15. AHORA SÍ: PERDONADO

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Esperando por Ti

Esa mañana Esteban había despertado muy temprano. La sensación era inexplicable al sentir a María dormir plácidamente entre sus brazos.

Algunos minutos después un chico llegó con una gran bandeja de desayuno, había fruta, jugo de naranja, tostadas y huevos. Se levantó con mucho cuidado de no despertar a María, aquella imagen tan dulce que proyectaba era digna de ser retratada.

Colocó el desayuno a un lado y recostó de nuevo a María entre sus brazos. Su rostro se notaba tranquilo y aquellos labios rosa se robaron toda su atención. Luchó para no besarlos pero la tentación le ganó. Acercó su rostro al de María y le dio suaves besos en todo el rostro, María aún con ojos cerrados empezó a sonreír. La había despertado.

  -Que quieres tan temprano, hombre...Ten compasión de mí. -Le dijo entre besos.

  - Quiero todo, todo contigo.  -Le besó el cuello y María cerró los ojos disfrutando de sus caricias.

  -Que rico despertar así... -Murmuró presionando su cabeza mientras él degustaba su cuello cual fruta azucarada.

  -¡Suficiente! -Dijo Esteban provocando que ella abriera los ojos de repente.

  - No se vale que me dejes así, malo. -Lo besó ardientemente en los labios y él gruñó.

  - Primero vamos a desayunar y luego hacemos de todo en esta cama, golosa. -Le dijo, pícaro.

  - Por aquí el goloso es otro. -Le nalgueo y luego le dio un último pico. -Ahora sí, desayunemos.

La pareja de enamorados desayuno muy tiernamente, era un derroche de melosería.

Después de desayunar se ducharon juntos. Mientras el agua recorría sus cuerpos ellos disfrutaban intercambiando caricias. La pared fría fue testigo del incendio que se armó mientras Esteban se enterraba profundamente en María. No había tiempo, el espacio no se medía, solo eran dos cuerpos reclamando tiempo perdido y una sola alma, eran uno solo, siempre lo fueron.

  -María al final nunca me contaste como terminó tu platica con Luciano.

  -Oh, sí. Lo olvidé. ¿Sabes?
Me sorprendió mucho su actitud pasiva, él también estaba pensando en quebrar el compromiso, me dolió porque aunque se mostró tranquilo sé que fue un golpe muy duro para él, pero también me alegro porque llegara una mujer que lo ame y lo haga tan feliz como merece.

  - Sí, no es un mal hombre pero definitivamente él no es para ti, ni tú para él. Tú eres solo para mí.

  - Ya va el Señor San Román que cree que es dueño del mundo. -Acotó ella en broma rodando los ojos.

  - Mi amor, quiero que vivas en la mansión de ahora en adelante - Dijo Esteban mientras terminaba de anudar su corbata.

María estaba terminando su maquillaje y se detuvo al escuchar aquello. Tal vez ese era el paso lógico pero...Aún no se había acostumbrado a aquello, todavía no se hacía a la idea de volver a ser lo que fue: La Señora San Román. Aunque trataba de no dar color a eso, aún sentía mucho temor, la inseguridad aún merodeaba por sus pensamientos.

Terminó de aplicar un poco de brillo en sus labios y le respondió.

  -Esteban, creo que aún no es el momento.

  - Pero, María. Estamos juntos de nuevo. Es justo para los dos que despertemos juntos todas las mañanas, y cada noche vayamos a dormir a la misma cama. Ya perdimos cinco años. No es necesario perder más. -Dijo pausadamente.

  - No perdimos, fue por ti que no vivimos cinco años juntos. -Respondió sin antes haber hecho cuenta mental del peso que eso tendría.

Esas palabras fueron unas pequeñas dagas para Esteban. Se sintió exactamente como aquella mañana cuando despertó emocionado pensando que todo volvía a ser como antes, pero no.

En ese momento se sentía igual, se sintió dolido y hasta por vencido.

Por más que tratara esa herida aún seguía viva en María, tal vez necesitara más tiempo para sanar, o quizá, quizá nunca sanara.

Bajó la cabeza derrotado y se sentó en la cama. María se daba una bofetada tras otra en su mente. Al parecer se había colocado la meta de arruinar todas las ganas de Esteban.

Se acercó a él y se agachó frente a la cama justo en el lado donde él estaba sentado.

  - Perdóname, mi vida. No quise decir eso. Solo es que...A veces digo estupideces sin calcular, perdón. -Esteban seguía con la cabeza gacha mirando hacia algún punto fijo en el piso. -Mi amor,  mírame.

  - Quizá todavía no merezca que me perdones. -Se levantó y miró por el ventanal del cuarto.

  - Mírame. -Haló de él para que le viera a los ojos. -Yo no tengo nada que perdonarte. Ya te perdoné. Solo son estupideces que no pienso antes de hablar. No volverá a pasar, te lo prometo. -Enmarcó el rostro varonil entre sus manos y lo besó tiernamente. -Sacate esa idea tonta de la cabeza. Estás perdonado.

Lo abrazó fuerte y Esteban correspondió aferrándose a ella.

  -Entonces ¿Perdonado? -Le preguntó con la cabeza apoyada en su cuello.

  -Ahora sí: ¡Perdonado! -Le dio un sonoro beso en la mejilla y lo abrazó una vez más. -Si quieres que ahora viva en la mansión, eso haré para complacerte. ¿Contento, señor gruñón? -Dijo ella halando sus mejillas y él disfrutaba al verla sonreír tan feliz.

  - Muy contento. Pero no solo tú. Obviamente mi mamita Refugio también. Ya es hora de que ella y su comadreja Carmelita estén juntas. -Le dijo Esteban riendo.

  - Sí, son muy buenas amigas. Carmela y mi mamá estarán muy felices.

  - Tanto como nosotros. -La recostó más a su cuerpo y la besó con pasión.
 
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Ya llevaban un mes en la mansión viviendo juntos, era como si el tiempo no hubiese pasado pues se sentían tan en casa como hacía cinco años, Carmela y Refugio como ciertamente habían predicho andaban juntas siempre, las mejores comadres, felices de que sobrino e hija estuviesen juntos de nuevo. Decían que ellos eran tal para cual. Dos mitades tenían que hacer la naranja completa en algún momento, y a ellos dos les había llegado la hora.

  -Pero ¿Que sucede? ¿Por qué estás tan serio? -Preguntaba ella yendo tras él que al parecer se dirigía al estudio.

  - Por esto. -Le dijo él señalando una caja blanca que estaba sobre una pequeña mesa de centro del estudio.

-No entiendo. -María movió la cabeza negando, no entendía porqué Esteban la cuestionaba por aquella caja si ni siquiera sabía de quien era.

Esteban sonrió y volvió a señalar la misteriosa caja blanca.

  - Este va a ser el vestido que usarás esta noche. Te tengo preparada una sorpresa.

Ahora entendía el misterio, la caja era de él para ella. Sonrió pero aún sin entender del todo. ¿Una sorpresa para ella?

  - ¿Que clase de sorpresa? -Cuestionó coqueta levantado una ceja.

  - Ah, no. Solamente debes saber que te quiero regalar una noche inolvidable.

  - Esteban...- Musitó riendo sonrojada al sentir el mensaje no tan oculto en sus palabras.

  - Vamos, arreglate cuanto antes, no quiero que nos perdamos ni un minuto de lo que nos reserva esta noche. -Alzó la caja para colocarla en las manos de María. Se sonreían con un poder de seducción que solo era de ellos.

Esa noche sería mágica...

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Demasiado Mágica...🐇🔥🐇

WUJAJAJAJA 😂
Holiiii. 😘😘
Ya casi el final, chicas. 😱
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RuffoSandoval ♡


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