6. Es "Adrien" no "Adriana"

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—¡Adrien! —los golpes de la puerta no han dejado de cesar desde muy temprano. Max ha buscado todas las maneras de entrar, pero para su mala suerte dejó ayer las llaves de repuesto dentro de la residencia. Y el rubio había tomado beneficio del error del moreno.

     El niño se encerró a si mismo en su habitación. Encendió su iPhone, se puso los auriculares y se olvidó de que tenía que ir a sus clases, o mejor dicho no estaba dispuesto a pasar por la misma experiencia de ayer. Todavía le dolía el cuerpo.

—Muy bien, tendré que llamar a su secretaria, Mister Agreste, y no creo que se alegre por esta situación.

     Trató de amenazarlo por horas, dijo de cualquier cantidad de disparates que se le ocurrió; dijo que llamaría a Nathaly, que llamaría al renombrado Gabriel Agreste, que hablaría con el director, que derrumbaría la puerta. Todo, sin el menor tipo de resultados. Ninguna de las palabras tenia efecto alguno en Adrien. Su mente en ese momento, se resumía únicamente en seguir disfrutando de su música. Moviendo la cabeza al ritmo de la melodía, cantando en voz baja letras extranjeras. Unas en inglés, otras en francés, chino o japones.

      Yo no sabia como reaccionar ante su actitud, él se veía mucho más calmado que el día anterior. Aunque las marcas en su rostro decían lo contrario. Era una especie de dolor e ira contenida. Mi príncipe estaba roto.

      Ya iba más de una hora atrasado a sus clases de Francés Puro y el primero en notificarlo fue Máx, podía verlo a través del pequeño agujero en el medio de la puerta. Irritado y molesto por el comportamiento infantil de mi protegido.

—Hey Máx... ¿Qué haces? —preguntó Nino saliendo del otro lado con su mochila azul en el hombro.

—Trato de hacer salir a un niño de su cueva. Lo mismo de siempre. —señaló la puerta.

—Suerte, sabes que de eso depende tu estadía en la universidad —le dio unas palmadas en la espalda—. Saluda a la Bella durmiente de mi parte.

     Hizo un gesto de despedida con la mano, y se fue caminando de lo más tranquilo al ascensor.

—Si supieras que esta Bella Durmiente preocupó a tu noviecita anoche... idiota —suspiró y otra vez empezó a tocar la puerta, pero mucho más fuerte que antes—. ¡Adrien! ¡Adrien, abre la jodida puerta!

      Volví la mirada hacia el rubio.

      Nadie lo iba a sacar de ahí.

      Peinaba a Lila con un diminuto peine de plástico, haciendo caso omiso a las palabras de Máx, y a los golpes súper violentos que iban a terminar alarmando a medio edificio. Ya se habia quitado los auriculares que ahora reposaban en la mitad de su cama, con la música aun sonando. La suave sinfonía de Romance para Piano y Violín Op.11 Era la que se reproducía en aquel momento.

     El niño tenia a la bailarina entre sus piernas, la muñeca le daba la espalda con sus brazos levantados, dejando su cabello para atrás. Él lo cepillaba con mucho cuidado, diría que casi con miedo de lastimarla, lo hacia con tanta naturalidad y paciencia que cualquiera se reiría con sólo ver la escena. El peine iba desde las raíces hasta las puntas, una y otra vez, con suavidad, con cariño.

     Yo estaba a punto de sonrojarme, por lo tierno e idiota que lucia mi protegido.

—¿Sabes Lila? Hay chicas muy lindas en la universidad —comentó alegremente, sin dejar su trabajo con la melena de la princesa—. Ayer conocí a dos. Una se llamaba Sabrina y la otra Chloe. La primera me trató muy bien, era muy linda. Tiene el cabello pelirrojo y corto. Tiene bonitos ojos y usa lentes igual que yo. —una sonrisa triste se dibujó en sus labios—. Pensé en ser su amigo, pero la otra chica, Chloe, no quiere. Eso en verdad me apena. Me trató muy mal —le dio la vuelta a Lila, para que lo mirara de frente—. Lila, ¿Tú crees que soy feo?

•Symphony of the Soul•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora