2. CASUALIDAD O INTENCIÓN?

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Esperando Por Ti

La mirada de Esteban tenía el poder de llevarla a Marte.
Se había perdido en sus lindos ojos verdes. Su aliento fresco pegaba en su rostro. Cuan familiar esa sensación.

  - No es necesario tratarnos tan seco, María.

  - No, no lo es. Y no estamos tratando "secamente" -Yendo al otro extremo de la gran mesa. Ciertamente no le convenía mucho la cercanía a él. -Y bueno, ya ha acabado todo. Que tengas un buen día, Esteban.

Al parecer este hombre hoy estaba dispuesto a no dejarla salir. Le agarró la mano suavemente y le dijo insistente.

  - ¿Por qué me huyes, María? -La haló hacia él para que le viera a la cara. -Solo trato de ser cordial.

Y como para rebosar la copa, con su pulgar acarició la mejilla de María suavemente. Ella inconscientemente cerró los ojos.

  -¿Por qué me haces esto Esteban? -Dijo sintiéndose vulnerable al estar tan cerca de él.

Él no respondió, solo se acercó a su rostro y siguió haciendo volar por las nubes a María; no dejaba de mirarla a los ojos y ella parecía perderse en el verde esmeralda de los ojos de él.

Era una conexión mágica que a pesar de cinco años de distancia parecía seguir intacta. 

María volvió a cerrar los ojos y Esteban aún con temor decidió en un impulso lleno de osadía acabar con la poca distancia que quedaba entre ellos. Sus labios quedaron junto a los labios rojos de María, abrió su boca y para su sorpresa ella respondió al beso sin la mínima sombra de vacilación. Ese no era cualquier beso, era un beso silenciosamente anhelado con desesperación por largos cinco años. Cinco años fantaseando con tenerse de cerca. Cinco años para darse cuenta que en ningunos otros labios encontraría lo que los labios de María le entregaban.

Fue un beso lento y aunque no pareciera, lleno de intensión. Lleno de pasión contenida.

Los recuerdos dolorosos pasaron por la mente de María y eso fue suficiente para acabar con el idilio del momento.

  -No sé que buscas de mí. -Dijo con la voz entrecortada para luego salir casi corriendo de la sala de juntas.

Esteban se quedó estático. Aún su mente no lograba procesar todo lo vivido minutos atrás. Todavía no creía que había besado otra vez a María. No lograba salir de la euforia del momento. Cuanto tiempo había esperado por lo menos una cercanía a María y ahora no solo había tenido la proximidad que deseaba, si no también ¡un beso!

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María conducía a gran velocidad. Trabajo en su oficina nunca faltaba pero necesitaba salir de ahí. Sentía que cada rincón de la empresa tenía aire a Esteban y eso la estaba asfixiando. Lo había besado, por Dios! ¿Cómo fue tan débil?  ¿Cómo su cuerpo traicionero se permitió el atrevimiento de siquiera tolerarle a ese coqueto tanta cercanía?

Tenía que desahogarse porque si no estallaría en mil pedazos.

Sacó una llave de su bolsa y abrió la puerta de un pequeño pero muy lindo departamento.

  - Hola mamá. ¿Dónde andas? - La llamó entrando. Se quitó el saco que acompañaba su vestido, dejó su bolsa en una mesita de la sala y entró a un cuarto. -Aquí estas.

La vio recostada al espaldar de la cama enfundada en una bata blanca.

Le sonrió muy amplio a su madre y le dio un sonoro beso en la mejilla.

  - Hola, mi amor. ¿Como estás? -Preguntó una morena muy parecida a María.

  -Bien, mamá. Pero sabes que estaría mucho mejor si tú  estuvieses conmigo. ¿Por qué no...

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