Lili dejó escapar un suspiro antes de abrir los ojos esa mañana. No había dormido bien pero habían existido razones para que eso hubiera sucedido y una de ellas estaba durmiendo en el otro sofá, envuelta en varias mantas que seguramente sus elfos habían puesto sobre ella en algún momento de la noche. Apartó las suyas soltando un largo bostezo, frotó sus ojos y rascó su mejilla adormilada.
—¿Fue noche de pijamada? —cuando entró a la cocina se encontró con Henry mirando hacia el jardín trasero, cargaba una taza de café humeante en sus manos y una expresión completamente serena —, buenos días.
—Espero que lo sean —murmuró agarrando una manzana roja del frutero encima del desayunador —, en verdad lo espero.
—Eso depende de ti o de ella. Todo puede suceder y a la vez no, sólo el destino lo sabe.
Lili lo miró, sólo podía ver la espalda de su aprendiz desde allí. El chico nunca había dicho más de dos palabras sin sumergirse en su propio mundo después de decirlas, pero allí estaba, extrañamente conversativo y reflexivo, quiso escudriñar su rostro, buscar aquello que repentinamente había activado su curiosidad. Le dio una mordida a la fruta, intentando buscar algo inteligente qué decir. Sin embargo, tuvo que descartar aquello al escuchar los gritos de Mia.
—¡No, no por favor!
~•~
El agua helada era perfecta en las mañanas para regresar a la realidad. Derek la usaba a menudo y no sólo cuando debía darle la bienvenida a un nuevo día, todo el tiempo necesitaba regresar al mundo real, «colocar los pies en la Tierra». Pero siempre resultaba que era igual de inútil que las pociones para dormir. Su ira no se apagaba y la frustración no desaparecía.
Tal vez, ese era su mayor problema y la razón por la que no podía conseguir pareja. Había dejado que su trabajo lo consumiera por completo y no lo había detenido. No había querido hacerlo; terminó de abrochar los botones de su camisa blanca y dejó escapar un bufido mientras miraba su reflejo en el espejo frente a él.
—¿Qué esperabas? Es la vida que elegimos —se dijo así mismo acomodándose las mangas.
~•~
Mia tenía sus ojos cerrados, ignorante de los gritos que dejaba escapar con desesperación. Sus manos, sus piernas, todo su cuerpo se retorcía mientras pedía clemencia a alguien que ni Henry ni Lili podían ver. Esta última corrió hacia ella y la agarró de los hombros intentando despertarla, pero ni eso ni nada de lo que intentó pudo lograr despertarla hasta que un chasquido de dedos acabó con el lamentable infortunio dejando un extraño silencio en la sala.
Lili levantó su mirada lentamente, sosteniendo el cuerpo adormilado y sudoroso de Mia. Henry tenía su mano en lo alto y una expresión inusualmente seria en su jovial rostro. De repente, había dejado de ser ese niño inmaduro e irresponsable de siempre para aparentar un comportamiento mucho más maduro y temible.
—Antes de que digas algo, busca a su prometido; él tiene algo en mente que ayudará a que cumplas con tu destino —tragó con dificultad sin quitar sus ojos de su aprendiz —. Apresúrate.
Sin pensarlo demasiado acomodó a Mia en el sofá y corrió tan pronto como pudo hacia afuera sacando su varita. Se apareció frente a la residencia de Gregorie Hortz. Una imponente construcción de fachada antigua se alzó frente a ella, el blanco de sus paredes y el azul de sus las flores que la rodeaban la cegaron por un pequeño instante. Sin embargo, todo aquello pasó a segundo plano en un pestañeo; aporreó la puerta con prisa alejando el misterioso tono de voz de Henry de su cabeza. Un elfo doméstico abrió la misma con una expresión confusa, seguramente no había sido delicada para golpear la madera de caoba de la entrada de sus amos.
—Necesito ver a Gregorie.
—¿Dorian? —tanto el elfo como ella miraron al muchacho acercándose a la puerta. Llevaba un atuendo casual y un grueso libro bajo su brazo —. ¿Qué haces aquí?
—Mia.
Sólo bastó decir su nombre de su mejor amiga para que él dejara todo. Ambos se aparecieron en la sala, Henry, quién hasta ese momento había estado junto a la muchacha, se alejó en cuanto los escuchó. Gregorie no tardó en acercarse a ella con preocupación. Se arrodilló a su lado y acarició su rostro con delicadeza para luego mirarlos a ellos buscando una explicación.
—¿Qué sucedió?
—Tal vez, un ataque de pánico, no podría saberlo con exactitud —respondió Lili suspirando mientras se cruzaba de brazos —. Tuvimos que dormirla —añadió con naturalidad, obviando el hecho sobrenatural de Henry con su chasquido de dedos —, estará bien.
—Debería llevarla a San Mungo, no se ve bien —murmuró tocando su frente —. Estaba por asistir a una reunión programada —dijo colocándose de pie metiendo su mano derecha dentro de su chaqueta —, con un detective. Uno de mis socios me dio su contacto. Me aseguró que él puede ayudar con el caso —le tendió una tarjeta de presentación que Lili tomó dudosa —. ¿Puedes ir por mí?
Ella se giró hacia su aprendiz y él le asintió. Regresó su mirada hacia el mago y dejó escapar el segundo suspiro del día.
—Claro.
—La llevaré con mi padre, ve a vernos cuando sepas de algo.
—Lo haré.
No estaba segura qué estaba sucediendo. No entendía lo de Henry, no sabía qué estaba atravesando Mia y mucho menos comprendía por qué estaba haciendo aquello. De repente, su trabajo, su invernadero y las entregas de plantines a Hogwarts parecían ser protagonistas secundarios en su vida de la noche a la mañana.
Un extraño presentimiento se adueñó de su pecho.
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[Finalizado] El Mundo Mágico oculta un asesino.
FanfictionDerek Wilson forma parte de un equipo de investigación mágica muy importante: un grupo especial del departamento de Aurores y se ve envuelto en un caso extraño que lo obliga a pensar que están nuevamente en tiempos oscuros; el asesinato de una decen...