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Tae y yo nos sentimos un poco turbados en la gran encrucijada que atravesaba la ciudad. Aquél era el lugar donde Jin y Jungkook habían tenido el accidente. También ahora los coches iban y venían intensamente. Tae y yo nos detuvimos, uno al lado de otro, junto al semáforo en rojo.

—¿No vagarán por aquí sus almas?

Tae lo dijo con una sonrisa, pero sus ojos no sonreían en absoluto.

—Sabía que lo dirías.

También yo sonreí forzadamente.

Los colores de los faros se cruzan, y el río de luces gira. El semáforo flota nítidamente en la oscuridad. Aquí murió Jin. Un sentimiento de solemnidad me invade en secreto. El tiempo se detiene para la eternidad en el lugar donde ha muerto aquel a quien se ama. En lugares como éste, las personas rezan para que les sea transmitido a ellas el sufrimiento. A menudo, cuando visitaba un castillo o algún lugar así, y oía: «Hace años anduvo por aquí tal o cual persona. Usted puede sentir la historia en su propia piel», creía que era una tontería, pero ahora es diferente. Tengo la sensación de comprenderlo. 

Esta encrucijada, este colorido de la noche bordeado de tiendas y edificios, es el último paisaje de Jin, y eso no es un pasado tan lejano. ¿Fue una experiencia terrible? ¿Se acordó de mí, aunque sólo fuera por un instante?... ¿Subía la luna por el cielo, igual que ahora?

—Está verde.

Hasta que Tae me empujó por el hombro, estuve mirando distraídamente la luna. La luz blanca, pequeña y fría, parecida a una perla, era muy bonita.

—Está increíblemente bueno —dije.

El jjajangmyeon que comimos, sentados a la barra de aquel restaurante pequeño y nuevo con olor a madera, estaba tan bueno que me hizo recordar las ganas de comer.

—¿Verdad que sí? —dijo Tae.

—Sí. Delicioso. Está tan rico que me hace pensar lo bueno que es estar vivo —dije.

Lo elogiamos tanto que el dueño del restaurante, al otro lado de la barra, pareció avergonzado.

—Sabía que lo dirías. Tienes buen gusto con la comida. Me alegro de veras de que estés contento.

Después de decirlo todo de golpe, sin respirar, sonrió, y fue a encargar comida para llevársela a su madre. Delante del jjajangmyeon pensé que tenía un carácter obsesivo, pero que era inevitable: tenía que seguir viviendo mientras la oscuridad mantuviera atrapadas aún mis piernas. Me gustaría que este chico pudiera sonreír, cuanto antes, igual que ahora, aunque no llevara el abrigo de leopardo.

Moonlight Shadow » NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora