arrebatándome la varita del puño y obligándome a apartarme de un empujón. Este tosco empellón había evitado que un fragor chispeante, proveniente de la varita del mortífago, me golpeara la cara. Sentí un relámpago zumbante rozarme por el oído, casi quemándome la mitad del rostro, y a continuación escuché como el mismo fue a colisionar contra un busto en la estantería del fondo.

Sin tiempo para pensar, más bien actuando en un reflejó instantáneo (y bien afinado en Quidditch), lancé la máscara metálica de Severus Snape (lo único que tenía entre las manos) hacia aquél mortífago que había emitido la maldición. Le alcancé un golpe al costado de su cara, la cual pareció doler lo suficiente para arrancarle un graznido de dolor, pero no lo bastante como para afectarlo más de un breve segundo.