—Gracias—Le sonrío a la mujer que puso una moneda en la botella mal cortada.
Ella hace una mueca al escuchar mi voz.
Sí señora, ya sé que mi sonrisa es un total asco, pero ya me acostumbré a las miradas de desprecio. En ocasiones, los niños pequeños se asustan al verme tan sucia y espantosa, eso me deprime porque nadie les enseña a respetar mi condición. Más de una vez pensé en acabar con mi vida, pero nunca lo logro, soy una cobarde que ni para eso tengo valor. Lo único que me queda es llorar en las noches como una tonta, lloro por la vida que me tocó tener, por las personas que están igual o peor que yo, por el hambre y frío que debo pasar, por tener unos padres que, aunque se supone deberían amarme, no lo hicieron.
—¡Elisa! ¿Hacemos el cambio? —Pregunta un amigo mío, el único de hecho, que llega como todos los días a eso de las doce del mediodía.
—Claro José.
Como cansa estar todo el santo día sentada en el suelo, hacemos cambio de lugar, él viene hacia la estación de colectivos y yo me marcho al centro de la Plaza Italia.
Me siento en un banco y comienzo a sentir como mi estómago hace ruido por cuarta vez en la mañana.
—Mejor me apuro—Murmuro para mí misma.
Comienzo a cantar una melodía inventada por mí, las personas me quedan viendo, como evaluando me si merezco la pena o no, si doy suficiente pena, hasta que al fin colocan una moneda en el recipiente.
Mis cuerdas vocales vibran, me sentía liberada, todo iba bien, hasta que una estúpida paloma me caga encima.
(...)
—Elisa, tengo una idea.
—¿Cuál José? —Pregunto mientras meto una leña más al tacho oxidado en el que hacemos fuego.
Ya está oscureciendo, a pesar de que todavía no empiezan las noches de pleno otoño, nunca está de más tener un poco de calor.
—Vayamos a Palermo, allí hay más gente y tal vez en la noche nos podamos bañar un poco en los lagos.
Es una buena idea, nunca he salido de este lado de la Capital, sería bueno conocer un poco más. Le pregunto cómo iríamos.
—En tren niña, mañana temprano marchamos hacia la estación de Retiro.
Suspiro—Si vos decís...
—Claro que yo lo digo. Imagínate que hay tantas personas, que en una semana tal vez nos alcance para comprar una botella de clara agua mineral.
El solo hecho de nombrar al agua limpia, me hace ilusionar.
—¿En serio José?
—Claro, ¿Dudas de mí? —Pregunta queriendo hacerse el ofendido.
Hago un ruido parecido al de una vaca—La verdad...
Me rio y él abre la boca llevando su nivel de exageración a otro nivel.
—Mentira amigo, vamos a dormir—Le digo acostándome en el duro suelo, tantos años en esta situación y todavía no conseguimos ni un colchón sucio de los que la gente con dinero sobrante tira.
(...)
—José, ¿No nos dicen nada por no pagar? —Me angustio, no quisiera ir presa.
—¡Obvio no! Créeme que, en mis 22 años, nunca me dijeron nada.—Me informa al mismo tiempo que sacude su largo y sucio cabello negro.
—Pero...
—Nada pequeña, nada.
Mi único amigo me hizo caminar un montón, pero menos mal que el tren estaba vacío. Al llegar a la estación, hay muchos indigentes al igual que nosotros, niños de todas las edades, madres o padres solos, ancianos, perros callejeros...
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La vagabunda[PAUSADA]
RomanceDos mundos totalmente diferentes. El de Vladímir, lleno de hipocresía disfrazada de diplomacia. El de Elisa, cantando en las calles, durmiendo en el suelo, y pasando frío. ¿Quién dijo que estos mundos no pueden mezclarse? Secretos, pasados desconoc...