Una obra de arte

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Intentando suprimir un bostezo, Andrew Minyard se recuesta sobre su espalda y mira a su alrededor. Es una tarde fresca de verano, los rayos de sol apenas rozan el cuarto y se están empezando a crear sombras con la caída del sol. Sus pensamientos comienzan a divagar a tiempos pasados, sin embargo, las memorias que pasan por su mente no son sombrías, al contrario, poseen un color castaño rojizo. Aquella vez que estuvo junto a Neil en el maserati, con las ventanas abajo y viento primaveral rozando su piel, mientras Neil criticaba la técnica de juego de un equipo. Esa vez que ambos estaban sentados en la hierba de un parque a mitad de la noche porque Andrew tuvo ganas de salir a comprar helado a esa hora. La vez que Neil había ido a una fiesta con los compañeros de su equipo y al regresar, tenía más de la mitad del pastel que dieron en la fiesta para Andrew.

El sonido de llaves le sacan de su ensimismamiento. Regresando al presente, Andrew no puede poner nombre a la sensación que se ha adueñado de su cuerpo, es una sensación bastante agradable, una sensación que provoca que el latido de su corazón sea constante. Neil siempre anuncia su llegada a Andrew con el tintineo de sus llaves, aunque hacer bulla vaya en contra de los principios del castaño. Andrew no necesita el gesto para reconocer la llegada de Neil, pero aprecia el gesto.

Pasos suaves se dirigen a la habitación principal y segundos después, la hermosa figura de Neil aparece en el marco de la puerta.

"Dime que no has pasado acostado todo el día" dice a modo de saludo, aparentando un tono de reprimenda que no logra el efecto deseado por sus ojos brillantes de diversión.

"No he pasado acostado todo el día" responde Andrew, únicamente para ver la sonrisa del castaño.

Como Andrew supuso, una sonrisa se extiende en los labios de Neil, mientras cruza la habitación con pasos lentos. Neil tenía una reunión de equipo en la mañana, reunión a la que casi no asiste porque, realmente, prefería quedarse en la cama. No es que Andrew tuviera algo que ver en eso, o sus besos.

Ahora, Neil se acerca a la cómoda y se cambia a un pantalón de pijama y una camiseta vieja y deshilachada. Luego, se acerca a un lado de la cama y se sienta a centímetros de Andrew. Su mirada es intensa y determinada, como es Neil en la vida. Sus ojos recorren la cara de Andrew, buscando recuperar las horas que pasó sin la compañía del otro. Su mirada viaja desde su frente hasta su quijada, pasando por sus ojos, sus pómulos, las pecas, que apenas son visibles sobre su nariz y sus labios. Se detienen sobre sus labios, segundos interminables recorren, hasta que por fin comienza a bajar su cara a la de Andrew. Ambos labios colisionan y son gentiles, un pequeño beso en el labio superior de Neil y un beso en la esquina de la boca de Andrew. Los besos están dentro del terreno seguro para ambos, en días buenos ninguno tiene que preguntar para dar un beso. Este es uno de los progresos más grandes que han hecho, progreso que requirió mucha paciencia y confianza por parte de ambos. En días malos, cualquier tipo de contacto requiere permiso. Esto es algo que ambos han aceptado y respetan como si su vida estuviese en juego. Los dos se mantienen en esa posición durante un largo tiempo, hasta que Neil pone espacio entre ellos.

"¿Tienes hambre? Comí con el equipo, pero puedo ordenar algo de comida" dice con la voz siendo casi un susurro.

"Ya comí. No pensaba en matarme de hambre hasta que llegues" responde Andrew, igualando su tono de voz.

Neil sonríe y se recuesta lentamente junto a Andrew. Con la pregunta bailando en sus ojos, mira con intención a la mano de Andrew. Andrew intenta no rodar los ojos y fingiendo exasperación, le ofrece su mano. Neil suspira contentamente y empieza a trazar círculos en la palma de su mano.

Pasan de esa manera mucho tiempo. Andrew no sabe exactamente la razón, tal vez es la comodidad o la iluminación, el lugar o el silencio, o simplemente la compañía, pero Andrew toma una decisión en ese momento. Con la mano que no está sujetando Neil, tironea de su camiseta haciendo claro su punto. Neil sin dudarlo saca su camiseta y agarra de nuevo la mano del rubio. Sin embargo, los ojos de Neil se llenan con incertidumbre cuando Andrew, también se quita la camiseta.

La relación de ambos es un como una montaña rusa, hay días en donde darán pasos enormes y días en los que retrocederán millas. Momentos en los que Andrew desea el toque de Neil y momentos en los que no soporta ser tocado. Estos siete años juntos, les han enseñado a comprenderse como ninguna otra pareja. Ambos son conscientes de que tienen el apoyo y la confianza del otro y esa es la clave de la relación.

No es la primera vez que Andrew se quita la camiseta, sin embargo, aún es raro que lo haga.

"Puedes tocar desde la cintura para arriba" le dice aparentando desinterés, el cual es traicionado por sus ojos brillantes.

"Está bien" dice Neil, con su corazón en la garganta por el nerviosismo. Lento, muy lento, como si sus dedos fueran una pluma, empieza a tocar la piel de Andrew. Poco a poco asienta toda su palma sobre el hombro del rubio y lentamente comienza a trazar círculos que descienden y ascienden. Andrew le está observando con intensidad y Neil puede sentir el rápido latido de su corazón. Poco a poco, la tensión va desapareciendo de ambos.

Después de mucho tiempo, cuando los rayos de sol han desaparecido por completo siendo reemplazados por las estrellas brillantes, cuando la luna brilla en todo su resplandor y el sonido de voces y carros se escuchan lejanamente, Neil mira a Andrew. Su respiración se queda atrapada ante semejante vista, las pestañas dos tonos más oscuros que su cabello rubio, la respiración constante, las líneas de expresión relajadas en su rostro, el cuello pálido, la fuerza en los hombros, el pecho desnudo. Neil no puede evitar pensar que Andrew Minyard es una obra de arte.

Mi vida contigo (Andreil)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora