Capítulo XV

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Las máscaras de falsedades se ven por todos lados. Los reyes tomaron asiento en sus tronos y todos los invitados se acercan a saludarlos de a poco.
Observo el respeto que muestran, como se inclinan en reverencias perfectas y sonrisas impecables. Están acostumbrados y nacieron para esto.

—¿Vamos? Debemos mostrar nuestra presencia.—Miro con pánico a las tres personas que se encaminan en dirección al tumulto de gente.

—¿Es muy necesario?

—Elisa, no te hagas la tonta y vamos.—José toma mi brazo y prácticamente me arrastra.

Me suelto y marchamos todos juntos. A medida que nos acercamos siento el ambiente más pesado, observo que nos van observando cada vez mas intensamente.
El primero en notar nuestra presencia es el rey, luego la reina, y después los demás. Nos inclinamos al mismo tiempo, Andrey les da la mano a los hombres y se inclina ante las mujeres.
La mirada de Vladímir y su hermano me pesa pero no me atrevo a mirarlos, o mirarlo.

—Estás muy bella Elisa.—La reina me sonríe sinceramente desde la primera vez que me vio en la puerta de su hogar—¿No querido?

El zar me clava la mirada—Concuerdo.

Bueno, no esperaba más.

—Gracias sus majestades.

—Vladímir, Dmitry—Andrey llama a sus sobrinos para que se acerquen más, ellos lo hacen solos, parece que Marie está con su familia.

—Señor Segovia.—Saludan a José por su apellido y este cambia su rostro, se emociona.

—Es un placer alteza—Mi educado amigo se inclina.

—El placer es mío—Noto que su español es mejor que el de Vlad, de hecho el ruso es el único que lo habla mal. También los rasgos de su cara son más suaves y los ojos son igual de oscuros que los de su madre.

—Señorita Elisa—El primero en saludarme es Dmitry que inclina su cabeza.

—Alteza.

—Pequeña cantante—Susurra. Se inclina y besa mi mano, sonrojándome, luego acaricia el cachete de León que lo observa quieto. Detrás suyo veo que su padre eleva las cejas y su madre sonríe con ternura.—Debo decir que está deslumbrante Elisa.

—Gracias alteza—Murmuro.

La gente comienza a hablar, lo noto. Luego de los saludos se acercan otras personas así que tenemos que hacer otra reverencia y marcharnos.

Me marea tener que inclinarme tantas veces y seguro a León también. Tenerlo a upa no ayuda.

—No fue tan malo ¿Vieron?

—Vladímir está dispuesto a todo por ti Elisa, se nota—Las palabras de Svetiana me llaman la atención pero una parte de mi no lo cree aún.

—Nos estamos conociendo.

—Ahora sí me agarró hambre, ¿Podemos ir a la mesa?

—Vayan ustedes, nosotros debemos saludar a las personas que se encuentran aquí.

Asentimos y nos vamos a donde estábamos anteriormente. Allí hay pocas personas en comparación con otras partes del salón.
Observo la larga mesa, está muy bonita y la comida parece rica. José se va a probar lo del otro lado, dejándome sola. No presto atención a mi aprededor y me concentro en comer.
¿Por qué no ponen sillas? Ya me duelen los pies y León se está durmiendo, debería llamar a Dorothea y pedirle si lo puede cuidar un rato.

—Pruebe este.

Una delicada mano me tiende un bocadillo. Levanto la cabeza y al frente mío tengo a una mujer muy bonita. Es de tez pálida, cabello oscuro y unos ojos mieles muy bonitos. Sus expresiones son suaves y tiene unas pocas arruguitas que demuestran que está en sus cuarenta y tantos.

La vagabunda[PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora