15

16 4 0
                                    

Miraba el escaparate de una tienda de artículos de tenis. Por su expresión absorta, supe que, en realidad, estaba mirando sin pensar en nada. Pero cuanto menor era la expresión que mostraba su rostro, más me transmitía la profundidad de sus sentimientos. Pensé: «Parece un grabado». La figura del patito que anda convencido de que es su madre lo que se mueve por primera vez ante sus ojos conmueve a quien lo mira.

Conmueve terriblemente.

Bajo la luz de primavera, entre la multitud, él estaba abstraído, con la mirada fija. Parecía como si, cerca de los artículos de tenis, se sintiera lleno de gratos recuerdos. También a mí me sosegaba estar con Tae porque me recordaba algún aspecto de Jin. Creo que es una cosa triste.

Yo también había visto jugar al tenis a Jungkook. Cuando me lo presentaron pensé que, ciertamente, era atractivo, pero me pareció una persona muy alegre, normal y tranquila, y no podía adivinar qué era lo que atraía tanto a Tae, un chico poco común, para que estuviese tan enamorado. Era el Tae de siempre, pero algo que había en él lo fascinaba. Sus capacidades estaban equilibradas.

Pregunté a Jin de qué se trataba.

—Dice que es el tenis.

Jin sonrió.

—¿El tenis?

—Sí. Según Tae, es extraordinario jugando al tenis.

Era verano. Jin, Tae y yo vimos jugar a Jungkook la final en la pista de tenis de la escuela abrasada por el sol. Las sombras se dibujaban con nitidez y yo tenía mucha sed. Era la época en que todo resplandecía.

Era realmente extraordinario. Se transformaba en otro. Era una persona distinta a la que me seguía sonriente diciendo: «Namjoon, Namjoon». Yo observaba el partido asombrado. Jin también parecía sorprendido. Tae dijo con orgullo:

-¿Verdad que es magnífico?

Él conducía el partido con vigor, concentrando todas sus fuerzas, y llevó a cabo un juego enérgico y agresivo, sin dar muchas oportunidades a su rival. Realmente era fuerte. Ponía una cara muy seria. Como si estuviese a punto de matar a alguien. Y fue impresionante cuando, tras la última jugada, volvió su cara risueña, la de el Jungkook de siempre que conservaba algo de infantil, hacia Tae en el momento en que conseguía la victoria.

Era divertido estar los cuatro juntos, me gustaba. Jungkook me decía a menudo:

—Nam, nos divertiremos juntos siempre, ¿de acuerdo? No se separen de nosotros.

Y al decirles bromeando:

—Y ustedes, ¿qué?

Se reían y contestaban:

—¡Qué va!

Y éste es el resultado. Es el colmo.

Creo que Tae, en aquel momento, no estaba recordándolo a él como yo recordaba a Jin. Pero, sin embargo, sus ojos y su cuerpo sólo decían una palabra. Él no la pronunciaría jamás. Si lo hiciera, sería una palabra amarga. Terriblemente cruel.

Era... «Vuelve».

Más que una frase, era una plegaria. Yo no podía soportarlo. ¿También yo estoy así en el río, al amanecer? ¿Por esta razón me llamó Yoongi? Yo, también..., yo también quiero verlo. Quiero ver a Jin. Quiero que vuelva. Por lo menos, hubiera querido despedirme de él.

Me juré no hablarle de lo que había visto aquel día y me fui sin decir nada, pensando que ya nos veríamos en una ocasión más alegre.

Moonlight Shadow » NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora