3. Tiempo Contado

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     ¡Demonios! ¡ya debería dejar de ser tan impulsiva! ¡me odio!

     Silencio, ¿tan difícil me es estar en silencio? ¿qué pasa si mato de un susto al princeso?

     Diablos, ganas de decirle sus cuatro verdades al rubio no me faltan, pero no puedo, no estoy en posición de romper las reglas, he de conservar la calma, respirar profundo y tener paciencia. Lo último que quiero es que mi alma termine consumida por las llamas del infierno, nada más y nada menos que por ser estúpida y armar un escándalo innecesario.

     Mi yoyo comenzó a vibrar, y no lo voy a negar, me daba terror cogerlo. Había oído que los de arriba daban advertencias si hacías algo mal. Y no, no quiero una reprimenda.

“Cada castigo por romper una ley, es diferente y peligroso a la vez. No tientes tu suerte Serafín” -Tikki.

     ¡Sí, ya lo se! ¡me puedo quedar ciega, sorda, muda, sin poderes de precipitación y sufrir un descontrol de mis emociones! ¡ya lo sé!

     Que bueno que las reprimenda no llevan consigo un castigo. Que por rumores he escuchado que son dolorosos y muy difíciles de sobrellevar, no solo son la pérdida de los sentidos, hay otro tipo de castigos.

—¿Quien es? —pregunta Adrien. Saliendo de su habitación y recorriendo el pasillo con sumo cuidado. Como si estuviera escondiéndose de alguien o de algo.

     Al menos no me puede ver, eso me ayuda.

     Tenía en el rostro la expresión de alguien que está a segundos de morir de los nervios. Seguí sus pasos, odiandolo, no se podría esperar nada bueno de él, ni siquiera que lograra hacer amigos.

¡No! ¡No! ¡Tengo que sacar esos pensamientos de mi cabeza! ¡Ladybug no caigas en negativas! ¡El puede! ¡Sólo le falta seguridad!

     Intento convencerme de que es verdad, que con un poco más de confianza seria capaz de llegar lejos. Sin embargo, mi poca esperanza rueda por el suelo junto con la rubia a lo largo del pasillo. Sí, él había tropezado. Yo me creía torpe, pero Adrien me supera con creces. Ahora se encontraba de rodillas en el suelo, buscando forma de ponerse en pie, y como si el escenario no me pudiera dar más vergüenza, el ascensor se abrió y de ahí salieron los dos chicos lindos que habíamos visto antes. Gracias al cielo soy invisible, pero en este momento, mi protegido me genera tanta pena ajena, que me hubiese encantado que él también lo fuera.

     No es por exagerar, pero las carcajadas de los dos muchachos podrían haber despertado a todo un vecindario.

—Nuevo y torpe —dice uno de ellos.

—Nino no tengo todo el tiempo, así que dame de una vez el disco —replica el otro.

—Ok, ok. Pensé que se había quedado en la sala de música, pero ya viste que no. Y no hace falta que me apures por la insufrible de tu novia, Luka.

—Chloe no es tan mala.

—Sí claro, y yo soy el mago de Oz —se burló el moreno, pasando a su habitación. La cual estaba al frente de la residencia de Adrien.

     El rubio se levantó luego de imitar a un animalito del bosque, y hacerse el muerto durante los segundos que los dos chicos pasaron por encima suyo, sin hacerle caso y dejándolo como una alfombra mal puesta.

     Con el rostro lleno de polvo, y sus mejillas tornándose de un color rojizo, se limpió la ropa, peino sus cabellos, y acomodo sus lentes. Agachando nuevamente la mirada y regresando a su habitación como perrito regañado.

     Pero antes de que la rubia regresara a la comodidad de su dormitorio, la puerta del frente se abrió. Dejando ver al chico lindo de cabello decolorado.

•Symphony of the Soul•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora