Capítulo XVIII

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Comemos en un silencio cómodo, él me hace sentir cómoda la mayor parte del tiempo.
Me siento derecha en la silla como me enseñaron y él lo nota, una pequeña sonrisa se forma en su rostro.

—No hace falta que te sientes con diplomacia acá pequeña cantante.

Niego—Quiero hacerlo, solo así me voy a acostumbrar.

—¿Te cuesta mucho seguir las clases?—Noto su preocupación.

Me tomo el tiempo de pensar mientras como el pescado que por cierto, está riquísimo.
La verdad es que etiqueta sí me cuesta, pero es sólo un poco, temo decepcionarlo por lo que le digo que no tanto.

—¿Segura?—Pregunta no muy convencido.

No le sostengo la mirada y miro hacia las rosas

—Segura, es fácil.

Suspira—Elisa no mientas, puedo que parezca que no, pero te conozco lo suficiente—Vuelvo a mirarlo, sorprendida—Además de que hablo con tus profesores sobre tus avances, sé que de entrada no se te está haciendo muy fácil.

Bajo la mirada, luego la subo al recordar el reto que me llevé hoy—Lo siento, no quiero decepcionarte.—Hablo bajito, no era mi intención mentirle por ser mala.

Eleva las comisuras con ternura—No me decepsionarías nunca Elisa, confío en ti, ya te lo dije—Estira su mano y la coloca en mi mejilla, es tan grande y mi rostro tan pequeño que prácticamente abarca media cara.

Lo observo y detallo, los ojos azules con las pestañas rubias al igual que sus cejas, la nariz que es redonda en la punta, su mandíbula y pómulos marcados, y finalmente observo los labios que no son ni tan finos ni tan gruesos, contrastan con su palidez de una forma muy bonita.
Su rostro es una obra de arte ante mis ojos, no tiene un aire ni angelical, ni de alguien malo… Parece justo pero rebelde, exactamente como un príncipe. Noto que también me mira y me avergüenzo, ¿Cuál de mis imperfecciones repasas Vladímir? Lo único que podría ser lindo en mí, son mis ojos porque mi tono de piel no es como las chicas de acá, al contrario, está quemada por los días y días que pasé bajo el sol, a la espera de que alguien me dé su caridad para poder comer. Mi físico no se compara en nada con otras personas, estoy flaca y escuálida por la vida que viví, el cabello no lo tengo brilloso y bien cuidado como el de ellas, necesitaría mio tratamientos más para que se asemeje, mi nariz… no es la gran cosa como la suyas tan perfectas.
En ese momento siento miedo y la duda se instala en mí, ¿Cómo es posible que él me quiera, que esté acá conmigo?

Me separo de él de inmediato, ¿Cómo?

—¿Cómo puedes quererme?—Susurro con la voz rota.

Él me mira confundido—¿Eh?

Me altero, mis pensamientos siempre fueron un problema para mí—¡Mírame! ¿Cómo puedes quererme? Un príncipe y una vagabunda, me recuerda al cuento que me leían de niña… La dama y el vagabundo—Susurro bajando la voz y sintiendo las lágrimas caer.

Él no dice nada, el silencio sólo me confunde, su rostro se contrae en una mueca y parpadea un par de veces.

—¿No dirás nada? Explícame por favor, ¿Cómo puedes quererme?

Parpadea nuevamente—¿Elisa?

—¡Si, Vladimir, soy yo!—Lloro nuevamente, sé que estoy muy alterada, pero la duda llegó en el peor momento. De seguro ya arruiné toda la cita.

Se levanta y se acerca a mi lado—Elisa, tranquilízate, ¿Qué cosas decir?

—Yo, yo…—Tartamudeo, ¿Cómo puede no verlo?

La vagabunda[PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora