Tuc-tuc, tuc-tuc, tuc-tuc.
Una pequeña gota de sudor le hace cosquillas mientras continúa su descenso por el lado izquierdo de su rostro. Baja lentamente, se aferra a su quijada y, finalmente, se pierde para siempre al colisionar con el suelo. Su respiración es entrecortada, no hay espacio entre cada inhalación y cada exhalación.
Tuc-tuc, tuc-tuc, tuc-tuc.
Gritos eufóricos cuelgan en el aire, pero Neil Josten sólo puede oír el latido de su corazón. Una gota de sudor decide tomar otro rumbo y comienza su descenso por su ojo derecho nublando parcialmente su vista. Eso no impide que ambos ojos se enfoquen en los números rojos que cobran forma en una larga pantalla.
9-7.
Los foxes han perdido.
Su respiración agitada se detiene, como si la agonía en sus pulmones pudiese cambiar, de alguna manera, el resultado.
"Perdimos", piensa. Un resultado le puede costar la vida.
El golpeteo de su corazón comienza a inundar sus sentidos nuevamente hasta que un nuevo sonido logra traspasar ese tambor intermitente. Neil desvía la mirada y se encuentra con el arquero golpeando su stick contra el tubo metálico del arco para capturar su atención. Andrew Minyard se encuentra parado a varios metros de él, pero Neil puede asegurar que su mirada es penetrante. La tensión que se había acumulado en sus hombros cede un milímetro. Cada paso que da en dirección al arco es inestable, pero los latidos de su corazón han dejado de ser dolorosamente ensordecedores. A medio camino, un brazo rodea fuertemente sus hombros. Neil apenas puede descifrar las palabras que Nicky Hemmick, backliner de los foxes, está susurrando en su oído. "... preocupes, un juego perdido...". La palabra perder comienza a rondar la cabeza de Neil nuevamente hasta que la presión de una mano callosa sobre su cuello le arranca de la pesadilla. Neil abre los ojos, apenas dándose cuenta de que los tenía cerrados e intenta no hacer una mueca frente al sabor metálico que invade su boca por haber mordido su labio inferior. Tentativamente, alcanza la mano que permanece en su cuello y le da un débil apretón. Intento mayormente fallido considerando que su mano sigue cubierta con un guante. Sin embargo, la presión disminuye por completo. Sin una fuerza manteniéndolo abajo, Neil se atreve a mirar el campo de juego y se sorprende al darse cuenta de que la mayoría de jugadores ya se han retirado.
La misma mano callosa presiona lentamente su espalda señalando que Neil avance. Al llegar a los camerinos algunas palabras de aliento y palmadas en la espalda son lanzadas en su dirección, recibiendo como respuesta únicamente un leve asentimiento. La ducha y el cambio de ropa se envuelven en una niebla, siendo un lento conteo del 1 al 100 en 4 idiomas distintos lo único capaz de sacar la palabra perder de su mente.
El viaje a los dormitorios es anormalmente silencioso y la subida a los dormitorios lo es aún más. Al llegar a su piso Neil no se detiene y continúa subiendo hasta llegar a la terraza. Ese lugar tiene una especie de magia que permite que todo pensamiento malo sea llevado por los pequeños rayos solares que se van extinguiendo con el anochecer. Tal vez, el lugar no es mágico, sino la compañía.
Andrew se sienta a su lado y permanece callado, ofreciendo, con su silencio, apoyo. Después de varios minutos, su mano se acerca a la de Neil. "¿Sí o no?", pregunta. "Sí" responde Neil, su voz ronca. Andrew agarra su mano y empieza a trazar círculos y cuadrados y rectángulos en su mano.
"Deja de llorar, aún tenemos que jugar contra los Breckenridge Jackals", dice Andrew, su rostro completamente inafectado, pero traicionado por la preocupación reflejada en el movimiento de su mano.
Neil sabe que Andrew es completamente consciente de lo que la pérdida de hace unas horas significa. Un juego no es la completa eliminación de un equipo, pero una pérdida estando tan cerca al fin de temporada sí puede significar una eliminación y un paso más cerca a la guillotina. Ira inunda rápidamente cada vena de Neil. La necesidad de recalcar lo obvio es tentadora, pero sus amargas palabras saben a bilis en su garganta cuando son tragadas con saliva.
El silencio de Neil es interpretado correctamente por Andrew y repite "aún tenemos que jugar contra los Breckenridge Jackals". Las palabras se asientan con lentitud hasta que Neil por fin puede ver su significado. Es cierto, aún no han perdido y aún tienen un juego con el que pueden recuperarse. Neil sabe que Andrew no va a permitir que nada le pase y la calma que refleja demuestra que el peligro aún no es eminente.
La tensión comienza a evaporarse con cada exhalación hasta que apenas queda su recuerdo. Neil fija sus ojos en el rubio, cuyo cabello ha adoptado un color anaranjado por los pocos rayos solares que quedan, e intenta comunicarle su entendimiento y su agradecimiento. La mirada que le envió debió ser otra porque Andrew coloca dos dedos en su mejilla y le fuerza a desviar la mirada. "¿Cuántas veces tengo que decirte que no me mires así?" dice, pero sus dedos permanecen en la mejilla del castaño. Al mirar al rubio nuevamente, Neil encuentra el mismo reconocimiento que reflejan sus ojos sobre un recuerdo pasado y sonríe.
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Mi vida contigo (Andreil)
Short StoryAquí encontrarán historias cortas o one-shots de Andrew Minyard y Neil Josten (Andreil), personajes de la trilogía All for the game de Nora Sakavic. Ninguno de los personajes de estas historias me pertenecen. Las historias no están ordenadas en orde...