14. Prostituta, pero no tuya

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—Lo siento Adrien, tengo clases las siguientes tres horas —dio una negativa, se cruzó de brazos y desvío su mirar, dando a entender que estaría en contra en todo lo que mi prínceso le pidiese.

—¿Qué tal está noche? —planteó el rubio con mucha más seguridad.

—Tengo que... —Se lo pensó un buen momento, delatando sus ganas de evadirlo—. Acompañar a Rosita en sus clases de ballet.

—¿Y mañana? —siguió insistiendo.

—Clases y más tareas. Adrien no es por ser mala, es que esta semana estaré muy atareada; la presentación de votos, mi candidatura, los proyectos que realizar, tú me comprendes ¿verdad?—se excusó.

     «Solo comprendo que lo utilizaste para darle celos a tu ex, como un pañuelo desechable, pequeña zorra, lo usas y te vas ¿Por qué no sólo lo rechazas? Ya deja de hacerte la santa, de jugar a negarte diplomáticamente»

—No debe ser fácil... —las esmeraldas de Adrien fueron a por mi en un milisegundo, respondiendo por ella, él siempre tan lleno de comprensión y paciencia.

—Adrien lo que ocurrió ayer... —mordió su labio, a pesar de todo estaba avergonzada.

     Sin embargo, algo me decía que debía intervenir, antes de que crueles palabras de disculpa y rechazo salieran de la morena. ¿Qué pensaba aclarar? ¿Que fue un error? ¿Que estuvo mal? ¿Lo hizo sin pensar? ¿Un maldito impulso?

     Adrien entrelazó sus manos con las de ella, tomándola desprevenida. Al instante obtuvo de Alya un rostro ruborizado, lleno de arrepentimiento. Él hizo que levantara la mirada a fuerza de ternura.

—Fu-fue lo más bonito e inesperado... que me pudo haber pasado —murmuró como si fuera la única certeza del universo.

     Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar tan dulces palabras. Princeso o no, ese rubio sí que sabía cómo hacer sonreír a una chica. Ella no se resistió, ni se molestó en intentarlo; sonrojada, algo nerviosa, con una pequeña sonrisa en los labios, dejó que los sentimientos de conmoción afloraran.

—Fue lindo —reafirmó mi niño.

—¿No estás molesto? —preguntó, todavía aturdida por la gentileza que él mostraba.

—¿Debería?

    «Si lo piensas de un modo sensato, sí, deberías estar molesto, o sea, no inventes; te robaron tu primer beso por culpa de un capricho, es una falta de respeto que fuese sin tu consentimiento, fue, a lo menos, estúpido, infantil e inmaduro que ella te usara, ¿Sabes Adrien? Un día te harás daño por ser siempre un caramelo»

—Adrien Agreste, ¿de qué clase de planeta llegaste? —preguntó divertida, tomando ambos lados del rostro del rubio para verlo mejor, y sosteniéndole la mirada, sé que lo pensó, lo sé, lo sé “tiene unos ojos preciosos” lo llevaba escrito en el gesto, ese esmeralda la estremecía—. Eres un chico maravillosamente dulce, y comprensivo, ¡y Dios! Tus ojos son en verdad hermosos e inocentes. Gracias por no enfadarte.

•Symphony of the Soul•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora