El sonido de la lluvia al golpear el pavimento impide que Neil pueda concentrarse por completo en su clase de español. Conjugaciones de verbos en pretérito imperfecto, una pesadilla. Cada vez que lograba concentrarse, el sonido de la lluvia lo distraía. No podía parar de pensar en que el sonido de las gotas al chocar contra la acera era como el rápido latir de su corazón mientras escapaba de la muerte. La clase fue una completa tortura, cada segundo era más eterno que el anterior. Lo único que quería era salir y hacer cualquier otra cosa, no se había sentido así en tanto tiempo, sentía una comezón insaciable por salir, escapar. Era la misma sensación que solía tener en sus años de corredor. Neil revisa su celular por enésima vez y, esta vez, sin esperar la despedida del profesor, recoge sus cosas y sale disparado por la puerta.
Su corazón es un tambor en sus oídos. Al llegar al dormitorio, lo primero que hace es tirar su maleta en el sillón y lanzarse de cara en la cama. Odia este sentimiento, odia esa comezón, odia que sus corridas matutinas no sean suficientes para mantener a raya sus demonios, odia la voz inacabable de su madre.
Pudieron pasar horas, minutos o segundos, pero sigue sin poder moverse de la cama, sus pensamientos le persiguen, sus pies le incitan a salir corriendo. En su desesperación por acabar con ese abismo de pensamientos, Neil saca su celular de su bolsillo y observa la única raya roja que adorna su batería. Quiere mandar un mensaje a la única persona capaz de sacarle de su miseria, pero no puede evitar pensar que sería muy egoísta. Neil sabe que solamente con un mensaje Andrew dejaría sus clases para buscarle, pero también sabe que ese día, Andrew tenía varias clases que apreciaba, aunque fingía no hacerlo.
Cuando su visión se ha puesto borrosa por observar fijamente la línea roja de su celular, este vibra. "¿Dónde estás?" dice un mensaje de Andrew, como si ambos se hubiesen conectado telepáticamente. Neil parpadea varias veces para descartar la posibilidad de una alucinación creada por sus propios deseos. El mensaje sigue ahí, intacto. "Dormitorio" responde Neil.
Neil no se molesta en escribirle que no vaya por él o que el esperará hasta que Andrew se desocupe porque sabe que Andrew no hace nada que no quiera hacer. Quince minutos después, Neil escucha la puerta principal cerrarse. Sin intentar moverse, él permanece en la misma posición mientras pasos apenas audibles se acercan al dormitorio. Fríos dedos tocan una pequeña parte de piel descubierta de su tobillo entre sus medias y su calentador. Por primera vez en el día, una minúscula sonrisa se extiende en sus labios.
Sin voltearse, Neil dice "hola". Escuchar el sonido de su voz, rasposa y cansada, hace que se dé cuenta que es la primera vez que ha hablado desde la mañana. Sin responder, Andrew se dirige al armario y saca la mochila que ambos usan para sus viajes de carretera. A través de sus pestañas medio cerradas, Neil observa a Andrew guardar ropa para ambos y los accesorios necesarios para dos días. Cuando ha terminado de guardar todo, Andrew dice "¿Columbia?" porque sabe que, en malos días, una confirmación o una negación es lo más importante, más que nada, Andrew nunca toma nada por garantizado. "Si" dice Neil, mientras reúne fuerza suficiente para levantarse de la cama.
Una vez en la carretera, Neil gira completamente su cuerpo para poder observar tranquilamente el rostro de Andrew. No puede evitar notar que, a pesar de mantener su usual apatía, Andrew lanza miradas casuales en su dirección. Su preocupación podría ser imperceptible para el resto del mundo, pero Neil ha aprendido a leer cada expresión de Andrew como si fuera su segunda naturaleza. Con una sonrisa cansada, Neil intenta mostrarle que se encuentra bien, su comezón se ha reducido a un zumbido sordo en su interior, sus pensamientos han sido reducidos a murmullos y su corazón casi ha retomado su velocidad usual.
Al observar la sonrisa, sus cejas se fruncen minúsculamente. "No pienses que estas son unas vacaciones. Tú estarás encargado de preparar la comida" dice apáticamente, pero el pequeño brillo en sus ojos muestra alivio. "Si, señor" dice Neil, con una sonrisa que se extiende al ver su ceño fruncido.
El tiempo pasa volando cuando está con Andrew. Lo último que recuerda antes de quedarse dormido fue sujetar la mano de Andrew, tras una afirmación.
Una mano rozando su barbilla le despierta. "Despierta bella durmiente" dice Andrew. Neil se da cuenta que ya han llegado a la casa y estira sus músculos cansados de haber permanecido en una posición durante tanto tiempo. Cuando se baja del maserati, Andrew tiene la maleta en la mano.
Ambos entran a la casa y sin prender las luces, se dirigen al sofá. Andrew enciende el televisor y baja el volumen hasta que únicamente se escucha un murmullo, luego gira su cuerpo y mira expectante a Neil. No hay una explicación simple de lo que le ocurrió en la mañana. Estas sensaciones, recuerdos, sentimientos son imposibles de borrar. Siempre se van a quedar pegados en él, lo único que puede hacer es luchar para que el resurgimiento vaya disminuyendo. "No podía borrar la sensación de correr, sin importar lo que hiciera", la respuesta podía parecer vaga, pero no para Andrew, quien le conocía más que nadie.
Con la horrible sensación casi borrada de su sistema, Neil se levanta y lanza una pequeña sonrisa en dirección a Andrew, antes de desaparecer en la cocina. Después de escuchar el choque de algunas ollas, Andrew se arrima en el marco de la puerta. No es que Neil sea el mejor cocinero existente, pero se puede defender en la cocina. Puede sentir la mirada penetrante de Andrew mientras está preparando la salsa para la pasta y hace lo posible por ignorarlo. Sin embargo, la presencia de Andrew es como un elefante en la habitación para Neil, imposible de ignorar.
Mientras pone llama baja para que la salsa no se seque, siente un susurro en su oído. "¿Si o no?" dice Andrew. "Si" die Neil con convicción y siente los fuertes brazos de Andrew rodearle. Toda la tensión que aún tenía su cuerpo, fue disolviéndose al sentir un pequeño beso en su cuello. Cuando la pasta estuvo lista, Andrew tuvo que soltarlo a regañadientes, mientras Neil ponía la mesa. Ambos siempre han sido una pareja de acciones más que palabras, así que comer en silencio nunca ha sido un problema para ellos. Cuando terminaron la comida, Andrew recogió los platos y lavó rápidamente.
Al terminar, Andrew agarra la mano de Neil entre las suyas y jala para que el pelirrojo lo siga. Una vez en la habitación, ambos cambian sus ropas por algo más cómodo y se recuestan frente a frente. "¿Si o no?" dice Neil, mientras mira con intención a las manos de Andrew. "Si" responde el rubio. Neil agarra su mano izquierda y comienza a trazar círculos en su palma, luego la acerca lentamente a su boca y coloca pequeños besos en cada nudillo.
Una sensación completamente diferente invade a Neil, un calor inexplicable inunda sus venas, un nudo empieza a formarse en su garganta, pero no es tristeza. La luz de la luna se ha colado por la ventana que ambos se negaron en cerrar y, ahora, alumbra directamente a Andrew. Su nívea y tersa piel tiene una apariencia incluso más blanquecina con la luz de la luna. Neil no puede evitar pensar que Andrew parece un ángel.
Muy lentamente, Neil comienza a subir sus manos hasta rozar la tela de los cubre-brazos negros que Andrew usa. Una pregunta y respuesta es intercambiada entre sus miradas y, poco a poco, Neil comienza a sacar el cubre-brazos. Una vez fuera, Neil roza con sus yemas las líneas irregulares, que representan el pasado de sufrimiento de Andrew. Líneas de lucha, de guerra. Tiempo después, cuando la camiseta de ambos ha sido descartada, Neil decide que la piel de Andrew es el lienzo más bonito que ha visto y que, la próxima vez pintará una obra de arte que represente la sublime belleza del rubio.
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Mi vida contigo (Andreil)
Short StoryAquí encontrarán historias cortas o one-shots de Andrew Minyard y Neil Josten (Andreil), personajes de la trilogía All for the game de Nora Sakavic. Ninguno de los personajes de estas historias me pertenecen. Las historias no están ordenadas en orde...