Resulta peligroso el estar tan seguro que la otra persona podría dar la vida por nosotros. Qué peligroso es pensar en dar la vida por amor. Inivita a pensar, ¿es amor si deja tu esencia librada al destino?
Agustín estaba seguro que ella podía hacer cualquier cosa por él, por sostener ese amor tan tumultoso y divertido que tenían. Por eso mismo parecía no dudar a la hora de fallarle.
Rocío era tan fácil de amar. Aunque ella nunca fue capaz de aceptarlo, era muy sencillo enamorarse de ella. Era casi cantado que era una mujer para amar con locura hasta el fin de los los días. Era una chica para cuidar, mucho. Sin embargo, como ella no lo sabía, los demás aprovechaban para no tomarse el tiempo de hacerla feliz.
El Bajo había comprado su sonrisa, su sencillez y esa capacidad tan provinciana de creer que la gente no podía ser tan mala. Rocío confiaba, perdonaba, y volvía a confiar. Creía en la gente como quizás jamás habían confiado en ella. Como ella no confiaba en el reflejo que le devolvía el espejo en los días más crudos.
Él la admiraba, pero nunca se lo había dicho. ¿Hubiera cambiado algo? Quizás sí, pero no mucho. Mas eso podría haber ayudado a que ella no se sintiera tan miserable. ¡A la mierda que la mirada de la persona amada nos construye!
Agustín se había quedado esperando que ella volviera. O que lo llamara. O que le mandara un mensaje. O que pasara algo. Cualquier cosa.
Pero ella no volvió. Él tomó las llaves más de cien veces para salir de ese departamento e ir a buscarla. Se sentía un idiota, se volvía a recostar en el sillón y la seguía esperando.
No podía perder a la persona que había visto algo agradable en ese mar de mierda que sentía que era. Ella podía darle un poco de luz al quilombo que era su vida, un poco de ventilación a tanto olor a falopa y fama que tenía su dormitorio.
Tenía que hacer que ella volviera a querer hacer lo que tanto podía. Y por eso la llamó. Por eso la engañó. Por eso le mintió.
- Ro, por favor vení - tenía la voz quebrada - no aguanto más el dolor, siento que me voy a morir.
- ¿Dolor? ¿Qué tenés? No jodas Agustín - su voz se notaba fuerte. Su imagen denotaba otra cosa: dolor, cansancio, pesadez, llanto.
- No sé, vení. Acompañame al médico. No puedo más. No puedo solo. Vení.
Y Rocío se levantó de la cama y se fue a bañar.
Ay, si le hubieran advertido...