Capítulo 17

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         Todo había pasado muy de a poco. Las cosas más trágicas son esas que suceden de a poco. La vida de nadie se convierte en una mierda de un día para el otro. 

             Quizás, quien pudiera verlo desde afuera, hubiera podido observar alguna que otra señal de que las cosas no marchaban bien en la relación, en Agustín, en Rocío. Pero nadie sería capaz de determinar en qué momento lo que fue un intento de amar, se convirtió en una especie de encierro del que no era fácil salir. 

            Además, jamás ninguno de los dos abrió las puertas para averiguar lo que sucedía con la fusión de ambos corazones con una naturaleza tan distinta. Las opiniones que podían existir sobre eso, sólo quedaban en rumores que todos suponían, eran sólo eso. 

           Puede que la mirada ajena, en vez de empañarlos, hubiera podido ayudarlos. Pero eran tan herméticos. Él por su fama, ella por su sencillez. Sintieron mucho tiempo que vivían un amor furtivo digno de ser vivido sólo por ellos dos. Y dejaron que todo pasara, permitieron así quedar aislados de la realidad. Fueron felices tan sólo con la mirada del otro, y se alejaron de la gente que antes amaban. 

            Rocío creyó entender, que si salía de ese departamento, ya no encontraría otro abrazo ni una mirada de consuelo. Había fantaseado un poco con salir corriendo, y que la adrenalina que pudiera recorrerla la invitara a tener cada vez más fuerza para seguir trotando hacia la libertad. Pero, ¿ante los brazos de quién correría? Ya no le quedaba nada. Había tirado todo a la borda cuando creía tenerlo todo. 

             Lo miraba a Agustín, y a pesar de no encontrar en él a la persona que había llegado a amar, le dio un poco de lástima. Sintió que él la amaba con, precisamente, locura. Quiso creer que estaba drogado y que se iba a calmar. Sin embargo, sabía que estaba mintiéndose. 

- Decime que ya no me amás. Decime que no querés besarme nunca más. Y yo te dejo ir.

- No te amo, Agustín - respondió ella con la voz ahogada y sin mirarla.

- ¡ME ESTÁS MINTIENDO! Ni mirarme podés.

- Dejame ir, estás loco. Vos no sos así. 

- Vos sabés que soy así. Vos sabés que soy capaz de atarte a mi cama hasta que vuelvas a mirarme con amor. 

         Rocío no podía evitar sentir tanta pena por él. ¿Por qué no lograba odiarlo? ¡Amenaza con atarla! Sin embargo, sólo quería que él volviera a ser el de antes, para poder irse en paz. 

- Dejame ir.

- Yo te pedí que por favor te quedaras conmigo. Te lo supliqué - las lágrimas lo cegaban y el cuerpo no dejaba de temblarle- Te pedí que no te fueras lejos, mi hermosa Rocío. 

        Ella no lloraba. Quizás no podía. Quizás no quería. Quizás ya se le habían agotado las lágrimas y las ganas de llorar por él. Quizás por esos se resistía a las ataduras por inercia y no por convicción. 

- Ahora, por no querer amarme, vas a tener que ver como me muero de amor - Agustín se movía y sufría espasmos. Sudaba como nunca antes, y sus ojos parecían enormes. - Como me muero de amor por vos. Vas a ver con tus propios ojos.

- Agustín... - con la voz seca, y sin poder gritar, quería que al menos dejara de hablar. 

-Callate. Yo no voy a vivir más, y vos no vas a volver a ser feliz. No tanto como lo fuiste conmigo.

            Ay, ¿por qué no le advirtieron? 

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