Capítulo 5

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La rareza forma parte de José, pero esto ya es anormal.
Salió del lugar muy extraño, parecía enojado y estaba muy pensativo. Cuando le pregunté que le pasaba no me respondió de inmediato, y al llegar a Los Lagos se fue y me dejó sola.

-Estúpido-.Murmuro al mismo tiempo que pateaba un árbol-.Encima que hace frío y yo no sé prender una maldita fogata. Ya entramos en otoño y él me deja sola.

Pocas personas pasan por el lugar, hay unos indigentes ya acostados en los bancos. Dos nenes chiquitos con su madre están tapados con una manta media sucia y agujereada, ellos al parecer tienen hambre, porque lloran y se agarran la barriguita.
La escena me parte el alma, miro la empanada que todavía no comí, y pienso mientras escucho como mi panza hace ruido.

Decido lo que haré.

-Disculpe, yo tengo esto...-Levanto la comida-.Y como no lo voy a comer-.Me quedo muda por miedo a que reaccione mal-Se lo quería dar para sus hijos.

Los nenes dejaron de llorar un poco, y la señora me mira. Ella sonríe tristemente, me hace señas con las manos y ruidos con la boca.
Me quedo quieta, en el orfanato me habían hablado sobre las personas que no podían hablar. En mi corazón siento como si se hubiera hecho un agujero, si ellos no salen de su situación, probablemente de grandes estén en peor.

Le hago un movimiento con la cabeza y camino hacia otro lado.
Me acuesto abajo de un árbol y pienso mientras veo las pocas estrellas que están siendo tapadas por nubes.
¿Dónde estará José? ¿Qué le pasó que salió así de aquél lugar? Intento con todas mis fuerzas encontrar un poco de enojo hacia él, pero no puedo, la preocupación me gana.
Últimamente mi miserable vida está más rara, desde la llegada de aquél extranjero acosador.
Las nubes ya cubren el cielo, al parecer el calor se fue de lleno, dando paso a días fríos y lluviosos como sucede en abril. Los días en los que nosotros más sufrimos.
Miro la hora a la vez que bostezo, el reloj gigante que se ve a lo lejos indica que ya es casi medianoche.
Cierro los ojos al sentir cómo me pesan los ojos y me duermo.

(...)

Escucho un ruido que parece ser el llanto de un bebé. Me siento de golpe al sentirlo más cerca, miro para todos lados y la calle parece estar desierta. El motor de un auto me alerta, por lo que me pongo de pie para ver a la criatura que llora tanto, lo único que alcanzo a observar es a un hombre correr hacia algún lado mientras deja una caja a metros mío.

-¿Qué...?

Me agacho para ver que el bebé que lloraba está tapado dentro de aquél objeto.
Aquél señor debió haberlo dejado acá tirado. Las
lágrimas salen inevitablemente de mis ojos, ¿Cómo puede una persona abandonar a su hijo? Más siendo un niño recién nacido como éste. Inmediatamente me acuerdo de mis padres, ellos también me abandonaron siendo una beba recién nacida.

Agarro al pequeño que llora en mis brazos mientras seco sus lágrimas y las mías. Ésto seguro hizo Eva conmigo cuando me recibió.

-Shh bebé, no llores-Lo acuno en mis brazos tratando de darle calor.

Nose que hacer, ¿Lo llevo a un orfanato? No quiero que le peguen como a mí...
¿Un hospital? Lo llevarían a un orfanato si no le encuentran una familia.
Grito de frustración al no poder decidirme, si José estuviera conmigo me ayudaría, pero no, él se tuvo que ir sin decirme a dónde.

El pequeño parece tener hambre, me pongo a llorar de nuevo al no tener qué darle para alimentarse. Camino con él mientras intento hacerlo dormir.
Casi una hora después parece haberse calmado, miro la hora.

-Tres y media.-Menciono asombrada.

Examino al bebé, casi no tiene pelo, pero parece de un marrón oscuro, tiene ojos color miel y celeste, una hermosa mezcla. Su ropita celeste le queda un poco grande, y la manta azul es muy suave. Por lo menos los bastardos que lo abandonaron se dignaron a abrigarlo un poco.

La vagabunda[PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora