Ya habían pasado dos semanas desde el incidente. En la casa reinaba el silencio todo el día. Danna se sentía impotente al ver a su hermana de esta forma, no hablaba, no comía, no sonreía. Se sentía culpable al pensar que pudo haber hecho algo para impedirlo. Se había vuelto una tortura vivir así.
Era el día de la boda y por primera vez en todo ese tiempo se rompió el silencio insoportable. La madre de Danna se le acercó intentando fabricar su mejor sonrisa.
—Es hoy—Dijo con un nerviosismo notable.
—No estés nerviosa, mamá. Disfruta tu momento, todo saldrá perfecto—Le dijo Danna dándole un abrazo largo.
—¿Ya empacaste todas tus cosas?
—Sí...extrañaré vivir aquí...
—Yo también, mi niña, yo también—Susurró acariciándole el cabello.
—¿Ya nos vamos?
Danna y Marta se quedaron heladas al escuchar una voz familiar. Era Nathalia. Ambas se miraron y Danna se le quedó mirando sin poder articular ninguna palabra.
—Ya casi...—Dijo su madre conteniendo las lágrimas—Estás hermosa, mi amor.
Por primera vez en tanto tiempo, Danna pudo distinguir un destello de emoción en la cara de su hermana. Una lágrima rodó por su mejilla derecha pero la limpió de inmediato. Danna caminó hacia ella y la abrazó con suavidad. Su madre se les unió. El sonido de una bocina afuera las sacó del trance.
—¿Qué dicen si nos olvidamos de todo lo malo por un día y nos divertimos hoy?—Dijo Marta regalándole una sonrisa sincera a sus hijas.
Las tres salieron de la casa y se montaron en la limosina que Martín había preparado para ellas. Después de la boda, Martín, Theo y Aiden pasarían a recoger todo para llevarlo a la nueva casa que Marta y Martín habían comprado juntos ya que para ellos era lo justo. Ambos decidieron poner en venta sus casas.
***
Danna se sorprendió al ver el lugar. Habían alquilado un sitio enorme, con árboles de flores decorando la entrada y detalles color pastel. Una mujer joven y bien vestida las esperaba en la puerta y, al verlas, las guio a un cuarto que quedaba en la parte trasera. En el camino se sorprendió buscando a los chicos con la mirada. Desde ese día en adelante viviría con ellos y se le hacía extraño pensarlo siquiera.
La mujer tenía una sonrisa en la cara y les ofreció agua en lo que terminaba de organizar todo. Le indicó a su madre que se sentara en una silla y llamó a la maquillista para que le diera unos últimos retoques antes de ayudarla a ponerse el vestido.
—Chicas, ya pueden salir—Dijo la joven a cargo y las acompañó a la puerta—. Créanme, les encantará el resultado final.
Danna le dio un último abrazo a su madre y salió con Nathalia. Había una mesa especial para ellas y los gemelos. Los vio y se acercó dubitativa.
—Hola, chicos.
—Pero miren quien es, ¡hola, casi hermanita!—Exclamó Theo con energía mientras apretaba a Danna entre sus brazos.
Aiden los miraba con una sonrisa burlona que dejaba ver sus hoyuelos. Se levantó y caminó hacia ellos. Sin decir nada, las abrazó a ambas y acomodó un asiento para que Nathalia se sentara. Cuando lo hizo, repitió la acción con Danna, pero esta se quedó estupefacta.
—Ahora eres caballeroso, que genial—Dijo rodando los ojos—Yo puedo sacar la silla por mi misma—Dijo dando la vuelta y sentándose en otra silla.
—¿No puedo mostrar amabilidad a mis nuevas hermanas?—Dijo con sarcasmo.
—Todos sabemos que es una actuación, no te creo nada.
—Como guste, señorita—Dijo guiñándole el ojo y sentándose a su lado.
—¿Qué haces?
—¿Puedes calmarte por un momento?—Dijo ladeando la cabeza mientras sonreía.
Danna respiró hondo y volteó la mirada y, justo en ese momento, el piano comenzó a sonar llenando todo el espacio con su dulzura. Primero entraron las primas más pequeñas de Danna y empezaron el desfile mientras lanzaban pétalos de rosa hacia arriba con sus diminutas manos. Al llegar al final fueron recibidas por sus madres sonrientes.
Entonces, hizo su majestuosa entrada. Se veía tan delicada con su vestido blanco como la nieve con detalles de encaje y piedras brillantes. Danna solo pudo pensar que parecía una reina. Iba agarrando a su padre que la sostenía con orgullo. No desconectó por un segundo la mirada de su futuro esposo que la esperaba en el altar con los ojos aguados y una sonrisa. Danna se sintió agradecida de ver a su madre tan feliz y no pudo contener las lágrimas de felicidad.
Cuando terminó la caminata, finalmente, se soltó lentamente de su padre y Martín la tomó de las manos. Se cumplieron todos los requerimientos de la ceremonia y llegó el momento más esperado. El sacerdote miró a ambos novios y comenzó.
—¿Aceptas a Marta como tu esposa? ¿Prometes serle fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarla y respetarla todos los días de tu vida?
—Sí, acepto—Respondió Martín sin apartar la vista de Marta.
El sacerdote le realizó la misma pregunta a Marta y ésta se limpió una lágrima antes de responder.
—Sí, acepto.
—Ustedes han declarado su consentimiento ante la Iglesia. Que el Señor en su bondad fortalezca su consentimiento para llenarlos a ambos de bendiciones. Lo que Dios ha unido, el hombre no debe separarlo.
Martín se acercó y le retiró el velo de la cara a su esposa. La besó con una sonrisa imborrable. Se colocaron los anillos el uno al otro y todos aplaudieron en la sala. Danna sonreía como nunca y sorprendió a Aiden mirándola con una sonrisa. Éste no apartó la mirada provocando que la chica se ruborizara. Danna volteó y planeaba decirle a su hermana para que fueran juntas a abrazar a su madre.
Sin embargo, Nathalia se levantó de repente con brusquedad y salió corriendo hacia la puerta principal. Danna tardó unos segundos en reaccionar para luego correr tras ella. Al ver esto, Marta corrió tras ellas y Martín la siguió con un gesto de inquietud.
Danna la tomó de la muñeca y la detuvo. La obligó a mirarla a los ojos y Nathalia la envolvía en un abrazo urgente mientras sollozaba sobre su hombro.
—Lo siento, lo siento, lo siento...—Dijo en un susurro ahogado.
—Shhh...—Danna le acarició el pelo intentando calmarla—Todo estará bien, lo prometo.
—No quería...no sé que me pasa...
—Lo resolveremos juntas. Puedes contarme lo que sea—Marta las alcanzó y corrió hacia ellas con preocupación.
Danna la paró con la mirada. Marta comprendió y esperó hasta que se calmara. Decidieron cancelar la fiesta y se fueron a casa en el auto de Martín. Tomaba de la mano a Marta mientras conducía hacia su nuevo hogar. Ninguno de los gemelos había dicho nada y se los agradecía porque no podría explicarles.
Ya habían visto la casa antes por foto, pero era la primera vez que Danna la veía en persona. Era tan gigante que parecía un sueño. Todos entraron por la puerta principal y se fueron a sus respectivas habitaciones a descansar.
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La Vida De Danna
Genç Kurgu¿Qué hace la chica tímida del salón cuando los dos chicos más populares de la escuela se vuelven sus HERMANASTROS? -Gracias, mamá-Dice Danna rodando los ojos. -De nada, cariño-Dice su madre estallando en carcajadas.