Capítulo 1

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- Pude amarte bien el día que entendí que no puedo cuidarte de todo- le dijo. Cerró la puerta tras sus palabras y no volvió a abrirla.

Y él se quedó esperando que pasara algo. Lo que sea. Estaba esperando la ruptura del silencio.

Se quedó, sintiendo así, que otra vez lo habían abandonado. Como su padre por decisión, y su madre por naturaleza. Como esos amigos que no habían vuelto a llamar para juntarse a tocar un rato.

No pensó nunca que la culpa podía ser suya. "Ya va a volver", pensó. Ella siempre volvía. Él siempre sonreía en la puerta, y su niña arrepentida corría a sus brazos.

Ella siempre volvía, y esta vez no tenía porqué ser la excepción.

La había conocido como se conocen a las mujeres inolvidables: fumando un porro después de tocar. Ella lo admiraba, y por eso no había querido conocerlo.

Estaba a dos materias de tener el título de periodista, y casi toda una vida de la vocación. Rocío tenía el pelo castaño y nunca se lo había teñido, los ojos marrones y un cuerpito sin muchos atributos. Tan normal que lindaba lo ordinario.

Si conseguía esa entrevista con él, seguramente la contraban en la radio más famosa de La Plata.

Agustín accedió, pero no por simpático. Tampoco, como podríamos creer, fue porque la mujer le llamara la atención. Dijo que sí cuando vio el tatuaje. "Eiti Leda" en la muñeca derecha.

Pasó una semana antes de que se acostara con ella por primera vez. ¿Cuántas horas habían transcurrido para Rocío se enamorara de él?

Cuando le prendió el primer pucho, no sabía que podía lastimarla tanto. No conocía aún, el gran potencial que tenía para hacer doler.

Ay, si alguien le hubiera advertido...

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