Capítulo 11

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El canto de un gallo despertó a Danna de manera abrumadora. Un gran dolor de cuello fue lo primero que Danna sintió al volver a la consciencia. Intentó moverlo lentamente de un lado a otro causándole punzadas de dolor. Al abrir los ojos vio que Olivia dormía sobre su hombro izquierdo y Laura estaba en el suelo junto a un trozo de pizza.

Los recuerdos de la noche anterior le vinieron a la cabeza de golpe. Una ola de vergüenza la inundó y sintió el calor asentándose en sus mejillas. Miró a Olivia de reojo y sintió un pellizco en el pecho. Intentó buscarle una excusa a la situación, pero todo apuntaba a lo mismo. Danna estaba estupefacta.

De todo lo que pensaba sobre Olivia, nunca había pensado que le atraían las chicas. Danna se preguntaba si esa era la razón de su ruptura con Alan. Se libró con cuidado del agarre de Olivia y la ayudó a recostarse hacia el otro lado. Las chicas estaban totalmente dormidas y no quiso despertarlas, así que escribió una nota en una libreta de Olivia para avisarles que se había ido temprano.

Danna recogió sus cosas y esperó a que su madre la fuera a buscar.

—¿Cómo te fue?—Preguntó intrigada.

—Genial—Danna le sonrió y se abrochó el cinturón.

Marta no pudo contener su alegría y la ahogó en un abrazo maternal, Danna la apartó entre risas y miró de reojo el anillo en el dedo de su madre, pero esta vez se sintió feliz por ella.

***

La mamá de Danna salió del auto con prisa y destellaba entusiasmo. Entró a la casa co rapidez y miró a Danna de frente.

—Hoy es el día.

Danna la miró extrañada.

—¿El día de...qué? Exactamente...—Preguntó apretando los labios.

—¡Hoy iremos a comprar nuestros vestidos!—Exclamó saltando y aplaudiendo como una niña de cinco años.

Danna se burló del acto y se encogió de hombros.

—Pues me iré a dar un baño y bajo en seguida—Se dirigía a la segunda planta, pero se quedó inmóvil—¿Y qué hay de Nathalia?—Dijo mirándola a los ojos.

—Ya la llamaré, no te preocupes. Seguro amará la idea, siempre le ha gustado la moda—Dijo poco convencida.

Danna asintió levemente y continuó su camino.

Se bañó deprisa y se puso una ropa cómoda. Mientras se duchaba, había escuchado a su madre tocar la puerta de su hermana, pero las voces no se escuchaban con claridad. Al salir, vio a su madre sentada en el mueble, parecía abatida. La miró con una sonrisa leve e hizo un gesto hacia la salida.

Danna sabía lo mucho que le afectaba el comportamiento de su hermana a su madre. Por esto, decidió dejarlo así y no preguntarle. Ya sabía la respuesta. Danna quería creer que todo era una etapa y que era por su edad, pero había algo dentro de sí que le decía que había algo más.

Llegaron a la tienda de vestidos más conocida de la ciudad. Cuando Danna y Nathalia eran niñas, siempre señalaban los vestidos que querían para sus bodas cuando pasaban por la el frente de la tienda en el auto. Danna siempre optaba por los más extravagantes y raros solo para enfadar a su hermana menor que soñaba con un vestido banco y largo.

Su madre intercambió algunas palabras con la mujer de recepción y, al final, ambas la miraron con una sonrisa.

 —Acompáñame, cariño—Le dijo la señora caminando hacia un pasillo, mientras que otra mujer se llevaba a su madre por el otro extremo.

Danna la siguió hasta una especie de habitación enorme. Estaba repleta de vestidos. Danna se quedó parada en la entrada con timidez. Otra chica más joven la llamó con un gesto y una gran sonrisa.

—¡Hola!, entonces serás la hija de la novia, debes ir más bonita que todas las demás chicas—Dijo señalándola.

—Mmm, supongo que sí.

La chica le comenzó a mostrar vestidos que solo les faltaba el cartel que dijera "carísimos". Danna sabía que a su madre no le importaría, pero por alguna razón no se sentía digna de uno de esos. Se sentía fuera de lugar. La chica le ofrecía probarse algunos, otros los descartaba sin más. Varios le quedaron muy lindos y Danna sabía que a su madre le encantarían. Al terminar de verlos todos, la chica forzó una sonrisa y alzó ambas cejas.

—Así que...¿Te decidiste por uno?—Dijo entrelazando las manos.

Danna descolgó sus tres favoritos y, sin decir nada, fue en busca de su madre.

—Ayud...—Danna no terminó la oración al ver a su madre en un hermoso vestido blanco. El vestido tenía detalles en oro y una larga cola que resplandecía con la luz. 

Marta le cerró la boca con la mano y se rio a carcajadas de la cara estupefacta de su hija.

—¿Qué te parece?

—Estás hermosa—Admitió Danna.

Ambas se sonrieron. Los ojos de su madre se posaron en los vestidos que Danna llevaba en las manos. 

—Te vine a pedir ayuda...No sé cuál te gustaría más...—Danna paró de hablar cuando vio la mirada de desaprobación que le dio su madre.

—¿Qué tal si escoges el que te guste a ti?—Le preguntó—Yo estaré bien con tu decisión.

Danna sentía que se estaba ahogando en un vaso de agua, pero nunca tomaba decisiones por sí misma. Siempre había alguien que mandaba o que le decía que hacer. Y tener que decidir sola, le aterraba.

Entonces un sentimiento la inundó. No reconocía qué era, pero ya sabía qué vestido quería. Y no solo eso, sabía que se vería hermosa en él. Se sentía tan segura que fue a llevar los otros dos y no le mostró a su madre el que eligió. Su madre le guiñó un ojo y entraron su vestido en un empaque especial. Los pagaron y salieron. Las luces amarillentas de las calles ya estaban encendidas y el vehículo las esperaba solitario en el aparcamiento del lugar.



La Vida De DannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora