8. Claro de Luna

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     Ni hola, ni buenas tardes, ni modales, ni mierda. Alya empujó a Adrien, cerró la puerta con seguro y se abalanzó nuevamente sobre él, para que no escapara ni pidiera ayuda. Se le sentó encima y le tapó la boca. Lo necesitaba calladito porque así se veía más bonito. Sin embargo, el asustado princeso no estaba cooperando; forcejeaba y se removía bajo el peso del cuerpo de la chica. Inútilmente debo decir, ya que esta tenia bastante más volumen que él.

     Mientras, yo observo la escena con complacencia.

—Sé que pensaras que estoy loca, por haber irrumpido en tu habitación así sin mas —empezó con firmeza, la morena—. Y el hecho de que te esté tapando la boca para que no grites, no me hace ver mejor. Pero me debes un favor, así que te lo pediré de buena manera, déjame estar unos minutos aquí... te voy a soltar, si te atreves a gritar, te cortaré la lengua.

      Con cuidado, quitó sus dedos de los labios de Adrien.

—¿T-Te debo un favor? —preguntó tímidamente—. ¿Hice algo malo? ¿me debería disculpar? ¿que fue lo qué...?

—Shhhhh —le regañó ella—. ¡Silencio, silencio!

     Él trató, por sus propios medios, de quitársela de encima otra vez. Y no porque fuera pesada o lo estuviera lastimando. Sino porque... ¿como decirlo sutilmente? Su inocente mente de princeso, no iba a soportar por mucho tiempo a las perfectas tallas de la silueta de Alya, sin morir en el intento.

—Quédate quieto, no te voy a violar —el rubio se quedó estático, con las mejillas rojas.

     «¿Qué clase de juego de aguante es este?, ¡ya sueltame

      ¿Qué ocurre caballero? ¿acaso estás asustado?

      La morena se deslizó por el cuerpo del rubio hasta ponerse de pie, y se dirigió hacia la puerta mirando a través del agujero. En sus manos llevaba un cassette. Miraba divertida fuera de la residencia como si tuviera un plan malévolo a pleno desarrollo. Esta chica no está bien psicológicamente.

—¿Qui-quién eres? —preguntó el rubio, todavía buscando fuerzas para ponerse en pie.

     Lucia aturdido.

—Soy Alya —lo ayuda a levantarse—. Es un placer, te explicaría mejor de qué va esto, de irrumpir en tu cuarto, de que evidentemente estoy acelerada, pero la verdad creo que no te gustaría oírlo.

—En realidad me encantaría saberlo, porque desde que llegué yo no...

—¡Oh, demonios! ¡Eso huele muy bien! —exclama interrumpiendolo a propósito, y aproximándose directamente hacia la cocina.

      Al final, la morena no responde, solo se dispone a ver con gran asombro todo a su alrededor. El baño, limpio. La sala, limpia. La cocina, limpia. Los adornos, hermosos. Los libros ordenados, y la televisión con una lista de reproducción que bien habría podido ser de ella. Nada que ver con el caos que reinaba durante la estancia de Nino, todo, absolutamente todo, era diferente. Le agradaba.

      Al encontrar la radio debajo de la televisión, insertó el cassette.

—¿No te importa, verdad? —pregunta, y no le da opción de responder—. La última vez que entre aquí, no pude apreciar todas las cosas que tienes. De seguro que provienes de una familia sumamente rica, digo, para poseer todo esto, Adrien.

—¿A qué te r-refieres cuando dices que has estado aquí antes? —tartamudeó el rubio—. ¿Co-como sabes mi nombre?

—Estudio contigo genio, ¿como demonios no aprendería el nombre de un nuevo compañero de clase, siendo la delegada principal? Me ofendería que no te supieras el mio, es más, me presenté solo por educación —soltó airada—. A ver, ¿cómo es que me llamo?

•Symphony of the Soul•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora